/ domingo 3 de enero de 2016

Arabia Saudita ejecuta al líder chiíta Nimr al Nimr | Carlos Siula

PARÍS, Francia.- Oriente Medio se convirtió ayer en un volcán religioso y geopolítico después de que Arabia Saudita ejecutó al jeque Nimr Baqer al Nimr, célebre predicador chiíta, y a otras 46 personas acusadas de terrorismo, entre los cuales figuran militantes de Al Qaeda.

Ese gesto sin precedentes, interpretado como una agresión al régimen de los ayatolas de Irán, provocó una avalancha de condenas a nivel internacional y desató una ola de disturbios en numerosos países musulmanes desde Pakistán a la India. El episodio más grave se produjo en Mashaad, en el norte de Irán, donde el consulado saudita fue asaltado por miles de fanáticos, que procuraban incendiar el edificio y prender fuego a la bandera del reino.

El canciller iraní Hussein Jaber Ansari prometió que la familia real y el régimen de Riad pagarán un “precio elevado” por la muerte de al-Nimr.

El religioso ejecutado, de 56 años, y los otros ajusticiados fueron acusados en un comunicado oficial de estar identificados con la ideología takfiri (sunismo integrista), integrar “organizaciones terroristas” y haber organizado “complots criminales”. Las ejecuciones se produjeron en 12 ciudades diferentes. Si bien la agencia oficial SPA se abstuvo por una vez de dar detalles sobre los métodos empleados, tradicionalmente son decapitados con un sable con hoja de oro.

Para mostrar cierto equilibrio religioso, la lista incluyó también varios sunitas vinculados a Al Qaida que participaron en los ataques contra el reino en 2003 y 2004. Entre ellos figuraba Fares al-Shuwail, supuesto líder religioso del grupo terrorista, que había sido detenido en 2004.

La sentencia de muerte preveía que los culpables debían ser ejecutados y expuestos en público, condena que significa la máxima humillación en los cánones del Islam. El anuncio de la muerte, difundido por la agencia oficial SPA, no indica si efectivamente los cadáveres fueron exhibidos a las multitudes.

El jeque Nimr Baqer al-Nimr, que estaba virtualmente considerado como el enemigo público número uno del régimen, había inspirado las manifestaciones que conmovieron la provincia oriental del reino, reducto de la comunidad chiita del reino, entre 2011 y 2012, en plena “revolución árabe”. El religioso, sin embargo, nunca apoyó los actos de violencia. En cambio se distinguió por sus plegarias provocativas y por haber festejado en público la muerte del príncipe heredero Nayef, en 2012. Un año antes se había pronunciado a favor de la fusión de Arabia Saudita con el reino vecino de Bahrein.

Aunque el ajusticiamiento era esperado desde hace varios días, la aplicación de la sentencia creó una profunda conmoción en el mundo árabe.

En previsión de una nueva explosión de violencia en su provincia oriental de Qatif, feudo chiíta, las autoridades enviaron considerables refuerzos policiales a la región. En Bahrein, archipiélago satélite de Arabia Saudita, estallaron manifestaciones de protesta en los sectores chiitas de la capital, Manama.

Atacan Embajada saudí en Teherán

La Embajada de Arabia Saudita en Teherán (Irán) fue atacada por manifestantes encolerizados tras la ejecución del dignatario religioso chiíta saudita Nimr Baqer al Nimr, informó la agencia Isna.

Los manifestantes lanzaron cócteles Molotov contra la sede de la Embajada y alcanzaron a penetrar en el recinto diplomático para luego ser expulsados por la policía, según la misma fuente.

“Las llamas se alzaban en el interior de la embajada”, informó la agencia, que añadió que los manifestantes lograron subir al tejado de la representación diplomática.

“El fuego destruyó el interior de la Embajada”, declaró un testigo. “La policía es omnipresente y ha dispersado a los manifestantes, algunos de los cuales han sido detenidos”, explicó.

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- Se puede sacudir el tablero geopolítico de Oriente Medio

La ejecución del célebre predicador chiíta Nimr Baqer al Nimr en Arabia Saudita amenaza con sacudir el tablero geopolítico de Oriente Medio.

Por lo pronto, todo indica que contribuirá de manera decisiva a atizar las tensiones entre el régimen chiíta de los ayatolas de Teherán y la monarquía wahabita de Riad, de confesión sunita, ramas del Islam enfrentadas desde hace siglos.

