/ sábado 3 de octubre de 2015

¿Qué nos enseñó el Papa? / Satiricosas/ Manú Dornbierer

A pensar como seres humanos justos y saludables.

Nos probó que la gran inteligencia se expresa con sencillez.

La cultura permite entender al mundo.

El gran instrumento es la verdad escueta y cristalina.

La elocuencia de la sonrisa y de la calma.

La verdad es el bien común.

El idioma castellano nos une a millones.

Un latinoamericano sabe lo que sentimos los latinoamericanos.

Todos fuimos extranjeros en algún momento en este continente.

Nos enseñó cómo darle una elegante trompada a Donald Trompas.

Alertó a los seguidores ciegos, ya que es el republicano number one.

Cuan mal están los blancos con alma negra.

La criminalidad de la pena de muerte legalizada.

La inutilidad y maldad del castigo sin esperanza.

La absoluta necesidad de luchar contra el mercantilismo destructor.

La despreciable pequeñez de los adoradores del dinero.

El planeta es la casa de todos y hay que salvarlo de la avaricia.

La única solución es pensar en el bien general.

Los derechos humanos, lo más importante y lo menos respetado.

El ecumenismo es por fin práctica católica.

No, a la descalificación de otras religiones, creencias o filosofías.

Sí, al respeto a la libertad de conciencia y de pensamiento.

El jesuita Bergoglio demostró que es un gran político y un buen y fuerte jefe de la tan necesitada Iglesia Católica. Recuperó desde su liderazgo espiritual la posibilidad de un arbitraje moral y de una guía sana. Recuperó el prestigio papal. Una extraña omisión

Al hablar de ecumenismo, sin embargo, no citó claramente al papa Juan XXIII, el mejor Papa del siglo XX. Citó al papa Paulo VI, del que  leyó en Estados Unidos algunas declaraciones. Pero nada de Juan XXIII. Y él  fue el primero que instauró ese concepto en la Iglesia Católica. A partir del Concilio Vaticano II,  al que convocó, ya no  fue vigente para los católicos la bárbara idea que la gente común resumió así: “mi Dios es el único, verdadero y mejor que el tuyo y por eso de mato”- equiparable al de la guerra santa musulmana: “mata un infiel y te vas al cielo”. Sorprendió pues la ausencia, digamos, de Juan XXIII en el discurso de Francisco I, sobre todo porque es además al que más se puede parecer el papa Bergoglio.

Ángelo Giuseppe Roncalli, se convirtió en el papa Juan XXIII, en el año de 1958, a los 76 años. Fue el tercero de los 13 hijos de una familia de campesinos, en el pequeño pueblo de Sotto il Monte, cerca de Bérgamo, en el norte de Italia. Se fue de su casa para estudiar para sacerdote a los 11 años. Durante la I Guerra Mundial fue enfermero y capellán.

“Evitó las trampas de su posición” y se negó a beneficiarse de ella, tanto para sí mismo como para su familia en todo lo material. En su testamento, el papa Juan XXIII escribió: "Nacido pobre, pero humilde y respetado, estoy particularmente contento de morir pobre. Doy gracias a Dios por esta gracia de la pobreza a la que juré fidelidad en mi juventud que me ha fortalecido en mi determinación para nunca pedir nada -dinero o favores- ni para mí ni para mis familiares y amigos". Juan XXIII murió en junio de 1963 y el mundo entero lo lloró como "Il Papa Buono”, "El Papa Bueno". Dejó de su "fortuna" personal a familiares que le sobrevivieron: ¡Menos de 20 dólares para cada uno! Por otra parte, a diferencia de su antecesor Pío XII,  salvó la vida de muchos judíos que huían de los nazis.

Durante la Segunda Guerra Mundial, Roncalli, entonces arzobispo, ocupó el cargo de jefe de la misión diplomática del Vaticano en Turquía, y fue representante del Vaticano en Grecia. Mientras estuvo allí, salvó las vidas de muchos judíos que huían de los nazis, proporcionándoles documentos que les permitieron salir de Europa. En reconocimiento a sus esfuerzos, la Fundación Internacional “Raoul Wallenberg” ha pedido que en monumentos a las víctimas judías del Holocausto, se incluya el nombre de Juan XXIII como uno de los "Justos entre las Naciones", que no siendo judíos,  son reconocidos formalmente por arriesgar hasta sus  propias vidas para salvarlos (el lector de Satiricosas quizá recuerde lo aquí dicho recientemente sobre el heroico diplomático mexicano Gilberto Bosques).

