/ martes 29 de marzo de 2022

#31M: ser trans en tiempos de coyuntura

Activistas Unidxs

El 31 de marzo de cada año se conmemora el Día Internacional de la Visibilidad Trans. A diferencia de lo ocurrido en otros años, este #31M concitará sin duda el interés de un gran número de audiencias. Esto se debe a diversas razones de entre las que cabría señalar la irrupción en la vida pública de un movimiento social complejo y heterogéneo pero que se articula alrededor de la exigencia de erradicar la violencias que día a día sufren las personas trans y no binarias.

Tales demandas, sin embargo, se han encontrado con resistencias en múltiples espacios en los que se cuestiona la pertinencia de incluir a las mujeres trans en diversos mecanismos cuyo objetivo es hacer valer los derechos humanos de las mujeres; hay quienes además sostienen que las vivencias trans no pueden servir de base para la construcción de leyes pues son “meros sentimientos imposibles de validar objetivamente”. Dichas resistencias han dado lugar a una coyuntura que parece haber alcanzado su cenit con la realización de un polémico evento auspiciado por el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Este foro generó muy variadas reacciones y hubo quienes lo defendieron argumentando que el derecho a la libertad de expresión no debía ser vulnerado bajo ninguna circunstancia. Hubo asimismo quienes sostuvieron que, si bien estaban en desacuerdo con las opiniones allí vertidas, al final del día el objetivo de los espacios académicos consiste en generar un diálogo acerca de tópicos controversiales. Hubo desde luego quienes abiertamente suscribían lo allí dicho.

A esos tres tipos de audiencias es a los que buscamos interpelar con este texto. Sabemos que muy probablemente no gestaremos un consenso pero esperamos que, de menos, un esfuerzo como este sirva para que el grueso de la población comprenda y empatice con las posturas de quienes consideramos que la vida y la dignidad de las personas trans están siendo vulneradas.

En primer lugar, es necesario decir lo obvio. Referirse a las personas trans, intersex o no binarias como si fuéramos cosas, anomalías o monstruosidades es deshumanizante y alimenta las narrativas que nos reducen a meras patologías; afirmar que simplemente no existimos es una rotunda denegación de nuestra agencia. En un foro que se dice interesado por los derechos humanos tales expresiones están fuera de lugar. Reflejan, además, el desconocimiento de quienes sostienen tales posturas no sólo en lo que respecta a nuestros movimientos sino también en relación a la producción académica que lenta pero contundentemente ha ido reconociendo sus propios sesgos cis-sexistas y binaristas.

En segundo lugar, resulta por demás curioso que en un foro que ha sido defendido como un bastión de la libertad de expresión, el disenso y la pluralidad, hubieran únicamente voces emanadas de los feminismos transexcluyentes. No estuvieron presentes otros feminismos ni tampoco otros saberes que fueron mencionados; se echó en falta la presencia de personas trans, no binarias, intersex y también de sexólogas, psicólogas, y teóricas de género con otras posturas. Lo que hubo fue un performance de diálogo y discusión en el que las preguntas y señalamientos que venían de otros puntos de vista fueron sistemáticamente ignorados.

Tercero, nos parece importante cuestionar el uso retórico del prestigio como mecanismo de construcción de opinión pública. Esto es por demás claro cuando el diálogo crítico es dejado a un lado para así apelar simplemente a la trayectoria –y no a los argumentos– de quien habla. De igual modo, creemos que la argumentación se vicia cuando se presenta una historia incompleta y sesgada de los estudios de género y sexualidad en la que se hace caso omiso de las contribuciones de numerosas autoras que han cuestionado el carácter dado y autoevidente del sexo. Estos dos aspectos socavan cualquier pretensión de seriedad pues los argumentos han sido ya reemplazados por el capital simbólico de quien habla.

Finalmente, no es nuestra intención el hacer un llamado a la censura. Creemos, eso sí, que la libertad de expresión no admite la deshumanización de nadie ni la conversión de las personas en meros objetos a ser disectados. Creemos también en el diálogo, pero no cuando se reduce a un simulacro en el cual no solo no estamos presentes sino que no se nos reconoce como sujetos capaces de pensar; cuando se afirma, por ejemplo, que el movimiento trans tiene meros 20 años de existencia lo que se revela es un profundo desinterés por conocer todo aquello que hemos escrito, reflexionado y enunciado. Hacemos, por ende, un llamado a que se fortalezcan los marcos jurídicos que garantizan los derechos humanos de todas las personas. Cuando nuestra humanidad esté firmemente asegurada, será mucho más fácil discutir en igualdad de condiciones y sin que las opiniones transexcluyentes nos dejen en silencio y arrinconadas en la patología.

