/ sábado 20 de agosto de 2016

Alto Poder

  • Manuel Mejido
  • México y Emiratos Árabes, dos manejos de bonanza petrolera
  • Los árabes corrigieron a tiempo el despilfarro
  • Pemex está en quiebra y trasnacionales saquean al país

Aunque se diga que las comparaciones son odiosas, en realidad resultan muy reveladoras y necesarias cuando se hacen basadas en hechos y con conocimiento de causa de profesionales en la materia.

En 1975 publiqué el libro "Los amos del petróleo", después de recorrer todos los países productores del Golfo Pérsico.

Para efectos comparativos reproduzco el primer párrafo dedicado a la Unión de Emiratos Árabes, que intitulé "Siete alegres príncipes a quienes sobra el dinero". Dice:

“Al cumplir tres años de vida independiente, el Gobierno de la Unión de los Emiratos Árabes, durante 1974, obtuvo de sus riquezas petrolíferas alrededor de 7 mil millones de dólares, con una producción en el emirato de Abu Dabi de más de 60 mil millones de toneladas de crudo y en el de Dubái, de siete millones de toneladas. Los yacimientos del emirato de Sharjah entraron en producción industrial hasta 1975, pero no son de la misma magnitud. Toda esta riqueza se encuentra en solamente 81.970 kilómetros cuadrados, con una población que no llega a los 250 mil habitantes de los cuales el 15 por ciento son nómadas y el 40 por ciento más, inmigrantes palestinos, paquistaníes, hindúes e iranios”.

La Unión de Emiratos Árabes había sido apenas proclamada el 2 de diciembre de 1971 en Dubái y comprendía los tres emiratos con reservas petroleras, Abu Dabi, Dubái y Sharjah, y los cuatro que no tienen, aunque siguen explorándose, Ajmán, Fujairah, Umm al Kaiwan y Ras al Kaimah.

Además de petróleo, en esos pequeños Estados no había nada. Ni agricultura, ni ganadería, ni silvicultura, ni industrias. Solo desierto abrasador y grupos de beduinos desordenadamente distribuidos en un territorio ínfimo.

En la misma época en México la empresa estatal Petróleos Mexicanos explotaba el subsuelo nacional con inteligencia, sin rapiña y respetando la propiedad del Gobierno y el pueblo sobre esas riquezas.

Entonces era director general Antonio Dovalí Jaime, un ingeniero capaz y conocedor de lo relacionado con los hidrocarburos, además gozaba de fama pública de honrado. EN MÉXICO HUBO DE TODO PERO LO MALBARATARON

Entre 1974 y 1975 la producción nacional anual de petróleo en México era en promedio de 209 millones de barriles, cifra histórica en ese momento. El país contaba con riquezas de otro tipo, con minería, agricultura, ganadería, silvicultura, industria y una in- fraestructura sólida.

En México hubo todo. En los Emiratos Árabes, solo petróleo.

La manera en que cada uno de los Gobiernos manejó sus recursos naturales fue distinta y los resultados dan la razón a quien lo hizo bien y reprueba a quien lo hizo mal.

En "Los amos del petróleo" también escribí que las ciudades más prósperas de los Emiratos eran Abu Dabi y Dubái, en donde se entrelazaban las más disímbolas situaciones: camellos en los solares, entre Mercedes Benz último modelo; chicas con minifalda y mujeres veladas con tatuajes en las manos; argollas de plata en la nariz y anillos de oro en los dedos de los pies; nativos con taparrabos que se sentaban en los cafés al aire libre a ver televisión a color; los más exquisitos aromas de los perfumes franceses en las boutiques, en contraste con la insoportable fetidez de los zocos, edificios recién construidos y basureros en el lote contiguo; beduinos pastoreando y comiendo raíces en el desierto que se mete hasta las ciudades y jecques practicando la cetrería con halcones; una de las más viejas y refinadas tradiciones de la península arábiga.

Entre la población existía un gran afán de comprar. Quienes tenían dinero, que no eran muchos por cierto, adquirían los productos más insólitos y extravagantes cepillos de dientes de transistores, calculadoras electrónicas, tostadores de pan, cepillos de baterías para la ropa y relojes, todo los que se podían llevar en un brazo y de todas las marcas y modelos.

