/ lunes 27 de noviembre de 2017

2018: crecer o estabilizar

Por José Luis de la Cruz Gallegos*

México deberá redefinir su estrategia de política económica para superar los desafíos que enfrenta. El tiempo de la ortodoxia, de quedar atrapados por el dogma de la estabilización contable de la macroeconomía debe ceder el paso a lo que economistas como Francisco Suárez Dávila han denominado la “obsesión asiática por el crecimiento”.

Dicha obsesión debe asociarse con un firme compromiso a favor de la creación de empleo formal, que pague más de 3 salarios mínimos, y el fomento a la inversión productiva nacional en condiciones similares a las otorgas a la internacional.

Piso parejo, que el sector público no genere distorsiones a la competencia perfecta: a inversiones iguales facilidades iguales, aunque lo ideal es seguir el ejemplo de las naciones exitosas (China, Japón o Corea del Sur) el interés nacional es primero. Los países asiáticos no son los únicos, Estados Unidos  (EU) y Gran Bretaña dieron un viraje profundo, que tomó mal parados a quienes fueron educados y entrenados en la ortodoxia sin nacionalidad: hoy el interés nacional se encuentra en el eje de política económica de las dos potencias. El tiempo se agotó, la agenda internacional se transformó diametralmente. La crisis del periodo 2007-2009 tuvo su advertencia con los quebrantos contables registrados a inicios del nuevo milenio: la especulación financiera rompió el precario equilibrio global.

El reordenamiento llegó al comercio internacional y a su base productiva. Los países asiáticos lo vieron acertadamente hace 40 años, se insertaron en el ADN de las exportaciones globales y se volvieron atractivos a la inversión extranjera. Hoy son competidores globales. Con dos décadas de retraso el gobierno de EU lo detectó y por ello ha instrumentado medidas agresivas de política económica, busca revertir el riesgo tanto para su economía y estabilidad doméstica como para su hegemonía mundial. Intenta su reindustrialización y crear empleo a través de una reforma fiscal que en México aún no se termina de entender: no se pondera adecuadamente que ya fue aprobada por la Cámara de Representantes. Los cambios fiscales en EU podrían modificar sustancialmente el flujo de inversión productiva.  La estrategia de Donald Trump: zanahoria y garrote. Disminución del ISR, deducción inmediata hasta por 5 años a la inversión productiva, gravar las utilidades que sus empresas no han remitido a EU y a sus activos no líquidos en el extranjero, impuestos al pago que empresas norteamericanas hacen a sus filiales establecidas en lugares fiscalmente más atractivos. Al igual que con la renegociación del TLCAN, en México hay quienes intentan convencer a los norteamericanos que eso no es viable. No quieren ver que su Cámara de Representantes ya lo aprobó: en estos momentos las empresas que tienen una planeación estratégica de mediano y largo plazo valoran los pros y contras de los cambios fiscales. Quienes no lo hacen se llamarán sorprendidos en unos meses.  El otro gran reto externo es la renegociación del TLCAN, el posible fin del acuerdo, constituye el segundo mayor riesgo externo para el país. El primero es el cambio fiscal ya mencionado, más silencioso, pero más dañino.

La política económica mexicana falló en su estrategia de apertura económica porque piensa que con firmar acuerdos será suficiente, que “la mano invisible” hará el resto. Firmar acuerdos es más fácil que hacer el trabajo pesado de elaborar programas de desarrollo sectorial y regional. La teoría de los años ochenta y noventa lo validaba. La realidad del siglo XXI muestra que la heterodoxia asiática era mejor: obsesión por crecer. México se especializó en estabilizar contablemente a la macroeconomía. Hoy la inflación, el endeudamiento público, la precarización del mercado laboral y el bajo crecimiento permiten cuestionar si eso es suficiente para 123 millones de personas en donde la mitad se encuentra en pobreza de ingresos. La elección del 2018 mostrará los planteamientos de quienes aspiran a gobernar México. ¿Tendrán la capacidad, objetividad y libertad de proponer nuevas estrategias de política económica o quedarán atrapados por el dogma del estancamiento estabilizador y el asistencialismo social?

