/ jueves 7 de enero de 2016

Alianzas sin memoria / Pedro Peñaloza

“Gracias a la memoria se da en los hombres lo que se llama experiencia”.

Aristóteles 1.- izquierda amnésica y cínica. Recapitulemos: ahora que los dirigentes de las tres corrientes electorales más influyentes se lanzan lodo a propósito de las alianzas, es conveniente aportar algunos datos que refresquen la memoria de los que al parecer la han perdido. En 1988 Cuauhtémoc Cárdenas fue apoyado por tres partidos denominados “paraestatales” (PPS, PCT y PARM), quienes inicialmente hicieron suya la ruptura de la llamada Corriente Democrática, en donde se encontraban el propio Cárdenas, Muñoz Ledo, Ifigenia Martínez, entre otros. El grupo hegemónico del PRI subestimó la fractura, es más, llamó a dichos partidos para reprenderlos y ofrecerles algunas canonjías. Sin embargo, los dirigentes de las tres franquicias vieron en Cárdenas un bono electoral rentable que podía ser instrumento de negociación para obtener buenas bagatelas y de las que habían vivido siempre. El hijo del “Tata” Cárdenas empezó a cosechar sentimientos nacionalistas desde el inicio de su campaña. Los gerentes de los partidos apoyadores del exgobernador de Michoacán “se frotaban las manos”, obtendrían recursos económicos, muchas curules e interlocución privilegiada con el Gobierno priísta. Empero, la irrupción de un movimiento social al margen de los partidos y vinculado a luchas populares, estudiantiles, feministas y de distintas expresiones, “rebasó por la izquierda” a las momias burocráticas que rodeaban a Cárdenas y, quizá el punto de inflexión que dobló al candidato del PSUM, Heberto Castillo, lo fue el acto de masas en Ciudad Universitaria (CU). Miles y miles de jóvenes, y otros no tanto, vieron a Cuauhtémoc como la única posibilidad de derrotar en las urnas al candidato priísta, Salinas de Gortari. Al acto de CU se opusieron, con campaña de ataques incluida, la burocracia universitaria y los tres partidos paleros que hasta ese momento habían acompañado a Cárdenas.

Al correr del tiempo, y para fines explicativos de estas notas, una parte de los dirigentes del PST (Ortega, Graco, Raya y otros) se encaramaron en la dirección del nuevo partido (PRD), y hoy ejercen la hegemonía. Son estos personajes los que recientemente se aliaron al PRI y al PAN para construir “El Pacto Por México”, que como se sabe, el único beneficiario fue el PRI. Hoy, con la “ayuda” del expriísta, Agustín Basave, pretenden recuperar imagen antipriísta, promoviendo alianzas electorales con el PAN. Es destacable que dichos acuerdos solo cumplen una función electoral, carecen de contenido programático y solo suscriben generalidades que cualquiera podría firmar. Disparando en la oscuridad.

2.- La realidad estalla en la cara. Las lamentables experiencias de Puebla, Sinaloa y Oaxaca no significan nada para la dirigencia perredista. El PRD y el PAN llevaron a la gubernatura a tres personajes que ahora son unos verdaderos pícaros, que son más priístas que los propios militantes del partido tricolor. Sí, Moreno Valle, Malova y Gabino Cué, resultaron un fiasco y no contribuyeron a mejorar las condiciones sociales de poblaciones sedientas de justicia. Lejos de ello, ejercieron políticas autoritarias que únicamente sirvieron para reproducir el control y la manipulación. Ahora, los dirigentes de estos partidos vuelven a las andadas y se cobijan entre sí, sin lo más importante: una plataforma electoral precisa y clara. Solo agitan consignas abstractas. No más.

El meollo del asunto en los acuerdos aliancistas no es solo de “pureza” política, va más allá, significa analizar las condiciones específicas y los planteamientos concretos para determinada coyuntura social. Plantear un Gobierno de coalición entre el PRD y el PAN, en la eventualidad de ganar alguna gubernatura, es un experimento de oportunistas. No más. pedropenaloza@yahoo.com

Twitter: @pedro_penaloz

“Gracias a la memoria se da en los hombres lo que se llama experiencia”.