Los chiítas representan una minoría de dos millones de personas sobre una población de 18 millones de habitantes en un país regido por el wahabismo -versión ultra-puritana del sunismo-, que por añadidura se considera guardián de los lugares santos del Islam. En ese marco hostil, los chiítas se estiman marginados y acosados por el aparato policial del wahabismo.

Otra barrera fundamental separa a ambos países. Si bien ambos pertenecen al mundo musulmán, Arabia Saudita es -como su nombre indica- un país de mayoría árabe, mientras que Irán reivindica orígenes persas y se considera un enemigo hereditario de los árabes.

Ambos países, por lo demás, se encuentran enfrentados en dos guerras proxies que conmueven actualmente a Oriente Medio.

Irán envió a Siria miles de Guardianes de la Revolución -fuerzas de élite del régimen- para apoyar al presidente Bashar al Assad y sostiene además a las milicias del Hezbolá de confesión chiíta. En su lucha contra el Gobierno de Assad, Arabia Saudita, por su parte, apoyó en un primer momento a los grupos yihadistas como el Estado Islámico (EI) y el Frente Al Nusra, versión local de Al Qaeda. Pero en los últimos meses, ante la presión de Estados Unidos y las otras potencias occidentales, rompió sus relaciones con ambos movimientos, apoyó la coalición occidental que lucha contra el EI y hace dos semanas creó una coalición anti-yihadista con participación de 35 países del mundo árabe, África y Asia.

A pesar del reciente acuerdo nuclear con Irán, Estados Unidos y la mayoría de los regímenes del mundo árabe no ocultan su inquietud por la política de expansión que desarrolla el régimen de Teherán. Desde que comenzó el conflicto sirio, Irán está –directa o indirectamente– presente en el Líbano, Gaza, Irak, Siria y ahora tiene un pie en Jordania y otro en Yemen.

La rivalidad entre Irán y Arabia Saudita se agravó después de la llegada del rey Salman al trono en Riad, el 23 de enero de 2015. El nuevo monarca, de 80 años, está considerado como un feroz adversario de los chiitas. Desde su acceso al poder, tras la muerte del rey Abdulá, el monarca incrementó la cantidad de ejecuciones.

Crisis entre Irán y Arabia Saudita provocaría electroshock en el mercado petrolero

La vertiginosa escalada entre Arabia Saudita e Irán, luego de la ejecución del célebre predicador chiíta Nimr Baqer al Nimr provocó una corriente de alarma en las grandes potencias.

Estados Unidos y los países europeos temen el estallido de una nueva guerra entre los dos países más importantes de la región, que -entre ambos- concentran 35.2 por ciento de las reservas mundiales de petróleo y 17 por ciento de la producción actual de hidrocarburos.

La minoría chiita de Arabia Saudita está concentrada precisamente en la rica provincia de Qatif, donde están ubicados los mayores yacimientos del país.

Un conflicto entre esos dos gigantes geopolíticos y económicos podría representar una grave amenaza para la economía mundial, susceptible de crear una nueva perturbación en el mercado petrolero.

Desde el punto de vista militar, Irán demostró que está en condiciones de bloquear la circulación de los tankers cargados de petróleo que circulan por el estrecho de Ormuz. Más de 30 por ciento del comercio mundial de petróleo transita por esa frágil vía navegable de apenas 43 kilómetros de ancho.

En los años 70, después de la primera crisis del petróleo, el entonces secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger solía definir a ese estrecho como la “vena yugular de la economía occidental”. Esa situación cambio en los últimos años, en la medida en que Estados Unidos alcanzó el autoabastecimiento y los países europeos diversificaron sus fuentes de aprovisionamiento.

El petróleo del Golfo (Arabo o Pérsico, según cada país), sin embargo, aún es vital para las economías asiáticas, en particular Japón y China.

Por casualidad o porque estaban perfectamente informados de las intenciones de su rival de Arabia Saudita, Irán realizó el 28 de diciembre un inquietante ejercicio de disparos de misiles a 1.4 kilómetros de distancia del portaaviones norteamericano “USS Harry Truman”. Aunque los tiros no estuvieron dirigidos contra el buque, Estados Unidos calificó ese gesto como “innecesariamente provocativo”.