Su afán de compra llegaba hasta lo absurdo. Había beduinos que iban hasta la ciudad para comprar aspiradoras, televisores a color, ventiladores, refrigeradores, licuadoras, lavadoras y toda suerte de aparatos eléctricos. Los cargaban en sus camellos y llevaban al desierto, donde no había electricidad. EN LOS EMIRATOS CAMBIARON AL CAMELLO POR BMW

El comercio en esa región lo controlaban los indios y los libaneses. La mayor parte de las tiendas se improvisaban en grandes avenidas que se parecían a las de Berlín, Londres o París, con la diferencia de que en las aceras y en el asfalto se acumulaban grandes cantidades de arena que arrastraba el viento del desierto. Por falta de bodegas, todo se dejaba a las puertas de las tiendas día y noche.

Nadie robaba porque a los extranjeros, que eran casi la mitad de la población, al ser sorprendidos en algún hurto, se les confiscaba el pasaporte y enviaba a su lugar de origen. A los nuevos nativos simplemente se les encarcelaba 15 días y les propinaba una buena azotaina de acuerdo con la canónica, sharia, el elegido a través del Corán.

Abu Dabi y Dubái eran ciudades que prácticamente no existían en 1968. Se construyó todo tipo de edificios y se demolieron con la misma facilidad para hacerlos nuevos en otros estilos. No existía el menor sentido del urbanismo, los mercados estaban junto a los hoteles, las mezquitas a lado del único centro nocturno que existía en Abu Dabi, en donde solo vendían alcohol a los extranjeros.

La confusión y el exceso se agravaban con el sonido de las bocinas de los autos que transitaban a gran velocidad por las calles. Los conductores no guardaban ninguna precaución. Y no se les podía exigir, porque cinco años antes su medio de transporte era el camello.

El exceso de dinero del Gobierno condujo a una serie de dispendios sin igual, construían un inmueble para uno o dos años. Luego planeaban otro mejor y simplemente derrumban el anterior. Lo mismo ocurría con las calles y caminos.

Sin embargo, hasta el agua para beber debían importarla proveniente de Líbano, España, Sudáfrica e Inglaterra. Un litro de agua costaba más caro que uno de gasolina.

Abu Dabi y Dubái prácticamente no existían en 1968, pero el emir Jeque Jalifa bin Zayed Al Nahayan tuvo la inteligencia suficiente para advertir con claridad que los habitantes de los Emiratos, una vez que se agotara el petróleo, tendrían que volver al desierto a recoger su arena y alimentarse con leche de camella y dátiles porque la pesca en el Golfo Pérsico, desde entonces era mala.

En las bodegas de los muelles, al aire libre y bajo un sol que quemaba, en diciembre de 1974 había más de dos mil toneladas de alimentos enlatados en descomposición. LA HERENCIA DE UN REiNO Y LA DEL PRESIDENCIALISMO

Hoy, los descendientes de bin Zayed, el dispendioso y autócrata, están gozando de los grandes beneficios que ese regordete emir tuvo la gran visión de convertir Abu Dabi y Dubái en el centro turístico más importante del mundo.

En el México de 1974, Pemex era una gran palanca para el desarrollo. Mientras que los Emiratos Árabes apenas iniciaban su desarrollo y una prosperidad que, con los años, se fue agregando a los grandes proyectos.

Hoy en Abu Dabi y Dubái están en jauja los desarrollos hoteleros turísticos, las universidades, centros de investigación científica y médica. Además la pobreza ha disminuido a menos del dos por ciento de su población.

En cambio, en México, la floreciente Pemex es una empresa en quiebra, sostenida con dinero del Gobierno porque opera con números rojos y los yacimientos petrolíferos nacionales se han puesto en subasta pública para entregarlos al extranjero y a las grandes empresas que por siempre han lucrado con los hidrocarburos. La pobreza abarca a 78 millones de mexicanos.