Aristóteles 1.- izquierda amnésica y cínica. Recapitulemos: ahora que los dirigentes de las tres corrientes electorales más influyentes se lanzan lodo a propósito de las alianzas, es conveniente aportar algunos datos que refresquen la memoria de los que al parecer la han perdido. En 1988 Cuauhtémoc Cárdenas fue apoyado por tres partidos denominados “paraestatales” (PPS, PCT y PARM), quienes inicialmente hicieron suya la ruptura de la llamada Corriente Democrática, en donde se encontraban el propio Cárdenas, Muñoz Ledo, Ifigenia Martínez, entre otros. El grupo hegemónico del PRI subestimó la fractura, es más, llamó a dichos partidos para reprenderlos y ofrecerles algunas canonjías. Sin embargo, los dirigentes de las tres franquicias vieron en Cárdenas un bono electoral rentable que podía ser instrumento de negociación para obtener buenas bagatelas y de las que habían vivido siempre. El hijo del “Tata” Cárdenas empezó a cosechar sentimientos nacionalistas desde el inicio de su campaña. Los gerentes de los partidos apoyadores del exgobernador de Michoacán “se frotaban las manos”, obtendrían recursos económicos, muchas curules e interlocución privilegiada con el Gobierno priísta. Empero, la irrupción de un movimiento social al margen de los partidos y vinculado a luchas populares, estudiantiles, feministas y de distintas expresiones, “rebasó por la izquierda” a las momias burocráticas que rodeaban a Cárdenas y, quizá el punto de inflexión que dobló al candidato del PSUM, Heberto Castillo, lo fue el acto de masas en Ciudad Universitaria (CU). Miles y miles de jóvenes, y otros no tanto, vieron a Cuauhtémoc como la única posibilidad de derrotar en las urnas al candidato priísta, Salinas de Gortari. Al acto de CU se opusieron, con campaña de ataques incluida, la burocracia universitaria y los tres partidos paleros que hasta ese momento habían acompañado a Cárdenas.

Al correr del tiempo, y para fines explicativos de estas notas, una parte de los dirigentes del PST (Ortega, Graco, Raya y otros) se encaramaron en la dirección del nuevo partido (PRD), y hoy ejercen la hegemonía. Son estos personajes los que recientemente se aliaron al PRI y al PAN para construir “El Pacto Por México”, que como se sabe, el único beneficiario fue el PRI. Hoy, con la “ayuda” del expriísta, Agustín Basave, pretenden recuperar imagen antipriísta, promoviendo alianzas electorales con el PAN. Es destacable que dichos acuerdos solo cumplen una función electoral, carecen de contenido programático y solo suscriben generalidades que cualquiera podría firmar. Disparando en la oscuridad.

2.- La realidad estalla en la cara. Las lamentables experiencias de Puebla, Sinaloa y Oaxaca no significan nada para la dirigencia perredista. El PRD y el PAN llevaron a la gubernatura a tres personajes que ahora son unos verdaderos pícaros, que son más priístas que los propios militantes del partido tricolor. Sí, Moreno Valle, Malova y Gabino Cué, resultaron un fiasco y no contribuyeron a mejorar las condiciones sociales de poblaciones sedientas de justicia. Lejos de ello, ejercieron políticas autoritarias que únicamente sirvieron para reproducir el control y la manipulación. Ahora, los dirigentes de estos partidos vuelven a las andadas y se cobijan entre sí, sin lo más importante: una plataforma electoral precisa y clara. Solo agitan consignas abstractas. No más.

El meollo del asunto en los acuerdos aliancistas no es solo de “pureza” política, va más allá, significa analizar las condiciones específicas y los planteamientos concretos para determinada coyuntura social. Plantear un Gobierno de coalición entre el PRD y el PAN, en la eventualidad de ganar alguna gubernatura, es un experimento de oportunistas. No más. pedropenaloza@yahoo.com

Twitter: @pedro_penaloz

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