Las coincidencias del papa Francisco con “El Papa Bueno” son varias. Una vez que se convirtió en pontífice, Angelo Roncalli trabajó para mejorar las relaciones entre católicos y otras confesiones. Y curiosamente, el papa Juan XXIII, como hoy el papa Francisco, intervino exitosamente en las difíciles relaciones entre USA y Cuba. Tuvo un papel clave en 1962 en la crisis de los misiles de Cuba enfilados contra blancos, en Estados Unidos; cuando la URSS era aún muy fuerte y la Guerra Fría se calentó a grados peligrosos ¡hasta de posible guerra nuclear! El papa Juan XXIII contribuyó a que ambos países dieran marcha atrás, instando al presidente John F. Kennedy y al líder soviético, Nikita Khrushchev, a que actuaran con moderación,  a que se pusieran las pilas y no tronaran al planeta. Por Radio Vaticano, en el apogeo de la crisis, el Pontífice pronunció un gran discurso y terminó diciendo: "Pedimos a los jefes de Estado que no permanezcan sordos al clamor de la humanidad.¡Paz, paz!".

Días después del discurso del Papa, Khrushchev comenzó a retirar los misiles rusos de Cuba y desactivó la crisis. Meses más tarde, Juan XXIII publicó la encíclica "Pacem in Terris”," Paz en la Tierra ", dirigida "a todos los hombres de buena voluntad" y pidiendo a las poblaciones del mundo que convivieran en armonía.

El papa Juan XXIII fue canonizado al mismo tiempo que el papa Juan Pablo II, excelente político que logró, por así decirlo, tumbar el Muro de Berlín, pero amigo -como consta en miles de fotos en la prensa universal- del indecente Marcial Maciel, al que al parecer le dio carta blanca.

La Enciclopedia Británica lo presenta así: "El pontífice se convirtió en una especie de figura paterna para el mundo". Y añade "Si se mantuviera la costumbre antigua de canonización popular que aún estaba en vigor en 1963, probablemente él habría sido nombrado santo inmediatamente por la muchedumbre llorosa que se reunió en la Plaza de San Pedro, cuando se anunció su muerte".

Y es que el mundo entero lo lloró y le agradeció la salvación de una posible guerra nuclear. Librosdemanu@gmail.com

A pensar como seres humanos justos y saludables.

Nos probó que la gran inteligencia se expresa con sencillez.

La cultura permite entender al mundo.

El gran instrumento es la verdad escueta y cristalina.

La elocuencia de la sonrisa y de la calma.

La verdad es el bien común.

El idioma castellano nos une a millones.

Un latinoamericano sabe lo que sentimos los latinoamericanos.

Todos fuimos extranjeros en algún momento en este continente.

Nos enseñó cómo darle una elegante trompada a Donald Trompas.

Alertó a los seguidores ciegos, ya que es el republicano number one.

Cuan mal están los blancos con alma negra.

La criminalidad de la pena de muerte legalizada.

La inutilidad y maldad del castigo sin esperanza.

La absoluta necesidad de luchar contra el mercantilismo destructor.

La despreciable pequeñez de los adoradores del dinero.

El planeta es la casa de todos y hay que salvarlo de la avaricia.

La única solución es pensar en el bien general.

Los derechos humanos, lo más importante y lo menos respetado.

El ecumenismo es por fin práctica católica.

No, a la descalificación de otras religiones, creencias o filosofías.

Sí, al respeto a la libertad de conciencia y de pensamiento.

El jesuita Bergoglio demostró que es un gran político y un buen y fuerte jefe de la tan necesitada Iglesia Católica. Recuperó desde su liderazgo espiritual la posibilidad de un arbitraje moral y de una guía sana. Recuperó el prestigio papal. Una extraña omisión

Al hablar de ecumenismo, sin embargo, no citó claramente al papa Juan XXIII, el mejor Papa del siglo XX. Citó al papa Paulo VI, del que  leyó en Estados Unidos algunas declaraciones. Pero nada de Juan XXIII. Y él  fue el primero que instauró ese concepto en la Iglesia Católica. A partir del Concilio Vaticano II,  al que convocó, ya no  fue vigente para los católicos la bárbara idea que la gente común resumió así: “mi Dios es el único, verdadero y mejor que el tuyo y por eso de mato”- equiparable al de la guerra santa musulmana: “mata un infiel y te vas al cielo”. Sorprendió pues la ausencia, digamos, de Juan XXIII en el discurso de Francisco I, sobre todo porque es además al que más se puede parecer el papa Bergoglio.

