/ miércoles 7 de octubre de 2015

“Las casas sucias” / Cuchillito de Palo / Catalina Noriega

De antología resultó la toma de protesta de Jaime Rodríguez a la gubernatura de Nuevo León. Sin pelos en la lengua, el primer independiente que alcanza un cargo de tanta jerarquía, logró mandar a la lona a su predecesor y, de acuerdo a las crónicas, dejar helado al Secretario de Gobernación.

Todos de traje formal, “prendiditos”, recién bañados y con aroma a perfumes caros. Pensaron que la ancestral hipocresía sería la tónica del evento. Quizás tendrían que tolerar alguna alusión, pero la diplomacia pondría un freno al agresivo discurso del conocido como “El Bronco”.

Fue estruendoso y sus palabras rebotaron en cuanto periódico hay, al unísono con un aplauso ensordecedor, a quien se comprometió a limpiar el cochinero que deja Rodrigo Medina.

“Hemos encontrado la casa sucia, las columnas derruidas, fugas por muchas partes, el techo cayéndose en otras, y para acabarla de fregar, hipotecada. Pero no es el tiempo el que castigó nuestra casa, sino la corrupción sin llenadera de muchos que se creyeron reyes y no gobernantes, que donde había ciudadanos veían súbditos, que donde había dinero público veían botín”.

“Hoy les digo claro y fuerte: ¡Se les acabó la fiesta a los bandidos! Se acabaron los lujos a costillas de la gente. Si quieren lana, háganla por la buena, como la gente honrada: ¡trabajando! (Martha Anaya).

Les puso las peras al cuarto, a la runfla de aves de rapiña que se van y dejó la advertencia para los que con él, llegan. Habló lo que todo ciudadano tiene en la punta de la lengua: Estamos hasta las cejas de rateros y aspiramos a una clase política, que se distinga por su ética y su honradez.

Ni descubrió el hilo negro, ni podrá sancionar a Medina. Se va a encontrar las cuentas más enrevesadas de la historia pero, demostrar jurídicamente que los faltantes fueron a dar a los haberes de los funcionarios, es harina de otro costal.

Las huellas de los hurtos de los de arriba son muy difíciles de detectar. En los casos más sonados, de tejemanejes de miembros de la casta divina, la sociedad exige castigo y lo único que ve es que caen los “charales”; los “servidores públicos”, a los que se obliga a firmar las tranzas de los jefes; los desvíos y demás enjuagues que hacen con los dineros públicos.

De las comisiones, ni qué decir. Ni el más lerdo las recibe mediante un cheque, o depósito a su cuenta. Se cobran en efectivo y después se “lavan” de acuerdo al monto, o se abonan a la chequera de hombres de paja.

Del exgobernador se dice que cuenta con una franquicia de restaurancillos –en apariencia propiedad de un íntimo amigo-, en la que blanquean los billetes mal habidos.

“El Bronco” no fue el único en encontrarse con ruinas: en Guadalajara, a Enrique Alfaro le fue igual. Recibió la alcaldía con palabras duras. Dejó en claro que el municipio está destrozado: banquetas intransitables, calles a pedazos, espacios públicos privatizados y, a la par que lo que ocurre en cualquier otro lugar de la República, obras costosas, mal hechas, inconclusas. En la Perla Tapatía, encima, el crimen posesionado de la población. A sus colaboradores les advirtió que, el que quiera hacerse de un peso mal habido, se vaya a otro Gobierno.

Se dice que al Bronco le sopló el discurso un avispado publicista, Luis Pérez de las Heras, quien coloca los cimientos para la candidatura presidencial de su jefe. De nada servirán los buenos oficios de su creativo, si no ejerce una administración transparente, eficaz y con la capacidad de llevar sus compromisos a la práctica. Otro tanto le espera a Alfaro. catalinanq@hotmail.com

Tuiter: @catalinanq

De antología resultó la toma de protesta de Jaime Rodríguez a la gubernatura de Nuevo León. Sin pelos en la lengua, el primer independiente que alcanza un cargo de tanta jerarquía, logró mandar a la lona a su predecesor y, de acuerdo a las crónicas, dejar helado al Secretario de Gobernación.

Todos de traje formal, “prendiditos”, recién bañados y con aroma a perfumes caros. Pensaron que la ancestral hipocresía sería la tónica del evento. Quizás tendrían que tolerar alguna alusión, pero la diplomacia pondría un freno al agresivo discurso del conocido como “El Bronco”.

Fue estruendoso y sus palabras rebotaron en cuanto periódico hay, al unísono con un aplauso ensordecedor, a quien se comprometió a limpiar el cochinero que deja Rodrigo Medina.

“Hemos encontrado la casa sucia, las columnas derruidas, fugas por muchas partes, el techo cayéndose en otras, y para acabarla de fregar, hipotecada. Pero no es el tiempo el que castigó nuestra casa, sino la corrupción sin llenadera de muchos que se creyeron reyes y no gobernantes, que donde había ciudadanos veían súbditos, que donde había dinero público veían botín”.

“Hoy les digo claro y fuerte: ¡Se les acabó la fiesta a los bandidos! Se acabaron los lujos a costillas de la gente. Si quieren lana, háganla por la buena, como la gente honrada: ¡trabajando! (Martha Anaya).

Les puso las peras al cuarto, a la runfla de aves de rapiña que se van y dejó la advertencia para los que con él, llegan. Habló lo que todo ciudadano tiene en la punta de la lengua: Estamos hasta las cejas de rateros y aspiramos a una clase política, que se distinga por su ética y su honradez.

Ni descubrió el hilo negro, ni podrá sancionar a Medina. Se va a encontrar las cuentas más enrevesadas de la historia pero, demostrar jurídicamente que los faltantes fueron a dar a los haberes de los funcionarios, es harina de otro costal.

Las huellas de los hurtos de los de arriba son muy difíciles de detectar. En los casos más sonados, de tejemanejes de miembros de la casta divina, la sociedad exige castigo y lo único que ve es que caen los “charales”; los “servidores públicos”, a los que se obliga a firmar las tranzas de los jefes; los desvíos y demás enjuagues que hacen con los dineros públicos.

De las comisiones, ni qué decir. Ni el más lerdo las recibe mediante un cheque, o depósito a su cuenta. Se cobran en efectivo y después se “lavan” de acuerdo al monto, o se abonan a la chequera de hombres de paja.

Del exgobernador se dice que cuenta con una franquicia de restaurancillos –en apariencia propiedad de un íntimo amigo-, en la que blanquean los billetes mal habidos.

“El Bronco” no fue el único en encontrarse con ruinas: en Guadalajara, a Enrique Alfaro le fue igual. Recibió la alcaldía con palabras duras. Dejó en claro que el municipio está destrozado: banquetas intransitables, calles a pedazos, espacios públicos privatizados y, a la par que lo que ocurre en cualquier otro lugar de la República, obras costosas, mal hechas, inconclusas. En la Perla Tapatía, encima, el crimen posesionado de la población. A sus colaboradores les advirtió que, el que quiera hacerse de un peso mal habido, se vaya a otro Gobierno.

Se dice que al Bronco le sopló el discurso un avispado publicista, Luis Pérez de las Heras, quien coloca los cimientos para la candidatura presidencial de su jefe. De nada servirán los buenos oficios de su creativo, si no ejerce una administración transparente, eficaz y con la capacidad de llevar sus compromisos a la práctica. Otro tanto le espera a Alfaro. catalinanq@hotmail.com

Tuiter: @catalinanq