Debido al prolongado feriado de fin de año, hasta ahora los mercados no reaccionaron a la crítica evolución de la zona más explosiva del planeta. Esta nueva crisis puede tener una enorme repercusión en el actual contexto de extrema inestabilidad provocada por el persistente descenso de precios del petróleo. Desde que comenzó esa depresión de las cotizaciones, a mediados de 2014, el barril perdió más de 60 por ciento de su valor.

Desde antes de las ejecuciones, Arabia Saudita e Irán se encontraban en una virtual guerra petrolera. Penalizada por el derrumbe de precios, Arabia Saudita presentó el 28 de diciembre su presupuesto fiscal para 2016, que prevé un déficit colosal de 87 mil millones de dólares. Los gastos del reino se elevaron a niveles sin precedentes, estimados en 224 mil millones de dólares, debido al enorme presupuesto militar causado por la guerra en Yemen y la participación indirecta en los conflictos contra el grupo yihadista Estado Islámico (EI) en Siria e Irak.

Las exportaciones de petróleo aseguran 75 por ciento de los ingresos del reino.

Irán, autorizado a regresar al mercado después del levantamiento de las sanciones impuestas por la comunidad internacional, proyecta aumentar su producción y utilizar parte de sus ingresos para modernizar su panoplia y aumentar su influencia su influencia en Oriente Medio.

/arm

PARÍS, Francia.- Oriente Medio se convirtió ayer en un volcán religioso y geopolítico después de que Arabia Saudita ejecutó al jeque Nimr Baqer al Nimr, célebre predicador chiíta, y a otras 46 personas acusadas de terrorismo, entre los cuales figuran militantes de Al Qaeda.

Ese gesto sin precedentes, interpretado como una agresión al régimen de los ayatolas de Irán, provocó una avalancha de condenas a nivel internacional y desató una ola de disturbios en numerosos países musulmanes desde Pakistán a la India. El episodio más grave se produjo en Mashaad, en el norte de Irán, donde el consulado saudita fue asaltado por miles de fanáticos, que procuraban incendiar el edificio y prender fuego a la bandera del reino.

El canciller iraní Hussein Jaber Ansari prometió que la familia real y el régimen de Riad pagarán un “precio elevado” por la muerte de al-Nimr.

El religioso ejecutado, de 56 años, y los otros ajusticiados fueron acusados en un comunicado oficial de estar identificados con la ideología takfiri (sunismo integrista), integrar “organizaciones terroristas” y haber organizado “complots criminales”. Las ejecuciones se produjeron en 12 ciudades diferentes. Si bien la agencia oficial SPA se abstuvo por una vez de dar detalles sobre los métodos empleados, tradicionalmente son decapitados con un sable con hoja de oro.

Para mostrar cierto equilibrio religioso, la lista incluyó también varios sunitas vinculados a Al Qaida que participaron en los ataques contra el reino en 2003 y 2004. Entre ellos figuraba Fares al-Shuwail, supuesto líder religioso del grupo terrorista, que había sido detenido en 2004.

La sentencia de muerte preveía que los culpables debían ser ejecutados y expuestos en público, condena que significa la máxima humillación en los cánones del Islam. El anuncio de la muerte, difundido por la agencia oficial SPA, no indica si efectivamente los cadáveres fueron exhibidos a las multitudes.

El jeque Nimr Baqer al-Nimr, que estaba virtualmente considerado como el enemigo público número uno del régimen, había inspirado las manifestaciones que conmovieron la provincia oriental del reino, reducto de la comunidad chiita del reino, entre 2011 y 2012, en plena “revolución árabe”. El religioso, sin embargo, nunca apoyó los actos de violencia. En cambio se distinguió por sus plegarias provocativas y por haber festejado en público la muerte del príncipe heredero Nayef, en 2012. Un año antes se había pronunciado a favor de la fusión de Arabia Saudita con el reino vecino de Bahrein.

Aunque el ajusticiamiento era esperado desde hace varios días, la aplicación de la sentencia creó una profunda conmoción en el mundo árabe.

En previsión de una nueva explosión de violencia en su provincia oriental de Qatif, feudo chiíta, las autoridades enviaron considerables refuerzos policiales a la región. En Bahrein, archipiélago satélite de Arabia Saudita, estallaron manifestaciones de protesta en los sectores chiitas de la capital, Manama.

Atacan Embajada saudí en Teherán

La Embajada de Arabia Saudita en Teherán (Irán) fue atacada por manifestantes encolerizados tras la ejecución del dignatario religioso chiíta saudita Nimr Baqer al Nimr, informó la agencia Isna.