¿Quiénes resultaron más dispendiosos y autócratas? ¿Los descendientes de Bin Zayed o los sucesores de los Gobiernos revolucionarios mexicanos? Y hasta la próxima semana, en este mismo espacio. manuelmejidot@gmail.com

  • Manuel Mejido
  • México y Emiratos Árabes, dos manejos de bonanza petrolera
  • Los árabes corrigieron a tiempo el despilfarro
  • Pemex está en quiebra y trasnacionales saquean al país

Aunque se diga que las comparaciones son odiosas, en realidad resultan muy reveladoras y necesarias cuando se hacen basadas en hechos y con conocimiento de causa de profesionales en la materia.

En 1975 publiqué el libro "Los amos del petróleo", después de recorrer todos los países productores del Golfo Pérsico.

Para efectos comparativos reproduzco el primer párrafo dedicado a la Unión de Emiratos Árabes, que intitulé "Siete alegres príncipes a quienes sobra el dinero". Dice:

“Al cumplir tres años de vida independiente, el Gobierno de la Unión de los Emiratos Árabes, durante 1974, obtuvo de sus riquezas petrolíferas alrededor de 7 mil millones de dólares, con una producción en el emirato de Abu Dabi de más de 60 mil millones de toneladas de crudo y en el de Dubái, de siete millones de toneladas. Los yacimientos del emirato de Sharjah entraron en producción industrial hasta 1975, pero no son de la misma magnitud. Toda esta riqueza se encuentra en solamente 81.970 kilómetros cuadrados, con una población que no llega a los 250 mil habitantes de los cuales el 15 por ciento son nómadas y el 40 por ciento más, inmigrantes palestinos, paquistaníes, hindúes e iranios”.

La Unión de Emiratos Árabes había sido apenas proclamada el 2 de diciembre de 1971 en Dubái y comprendía los tres emiratos con reservas petroleras, Abu Dabi, Dubái y Sharjah, y los cuatro que no tienen, aunque siguen explorándose, Ajmán, Fujairah, Umm al Kaiwan y Ras al Kaimah.

Además de petróleo, en esos pequeños Estados no había nada. Ni agricultura, ni ganadería, ni silvicultura, ni industrias. Solo desierto abrasador y grupos de beduinos desordenadamente distribuidos en un territorio ínfimo.

En la misma época en México la empresa estatal Petróleos Mexicanos explotaba el subsuelo nacional con inteligencia, sin rapiña y respetando la propiedad del Gobierno y el pueblo sobre esas riquezas.

Entonces era director general Antonio Dovalí Jaime, un ingeniero capaz y conocedor de lo relacionado con los hidrocarburos, además gozaba de fama pública de honrado. EN MÉXICO HUBO DE TODO PERO LO MALBARATARON

Entre 1974 y 1975 la producción nacional anual de petróleo en México era en promedio de 209 millones de barriles, cifra histórica en ese momento. El país contaba con riquezas de otro tipo, con minería, agricultura, ganadería, silvicultura, industria y una in- fraestructura sólida.

En México hubo todo. En los Emiratos Árabes, solo petróleo.

La manera en que cada uno de los Gobiernos manejó sus recursos naturales fue distinta y los resultados dan la razón a quien lo hizo bien y reprueba a quien lo hizo mal.

En "Los amos del petróleo" también escribí que las ciudades más prósperas de los Emiratos eran Abu Dabi y Dubái, en donde se entrelazaban las más disímbolas situaciones: camellos en los solares, entre Mercedes Benz último modelo; chicas con minifalda y mujeres veladas con tatuajes en las manos; argollas de plata en la nariz y anillos de oro en los dedos de los pies; nativos con taparrabos que se sentaban en los cafés al aire libre a ver televisión a color; los más exquisitos aromas de los perfumes franceses en las boutiques, en contraste con la insoportable fetidez de los zocos, edificios recién construidos y basureros en el lote contiguo; beduinos pastoreando y comiendo raíces en el desierto que se mete hasta las ciudades y jecques practicando la cetrería con halcones; una de las más viejas y refinadas tradiciones de la península arábiga.

Entre la población existía un gran afán de comprar. Quienes tenían dinero, que no eran muchos por cierto, adquirían los productos más insólitos y extravagantes cepillos de dientes de transistores, calculadoras electrónicas, tostadores de pan, cepillos de baterías para la ropa y relojes, todo los que se podían llevar en un brazo y de todas las marcas y modelos.