Activistas Unidxs

El 31 de marzo de cada año se conmemora el Día Internacional de la Visibilidad Trans. A diferencia de lo ocurrido en otros años, este #31M concitará sin duda el interés de un gran número de audiencias. Esto se debe a diversas razones de entre las que cabría señalar la irrupción en la vida pública de un movimiento social complejo y heterogéneo pero que se articula alrededor de la exigencia de erradicar la violencias que día a día sufren las personas trans y no binarias.

Tales demandas, sin embargo, se han encontrado con resistencias en múltiples espacios en los que se cuestiona la pertinencia de incluir a las mujeres trans en diversos mecanismos cuyo objetivo es hacer valer los derechos humanos de las mujeres; hay quienes además sostienen que las vivencias trans no pueden servir de base para la construcción de leyes pues son “meros sentimientos imposibles de validar objetivamente”. Dichas resistencias han dado lugar a una coyuntura que parece haber alcanzado su cenit con la realización de un polémico evento auspiciado por el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Este foro generó muy variadas reacciones y hubo quienes lo defendieron argumentando que el derecho a la libertad de expresión no debía ser vulnerado bajo ninguna circunstancia. Hubo asimismo quienes sostuvieron que, si bien estaban en desacuerdo con las opiniones allí vertidas, al final del día el objetivo de los espacios académicos consiste en generar un diálogo acerca de tópicos controversiales. Hubo desde luego quienes abiertamente suscribían lo allí dicho.

A esos tres tipos de audiencias es a los que buscamos interpelar con este texto. Sabemos que muy probablemente no gestaremos un consenso pero esperamos que, de menos, un esfuerzo como este sirva para que el grueso de la población comprenda y empatice con las posturas de quienes consideramos que la vida y la dignidad de las personas trans están siendo vulneradas.

En primer lugar, es necesario decir lo obvio. Referirse a las personas trans, intersex o no binarias como si fuéramos cosas, anomalías o monstruosidades es deshumanizante y alimenta las narrativas que nos reducen a meras patologías; afirmar que simplemente no existimos es una rotunda denegación de nuestra agencia. En un foro que se dice interesado por los derechos humanos tales expresiones están fuera de lugar. Reflejan, además, el desconocimiento de quienes sostienen tales posturas no sólo en lo que respecta a nuestros movimientos sino también en relación a la producción académica que lenta pero contundentemente ha ido reconociendo sus propios sesgos cis-sexistas y binaristas.

En segundo lugar, resulta por demás curioso que en un foro que ha sido defendido como un bastión de la libertad de expresión, el disenso y la pluralidad, hubieran únicamente voces emanadas de los feminismos transexcluyentes. No estuvieron presentes otros feminismos ni tampoco otros saberes que fueron mencionados; se echó en falta la presencia de personas trans, no binarias, intersex y también de sexólogas, psicólogas, y teóricas de género con otras posturas. Lo que hubo fue un performance de diálogo y discusión en el que las preguntas y señalamientos que venían de otros puntos de vista fueron sistemáticamente ignorados.

Tercero, nos parece importante cuestionar el uso retórico del prestigio como mecanismo de construcción de opinión pública. Esto es por demás claro cuando el diálogo crítico es dejado a un lado para así apelar simplemente a la trayectoria –y no a los argumentos– de quien habla. De igual modo, creemos que la argumentación se vicia cuando se presenta una historia incompleta y sesgada de los estudios de género y sexualidad en la que se hace caso omiso de las contribuciones de numerosas autoras que han cuestionado el carácter dado y autoevidente del sexo. Estos dos aspectos socavan cualquier pretensión de seriedad pues los argumentos han sido ya reemplazados por el capital simbólico de quien habla.

Finalmente, no es nuestra intención el hacer un llamado a la censura. Creemos, eso sí, que la libertad de expresión no admite la deshumanización de nadie ni la conversión de las personas en meros objetos a ser disectados. Creemos también en el diálogo, pero no cuando se reduce a un simulacro en el cual no solo no estamos presentes sino que no se nos reconoce como sujetos capaces de pensar; cuando se afirma, por ejemplo, que el movimiento trans tiene meros 20 años de existencia lo que se revela es un profundo desinterés por conocer todo aquello que hemos escrito, reflexionado y enunciado. Hacemos, por ende, un llamado a que se fortalezcan los marcos jurídicos que garantizan los derechos humanos de todas las personas. Cuando nuestra humanidad esté firmemente asegurada, será mucho más fácil discutir en igualdad de condiciones y sin que las opiniones transexcluyentes nos dejen en silencio y arrinconadas en la patología.