/ viernes 28 de mayo de 2021

70 años tardó y sigue en construcción

Por: Fernanda Aguila Valdez


La democracia en México es uno de los proyectos más ambiciosos y endebles; cuya culminación probablemente no podrán ver nuestros ojos. La madre de los conceptos que impera en el lenguaje político de occidente, representa valuarte para algunos y moneda de cambio para otros. Sin duda, es por esto, que el ideal democrático se vuelve tan difícil de alcanzar.

La democracia, entendida como la forma de gobierno que permite la representación, el diálogo y la creación de consensos entre los distintos sectores de la sociedad es para Galtung (2013) una institución que requiere bases sólidas que le permita erigirse y preservarse aún en contextos variables.

La historia democrática en México, ha puesto en evidencia las fallas estructurales que amenazan a dicha institución. Si bien, hubieron grandes aciertos como la creación de un órgano autónomo encargado de organizar las elecciones esto no ha sido suficiente. En nuestro país, no se ha logrado democratizar a la sociedad civil. La educación en el diálogo y la participación libre de violencia, no ha logrado instaurarse en una sociedad cada vez más polarizada; donde la ausencia del diálogo es evidente aún al interior de las propias instituciones gubernamentales.

Aunado a lo anterior, la transparencia entendida como la democratización del capital y el mapeo de aquellos actores cuyos intereses se vinculan a este, es sin duda otra área de oportunidad para la democracia. Hoy, México está plagado de “Coturnos” —apodo que hace referencia al calzado que usaban los atenienses en las tragedias, que servía lo mismo para el pie derecho que para el izquierdo—. De esta manera y sin una identidad bien establecida, los intereses económicos moldean la lealtad de los actores políticos, menoscabando las opciones de representatividad y limitando el debate a polos que parecieran irreconciliables, pero que en el fondo resultan ser principio y fin de la misma cosa.

Más de 70 años nos tomó llegar aquí y seguimos limitando el diálogo a partir de actos violentos, sacrificando la identidad y la congruencia a cambio de votos. Centralizando el poder e impidiendo el equilibrio de los poderes. Ocultando información trascendente sobre los proyectos. Pero no todas son malas noticias. La democracia como la paz, se construye y se preserva a partir de modificaciones profundas a nuestras estructuras, paradigmas y formas de relacionarnos. Seamos críticos de lo que hemos contruido y busquemos nuevas formas de hacer política.


@fer_aguilav95

Por: Fernanda Aguila Valdez


La democracia en México es uno de los proyectos más ambiciosos y endebles; cuya culminación probablemente no podrán ver nuestros ojos. La madre de los conceptos que impera en el lenguaje político de occidente, representa valuarte para algunos y moneda de cambio para otros. Sin duda, es por esto, que el ideal democrático se vuelve tan difícil de alcanzar.

La democracia, entendida como la forma de gobierno que permite la representación, el diálogo y la creación de consensos entre los distintos sectores de la sociedad es para Galtung (2013) una institución que requiere bases sólidas que le permita erigirse y preservarse aún en contextos variables.

La historia democrática en México, ha puesto en evidencia las fallas estructurales que amenazan a dicha institución. Si bien, hubieron grandes aciertos como la creación de un órgano autónomo encargado de organizar las elecciones esto no ha sido suficiente. En nuestro país, no se ha logrado democratizar a la sociedad civil. La educación en el diálogo y la participación libre de violencia, no ha logrado instaurarse en una sociedad cada vez más polarizada; donde la ausencia del diálogo es evidente aún al interior de las propias instituciones gubernamentales.

Aunado a lo anterior, la transparencia entendida como la democratización del capital y el mapeo de aquellos actores cuyos intereses se vinculan a este, es sin duda otra área de oportunidad para la democracia. Hoy, México está plagado de “Coturnos” —apodo que hace referencia al calzado que usaban los atenienses en las tragedias, que servía lo mismo para el pie derecho que para el izquierdo—. De esta manera y sin una identidad bien establecida, los intereses económicos moldean la lealtad de los actores políticos, menoscabando las opciones de representatividad y limitando el debate a polos que parecieran irreconciliables, pero que en el fondo resultan ser principio y fin de la misma cosa.

Más de 70 años nos tomó llegar aquí y seguimos limitando el diálogo a partir de actos violentos, sacrificando la identidad y la congruencia a cambio de votos. Centralizando el poder e impidiendo el equilibrio de los poderes. Ocultando información trascendente sobre los proyectos. Pero no todas son malas noticias. La democracia como la paz, se construye y se preserva a partir de modificaciones profundas a nuestras estructuras, paradigmas y formas de relacionarnos. Seamos críticos de lo que hemos contruido y busquemos nuevas formas de hacer política.


@fer_aguilav95