Su afán de compra llegaba hasta lo absurdo. Había beduinos que iban hasta la ciudad para comprar aspiradoras, televisores a color, ventiladores, refrigeradores, licuadoras, lavadoras y toda suerte de aparatos eléctricos. Los cargaban en sus camellos y llevaban al desierto, donde no había electricidad. EN LOS EMIRATOS CAMBIARON AL CAMELLO POR BMW

El comercio en esa región lo controlaban los indios y los libaneses. La mayor parte de las tiendas se improvisaban en grandes avenidas que se parecían a las de Berlín, Londres o París, con la diferencia de que en las aceras y en el asfalto se acumulaban grandes cantidades de arena que arrastraba el viento del desierto. Por falta de bodegas, todo se dejaba a las puertas de las tiendas día y noche.

Nadie robaba porque a los extranjeros, que eran casi la mitad de la población, al ser sorprendidos en algún hurto, se les confiscaba el pasaporte y enviaba a su lugar de origen. A los nuevos nativos simplemente se les encarcelaba 15 días y les propinaba una buena azotaina de acuerdo con la canónica, sharia, el elegido a través del Corán.

Abu Dabi y Dubái eran ciudades que prácticamente no existían en 1968. Se construyó todo tipo de edificios y se demolieron con la misma facilidad para hacerlos nuevos en otros estilos. No existía el menor sentido del urbanismo, los mercados estaban junto a los hoteles, las mezquitas a lado del único centro nocturno que existía en Abu Dabi, en donde solo vendían alcohol a los extranjeros.

La confusión y el exceso se agravaban con el sonido de las bocinas de los autos que transitaban a gran velocidad por las calles. Los conductores no guardaban ninguna precaución. Y no se les podía exigir, porque cinco años antes su medio de transporte era el camello.

El exceso de dinero del Gobierno condujo a una serie de dispendios sin igual, construían un inmueble para uno o dos años. Luego planeaban otro mejor y simplemente derrumban el anterior. Lo mismo ocurría con las calles y caminos.

Sin embargo, hasta el agua para beber debían importarla proveniente de Líbano, España, Sudáfrica e Inglaterra. Un litro de agua costaba más caro que uno de gasolina.

Abu Dabi y Dubái prácticamente no existían en 1968, pero el emir Jeque Jalifa bin Zayed Al Nahayan tuvo la inteligencia suficiente para advertir con claridad que los habitantes de los Emiratos, una vez que se agotara el petróleo, tendrían que volver al desierto a recoger su arena y alimentarse con leche de camella y dátiles porque la pesca en el Golfo Pérsico, desde entonces era mala.

En las bodegas de los muelles, al aire libre y bajo un sol que quemaba, en diciembre de 1974 había más de dos mil toneladas de alimentos enlatados en descomposición. LA HERENCIA DE UN REiNO Y LA DEL PRESIDENCIALISMO

Hoy, los descendientes de bin Zayed, el dispendioso y autócrata, están gozando de los grandes beneficios que ese regordete emir tuvo la gran visión de convertir Abu Dabi y Dubái en el centro turístico más importante del mundo.

En el México de 1974, Pemex era una gran palanca para el desarrollo. Mientras que los Emiratos Árabes apenas iniciaban su desarrollo y una prosperidad que, con los años, se fue agregando a los grandes proyectos.

Hoy en Abu Dabi y Dubái están en jauja los desarrollos hoteleros turísticos, las universidades, centros de investigación científica y médica. Además la pobreza ha disminuido a menos del dos por ciento de su población.

En cambio, en México, la floreciente Pemex es una empresa en quiebra, sostenida con dinero del Gobierno porque opera con números rojos y los yacimientos petrolíferos nacionales se han puesto en subasta pública para entregarlos al extranjero y a las grandes empresas que por siempre han lucrado con los hidrocarburos. La pobreza abarca a 78 millones de mexicanos.

¿Quiénes resultaron más dispendiosos y autócratas? ¿Los descendientes de Bin Zayed o los sucesores de los Gobiernos revolucionarios mexicanos? Y hasta la próxima semana, en este mismo espacio. manuelmejidot@gmail.com