/ jueves 7 de noviembre de 2019

¿Es diosa la pachamama?

VER

Gran revuelo han causado las imágenes o figuras que se usaron en ceremonias al inicio del Sínodo Panamazónico en los jardines de El Vaticano, en la procesión inicial desde la Basílica de San Pedro al Aula Sinodal, en las que participó el Papa Francisco, y después en otras iglesias de Roma. Algunos condenan estas acciones como si fueran una idolatría, una adoración a la “madre tierra” y a otras “divinidades”. Nada de eso hubo. No son diosas; no fue un culto idolátrico. Son símbolos de realidades y vivencias amazónicas, con motivaciones no sólo culturales, sino también religiosas, pero no de adoración, pues ésta se debe sólo a Dios. Es mucho atrevimiento condenar al Papa como idólatra, pues nunca lo ha sido ni lo será. Al final de la ceremonia en los jardines vaticanos, le pidieron una palabra y se limitó a orar con el Padre nuestro. No hay otro dios que nuestro Padre del cielo.

Hace años, en un encuentro del CELAM que me tocó coordinar en Cochabamba, Bolivia, sobre los diferentes nombres de Dios en las culturas originarias del Cono Sur, pregunté a un indígena aymara si, para ellos, la pachamama (la madre tierra) y el inti (el padre sol) son dioses, y me respondió: Quienes no han recibido la evangelización, los consideran dioses; para quienes ya fuimos evangelizados, no son dioses, sino los mejores regalos de Dios. ¡Estupenda respuesta! ¡Eso son! Son manifestaciones del amor de Dios, no dioses.

En mi anterior diócesis, cuando yo escuchaba que con mucho cariño y respeto se hablaba de la “madre tierra”, me sentía molesto, pues yo me decía: Mi únicas madres son mi mamá, la Virgen María y la Iglesia. Y cuando veía que se postraban para besar la tierra, más me incomodaba. Pero conviviendo con los indígenas, comprendí que no la adoran como a una diosa, sino que la quieren valorar y reconocer como una verdadera madre, pues es la que nos da de comer, la que nos da el agua, el aire y todo lo que necesitamos para vivir: No la consideran una diosa; no la adoran; sólo le expresan su respeto y oran dando gracias a Dios por ella.

Lo mismo me pasaba cuando veía que se dirigían hacia los cuatro rumbos del universo, los puntos cardinales, les hacían reverencia, oraban y se dirigían también al sol con todo respeto. Antes de conocerlos y compartir la vida y la fe con ellos, sentía la tentación de juzgarlos y condenarlos como idólatras; después, aprecié su respeto a estos elementos de la naturaleza que nos dan vida, y me convencí que no los adoran como dioses, sino como obra de Dios, regalo suyo para la humanidad, y de esta forma también educan a sus hijos para no destruirlos, sino cuidarlos y respetarlos. No son idólatras. Quienes eso afirmen, no los conocen y los juzgan a distancia, desde lejos y desde fuera. La tierra y el sol son creaturas de Dios y sólo a El adoramos.

PENSAR

Dice la Biblia: “Entonces el Señor Dios formó al hombre del polvo de la tierra” (Gen 2,7). El miércoles de ceniza se nos recuerda: “Acuérdate que eres polvo y al polvo has de volver”. Esta es la realidad de todos los humanos.


Y para quitar toda duda sobre la actitud del Papa, basta recordar esto que escribió en Laudato si: “Cuando tomamos conciencia del reflejo de Dios que hay en todo lo que existe, el corazón experimenta el deseo de adorar al Señor por todas sus criaturas y junto con ellas, como se expresa en el precioso himno de san Francisco de Asís: Alabado seas, mi Señor, con todas tus criaturas…” (No. 87).


ACTUAR

No juzguemos como idolatría lo que no es. Conozcamos más a fondo las culturas originarias. Y es nuestra tarea compartir el Evangelio de Jesús, que nos libera de idolatrías, cuando las hubiere.

