/ domingo 3 de enero de 2016

“Nada nuevo hay... bajo el sol” | Cultura a la mexicana | Napoleón Fillat

Como sucede cada 365 días, ayer despedimos un año y dimos la bienvenida a otro (así lo digo, pues es la fecha en que escribí este texto) y como suele suceder, de una manera más que simbólica, nos deshicimos de los males que nos aquejaron durante el ciclo concluido para abrazar la promesa (no sé de quién) de que el año que inicia nos traerá la prosperidad y satisfacciones que en términos generales su antecesor nos negó durante las 365 veces que religiosamente como mínimo, le imploramos.

Actitud que coincide con la representación del dios romano Jano (con dos caras), también reconocido como el dios de las entradas, las puertas y los comienzos y cuyo nombre, al ser traducido al español dio por resultado a enero, primer mes del año, así reconocido por Julio César, primero, y después por el papa Gregorio XIII.

Circunstancia que resulta lógica, si consideramos al año como aquel periodo de tiempo que una vez acabado, vuelve a iniciar con la repetición no solo del conteo de días, meses y estaciones, sino también de la manía de enterrar a uno con las desgracias acumuladas durante 52 semanas y parir con esperanza al otro, dando lugar a una especie de "borrón y cuenta nueva". Una especie de "eterno retorno" a las mismas actitudes de optimismo terco e inocente frente al inicio del nuevo ciclo.

En ese tenor, la noche del 31 de diciembre de 2014 no fue la excepción, aunque nadie duda que solo en sentido figurado, con el año 2015 dejamos atrás la inseguridad, la corrupción, la violación a los derechos humanos, el desempleo y la pobreza de la mayor parte de nuestra población, para dar paso con nuevos bríos y casi mágicamente, a su solución automática. Logrando superarlos, aunque solo en nuestra mente, por un momento e iniciando el nuevo ciclo, como quien está ante una hoja en blanco en la que hay que empezar a escribir y dar vuelo a nuestra imaginación, a nuestro mundo feliz.

Pero esto apenas dura un instante, el que nos toma para reconsiderar nuestra situación real. La que nos dice que de cualquier forma, la vida tiene que continuar bajo las mismas bases establecidas desde antes que ocurriera el inicio del nuevo año. Que la renta, la letra del carro y la colegiatura se vencen los primeros cinco días de cada mes; que dada la situación económica del país, este año no obtendremos un aumento, al contrario, nuestro empleo está en peligro y que como siempre, tendremos que afrontar gastos y riesgos imprevistos y por lo tanto, nuestra situación estará cada día más complicada.

Sin embargo, con el vencimiento del ciclo y de allí su aspecto más positivo, viene el momento de la reconsideración de nuestra actitud personal ante el entorno que nos ha tocado vivir. Los ajustes a nuestros hábitos en nuestra vida cotidiana con trascendencia para nuestra vida social, como son: el cuidado de los recursos naturales y la economía nacional. Cuidar sana y legalmente de nosotros mismos y de nuestras familias, sin duda tiene un impacto social en beneficio de todos. El hacer conciencia de que el bienestar de la mayoría es el propio y que su práctica nos hace más civilizados (entendiendo por esto el ser más aptos para la vida colectiva), haría del año nuevo un renacer más efectivo que los eternos propósitos sin cumplir que caracteriza a esta época.

Desde luego que no es sencilla tal propuesta, nadie lo puede afirmar ; sobre todo cuando parecemos correr en el sentido exactamente contrario, la historia documentada así lo refleja; pero sin lugar a dudas es lo que necesitamos para prevalecer como especie.

“...Sería muy grato decirles que todo será fácil; desgraciadamente no es así".

Salvador Allende

napoleonef@hotmail.com

/arm

Como sucede cada 365 días, ayer despedimos un año y dimos la bienvenida a otro (así lo digo, pues es la fecha en que escribí este texto) y como suele suceder, de una manera más que simbólica, nos deshicimos de los males que nos aquejaron durante el ciclo concluido para abrazar la promesa (no sé de quién) de que el año que inicia nos traerá la prosperidad y satisfacciones que en términos generales su antecesor nos negó durante las 365 veces que religiosamente como mínimo, le imploramos.

Actitud que coincide con la representación del dios romano Jano (con dos caras), también reconocido como el dios de las entradas, las puertas y los comienzos y cuyo nombre, al ser traducido al español dio por resultado a enero, primer mes del año, así reconocido por Julio César, primero, y después por el papa Gregorio XIII.

Circunstancia que resulta lógica, si consideramos al año como aquel periodo de tiempo que una vez acabado, vuelve a iniciar con la repetición no solo del conteo de días, meses y estaciones, sino también de la manía de enterrar a uno con las desgracias acumuladas durante 52 semanas y parir con esperanza al otro, dando lugar a una especie de "borrón y cuenta nueva". Una especie de "eterno retorno" a las mismas actitudes de optimismo terco e inocente frente al inicio del nuevo ciclo.

En ese tenor, la noche del 31 de diciembre de 2014 no fue la excepción, aunque nadie duda que solo en sentido figurado, con el año 2015 dejamos atrás la inseguridad, la corrupción, la violación a los derechos humanos, el desempleo y la pobreza de la mayor parte de nuestra población, para dar paso con nuevos bríos y casi mágicamente, a su solución automática. Logrando superarlos, aunque solo en nuestra mente, por un momento e iniciando el nuevo ciclo, como quien está ante una hoja en blanco en la que hay que empezar a escribir y dar vuelo a nuestra imaginación, a nuestro mundo feliz.

Pero esto apenas dura un instante, el que nos toma para reconsiderar nuestra situación real. La que nos dice que de cualquier forma, la vida tiene que continuar bajo las mismas bases establecidas desde antes que ocurriera el inicio del nuevo año. Que la renta, la letra del carro y la colegiatura se vencen los primeros cinco días de cada mes; que dada la situación económica del país, este año no obtendremos un aumento, al contrario, nuestro empleo está en peligro y que como siempre, tendremos que afrontar gastos y riesgos imprevistos y por lo tanto, nuestra situación estará cada día más complicada.

Sin embargo, con el vencimiento del ciclo y de allí su aspecto más positivo, viene el momento de la reconsideración de nuestra actitud personal ante el entorno que nos ha tocado vivir. Los ajustes a nuestros hábitos en nuestra vida cotidiana con trascendencia para nuestra vida social, como son: el cuidado de los recursos naturales y la economía nacional. Cuidar sana y legalmente de nosotros mismos y de nuestras familias, sin duda tiene un impacto social en beneficio de todos. El hacer conciencia de que el bienestar de la mayoría es el propio y que su práctica nos hace más civilizados (entendiendo por esto el ser más aptos para la vida colectiva), haría del año nuevo un renacer más efectivo que los eternos propósitos sin cumplir que caracteriza a esta época.

Desde luego que no es sencilla tal propuesta, nadie lo puede afirmar ; sobre todo cuando parecemos correr en el sentido exactamente contrario, la historia documentada así lo refleja; pero sin lugar a dudas es lo que necesitamos para prevalecer como especie.

“...Sería muy grato decirles que todo será fácil; desgraciadamente no es así".

Salvador Allende

napoleonef@hotmail.com

/arm

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