*Director del instituto para el desarrollo industrial y el crecimiento económico

Por José Luis de la Cruz Gallegos*

México deberá redefinir su estrategia de política económica para superar los desafíos que enfrenta. El tiempo de la ortodoxia, de quedar atrapados por el dogma de la estabilización contable de la macroeconomía debe ceder el paso a lo que economistas como Francisco Suárez Dávila han denominado la “obsesión asiática por el crecimiento”.

Dicha obsesión debe asociarse con un firme compromiso a favor de la creación de empleo formal, que pague más de 3 salarios mínimos, y el fomento a la inversión productiva nacional en condiciones similares a las otorgas a la internacional.

Piso parejo, que el sector público no genere distorsiones a la competencia perfecta: a inversiones iguales facilidades iguales, aunque lo ideal es seguir el ejemplo de las naciones exitosas (China, Japón o Corea del Sur) el interés nacional es primero. Los países asiáticos no son los únicos, Estados Unidos  (EU) y Gran Bretaña dieron un viraje profundo, que tomó mal parados a quienes fueron educados y entrenados en la ortodoxia sin nacionalidad: hoy el interés nacional se encuentra en el eje de política económica de las dos potencias. El tiempo se agotó, la agenda internacional se transformó diametralmente. La crisis del periodo 2007-2009 tuvo su advertencia con los quebrantos contables registrados a inicios del nuevo milenio: la especulación financiera rompió el precario equilibrio global.

El reordenamiento llegó al comercio internacional y a su base productiva. Los países asiáticos lo vieron acertadamente hace 40 años, se insertaron en el ADN de las exportaciones globales y se volvieron atractivos a la inversión extranjera. Hoy son competidores globales. Con dos décadas de retraso el gobierno de EU lo detectó y por ello ha instrumentado medidas agresivas de política económica, busca revertir el riesgo tanto para su economía y estabilidad doméstica como para su hegemonía mundial. Intenta su reindustrialización y crear empleo a través de una reforma fiscal que en México aún no se termina de entender: no se pondera adecuadamente que ya fue aprobada por la Cámara de Representantes. Los cambios fiscales en EU podrían modificar sustancialmente el flujo de inversión productiva.  La estrategia de Donald Trump: zanahoria y garrote. Disminución del ISR, deducción inmediata hasta por 5 años a la inversión productiva, gravar las utilidades que sus empresas no han remitido a EU y a sus activos no líquidos en el extranjero, impuestos al pago que empresas norteamericanas hacen a sus filiales establecidas en lugares fiscalmente más atractivos. Al igual que con la renegociación del TLCAN, en México hay quienes intentan convencer a los norteamericanos que eso no es viable. No quieren ver que su Cámara de Representantes ya lo aprobó: en estos momentos las empresas que tienen una planeación estratégica de mediano y largo plazo valoran los pros y contras de los cambios fiscales. Quienes no lo hacen se llamarán sorprendidos en unos meses.  El otro gran reto externo es la renegociación del TLCAN, el posible fin del acuerdo, constituye el segundo mayor riesgo externo para el país. El primero es el cambio fiscal ya mencionado, más silencioso, pero más dañino.

La política económica mexicana falló en su estrategia de apertura económica porque piensa que con firmar acuerdos será suficiente, que “la mano invisible” hará el resto. Firmar acuerdos es más fácil que hacer el trabajo pesado de elaborar programas de desarrollo sectorial y regional. La teoría de los años ochenta y noventa lo validaba. La realidad del siglo XXI muestra que la heterodoxia asiática era mejor: obsesión por crecer. México se especializó en estabilizar contablemente a la macroeconomía. Hoy la inflación, el endeudamiento público, la precarización del mercado laboral y el bajo crecimiento permiten cuestionar si eso es suficiente para 123 millones de personas en donde la mitad se encuentra en pobreza de ingresos. La elección del 2018 mostrará los planteamientos de quienes aspiran a gobernar México. ¿Tendrán la capacidad, objetividad y libertad de proponer nuevas estrategias de política económica o quedarán atrapados por el dogma del estancamiento estabilizador y el asistencialismo social?

*Director del instituto para el desarrollo industrial y el crecimiento económico