VER

Gran revuelo han causado las imágenes o figuras que se usaron en ceremonias al inicio del Sínodo Panamazónico en los jardines de El Vaticano, en la procesión inicial desde la Basílica de San Pedro al Aula Sinodal, en las que participó el Papa Francisco, y después en otras iglesias de Roma. Algunos condenan estas acciones como si fueran una idolatría, una adoración a la “madre tierra” y a otras “divinidades”. Nada de eso hubo. No son diosas; no fue un culto idolátrico. Son símbolos de realidades y vivencias amazónicas, con motivaciones no sólo culturales, sino también religiosas, pero no de adoración, pues ésta se debe sólo a Dios. Es mucho atrevimiento condenar al Papa como idólatra, pues nunca lo ha sido ni lo será. Al final de la ceremonia en los jardines vaticanos, le pidieron una palabra y se limitó a orar con el Padre nuestro. No hay otro dios que nuestro Padre del cielo.

Hace años, en un encuentro del CELAM que me tocó coordinar en Cochabamba, Bolivia, sobre los diferentes nombres de Dios en las culturas originarias del Cono Sur, pregunté a un indígena aymara si, para ellos, la pachamama (la madre tierra) y el inti (el padre sol) son dioses, y me respondió: Quienes no han recibido la evangelización, los consideran dioses; para quienes ya fuimos evangelizados, no son dioses, sino los mejores regalos de Dios. ¡Estupenda respuesta! ¡Eso son! Son manifestaciones del amor de Dios, no dioses.

En mi anterior diócesis, cuando yo escuchaba que con mucho cariño y respeto se hablaba de la “madre tierra”, me sentía molesto, pues yo me decía: Mi únicas madres son mi mamá, la Virgen María y la Iglesia. Y cuando veía que se postraban para besar la tierra, más me incomodaba. Pero conviviendo con los indígenas, comprendí que no la adoran como a una diosa, sino que la quieren valorar y reconocer como una verdadera madre, pues es la que nos da de comer, la que nos da el agua, el aire y todo lo que necesitamos para vivir: No la consideran una diosa; no la adoran; sólo le expresan su respeto y oran dando gracias a Dios por ella.

Lo mismo me pasaba cuando veía que se dirigían hacia los cuatro rumbos del universo, los puntos cardinales, les hacían reverencia, oraban y se dirigían también al sol con todo respeto. Antes de conocerlos y compartir la vida y la fe con ellos, sentía la tentación de juzgarlos y condenarlos como idólatras; después, aprecié su respeto a estos elementos de la naturaleza que nos dan vida, y me convencí que no los adoran como dioses, sino como obra de Dios, regalo suyo para la humanidad, y de esta forma también educan a sus hijos para no destruirlos, sino cuidarlos y respetarlos. No son idólatras. Quienes eso afirmen, no los conocen y los juzgan a distancia, desde lejos y desde fuera. La tierra y el sol son creaturas de Dios y sólo a El adoramos.

PENSAR

Dice la Biblia: “Entonces el Señor Dios formó al hombre del polvo de la tierra” (Gen 2,7). El miércoles de ceniza se nos recuerda: “Acuérdate que eres polvo y al polvo has de volver”. Esta es la realidad de todos los humanos.


Y para quitar toda duda sobre la actitud del Papa, basta recordar esto que escribió en Laudato si: “Cuando tomamos conciencia del reflejo de Dios que hay en todo lo que existe, el corazón experimenta el deseo de adorar al Señor por todas sus criaturas y junto con ellas, como se expresa en el precioso himno de san Francisco de Asís: Alabado seas, mi Señor, con todas tus criaturas…” (No. 87).


ACTUAR

No juzguemos como idolatría lo que no es. Conozcamos más a fondo las culturas originarias. Y es nuestra tarea compartir el Evangelio de Jesús, que nos libera de idolatrías, cuando las hubiere.

ÚLTIMASCOLUMNAS