Ángelo Giuseppe Roncalli, se convirtió en el papa Juan XXIII, en el año de 1958, a los 76 años. Fue el tercero de los 13 hijos de una familia de campesinos, en el pequeño pueblo de Sotto il Monte, cerca de Bérgamo, en el norte de Italia. Se fue de su casa para estudiar para sacerdote a los 11 años. Durante la I Guerra Mundial fue enfermero y capellán.

“Evitó las trampas de su posición” y se negó a beneficiarse de ella, tanto para sí mismo como para su familia en todo lo material. En su testamento, el papa Juan XXIII escribió: "Nacido pobre, pero humilde y respetado, estoy particularmente contento de morir pobre. Doy gracias a Dios por esta gracia de la pobreza a la que juré fidelidad en mi juventud que me ha fortalecido en mi determinación para nunca pedir nada -dinero o favores- ni para mí ni para mis familiares y amigos". Juan XXIII murió en junio de 1963 y el mundo entero lo lloró como "Il Papa Buono”, "El Papa Bueno". Dejó de su "fortuna" personal a familiares que le sobrevivieron: ¡Menos de 20 dólares para cada uno! Por otra parte, a diferencia de su antecesor Pío XII,  salvó la vida de muchos judíos que huían de los nazis.

Durante la Segunda Guerra Mundial, Roncalli, entonces arzobispo, ocupó el cargo de jefe de la misión diplomática del Vaticano en Turquía, y fue representante del Vaticano en Grecia. Mientras estuvo allí, salvó las vidas de muchos judíos que huían de los nazis, proporcionándoles documentos que les permitieron salir de Europa. En reconocimiento a sus esfuerzos, la Fundación Internacional “Raoul Wallenberg” ha pedido que en monumentos a las víctimas judías del Holocausto, se incluya el nombre de Juan XXIII como uno de los "Justos entre las Naciones", que no siendo judíos,  son reconocidos formalmente por arriesgar hasta sus  propias vidas para salvarlos (el lector de Satiricosas quizá recuerde lo aquí dicho recientemente sobre el heroico diplomático mexicano Gilberto Bosques).

Las coincidencias del papa Francisco con “El Papa Bueno” son varias. Una vez que se convirtió en pontífice, Angelo Roncalli trabajó para mejorar las relaciones entre católicos y otras confesiones. Y curiosamente, el papa Juan XXIII, como hoy el papa Francisco, intervino exitosamente en las difíciles relaciones entre USA y Cuba. Tuvo un papel clave en 1962 en la crisis de los misiles de Cuba enfilados contra blancos, en Estados Unidos; cuando la URSS era aún muy fuerte y la Guerra Fría se calentó a grados peligrosos ¡hasta de posible guerra nuclear! El papa Juan XXIII contribuyó a que ambos países dieran marcha atrás, instando al presidente John F. Kennedy y al líder soviético, Nikita Khrushchev, a que actuaran con moderación,  a que se pusieran las pilas y no tronaran al planeta. Por Radio Vaticano, en el apogeo de la crisis, el Pontífice pronunció un gran discurso y terminó diciendo: "Pedimos a los jefes de Estado que no permanezcan sordos al clamor de la humanidad.¡Paz, paz!".

Días después del discurso del Papa, Khrushchev comenzó a retirar los misiles rusos de Cuba y desactivó la crisis. Meses más tarde, Juan XXIII publicó la encíclica "Pacem in Terris”," Paz en la Tierra ", dirigida "a todos los hombres de buena voluntad" y pidiendo a las poblaciones del mundo que convivieran en armonía.

El papa Juan XXIII fue canonizado al mismo tiempo que el papa Juan Pablo II, excelente político que logró, por así decirlo, tumbar el Muro de Berlín, pero amigo -como consta en miles de fotos en la prensa universal- del indecente Marcial Maciel, al que al parecer le dio carta blanca.

La Enciclopedia Británica lo presenta así: "El pontífice se convirtió en una especie de figura paterna para el mundo". Y añade "Si se mantuviera la costumbre antigua de canonización popular que aún estaba en vigor en 1963, probablemente él habría sido nombrado santo inmediatamente por la muchedumbre llorosa que se reunió en la Plaza de San Pedro, cuando se anunció su muerte".

Y es que el mundo entero lo lloró y le agradeció la salvación de una posible guerra nuclear. Librosdemanu@gmail.com