Los manifestantes lanzaron cócteles Molotov contra la sede de la Embajada y alcanzaron a penetrar en el recinto diplomático para luego ser expulsados por la policía, según la misma fuente.

“Las llamas se alzaban en el interior de la embajada”, informó la agencia, que añadió que los manifestantes lograron subir al tejado de la representación diplomática.

“El fuego destruyó el interior de la Embajada”, declaró un testigo. “La policía es omnipresente y ha dispersado a los manifestantes, algunos de los cuales han sido detenidos”, explicó.

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Por lo pronto, todo indica que contribuirá de manera decisiva a atizar las tensiones entre el régimen chiíta de los ayatolas de Teherán y la monarquía wahabita de Riad, de confesión sunita, ramas del Islam enfrentadas desde hace siglos.

Los chiítas representan una minoría de dos millones de personas sobre una población de 18 millones de habitantes en un país regido por el wahabismo -versión ultra-puritana del sunismo-, que por añadidura se considera guardián de los lugares santos del Islam. En ese marco hostil, los chiítas se estiman marginados y acosados por el aparato policial del wahabismo.

Otra barrera fundamental separa a ambos países. Si bien ambos pertenecen al mundo musulmán, Arabia Saudita es -como su nombre indica- un país de mayoría árabe, mientras que Irán reivindica orígenes persas y se considera un enemigo hereditario de los árabes.

Ambos países, por lo demás, se encuentran enfrentados en dos guerras proxies que conmueven actualmente a Oriente Medio.

Irán envió a Siria miles de Guardianes de la Revolución -fuerzas de élite del régimen- para apoyar al presidente Bashar al Assad y sostiene además a las milicias del Hezbolá de confesión chiíta. En su lucha contra el Gobierno de Assad, Arabia Saudita, por su parte, apoyó en un primer momento a los grupos yihadistas como el Estado Islámico (EI) y el Frente Al Nusra, versión local de Al Qaeda. Pero en los últimos meses, ante la presión de Estados Unidos y las otras potencias occidentales, rompió sus relaciones con ambos movimientos, apoyó la coalición occidental que lucha contra el EI y hace dos semanas creó una coalición anti-yihadista con participación de 35 países del mundo árabe, África y Asia.

A pesar del reciente acuerdo nuclear con Irán, Estados Unidos y la mayoría de los regímenes del mundo árabe no ocultan su inquietud por la política de expansión que desarrolla el régimen de Teherán. Desde que comenzó el conflicto sirio, Irán está –directa o indirectamente– presente en el Líbano, Gaza, Irak, Siria y ahora tiene un pie en Jordania y otro en Yemen.

La rivalidad entre Irán y Arabia Saudita se agravó después de la llegada del rey Salman al trono en Riad, el 23 de enero de 2015. El nuevo monarca, de 80 años, está considerado como un feroz adversario de los chiitas. Desde su acceso al poder, tras la muerte del rey Abdulá, el monarca incrementó la cantidad de ejecuciones.

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La vertiginosa escalada entre Arabia Saudita e Irán, luego de la ejecución del célebre predicador chiíta Nimr Baqer al Nimr provocó una corriente de alarma en las grandes potencias.

Estados Unidos y los países europeos temen el estallido de una nueva guerra entre los dos países más importantes de la región, que -entre ambos- concentran 35.2 por ciento de las reservas mundiales de petróleo y 17 por ciento de la producción actual de hidrocarburos.

La minoría chiita de Arabia Saudita está concentrada precisamente en la rica provincia de Qatif, donde están ubicados los mayores yacimientos del país.

Un conflicto entre esos dos gigantes geopolíticos y económicos podría representar una grave amenaza para la economía mundial, susceptible de crear una nueva perturbación en el mercado petrolero.

Desde el punto de vista militar, Irán demostró que está en condiciones de bloquear la circulación de los tankers cargados de petróleo que circulan por el estrecho de Ormuz. Más de 30 por ciento del comercio mundial de petróleo transita por esa frágil vía navegable de apenas 43 kilómetros de ancho.

En los años 70, después de la primera crisis del petróleo, el entonces secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger solía definir a ese estrecho como la “vena yugular de la economía occidental”. Esa situación cambio en los últimos años, en la medida en que Estados Unidos alcanzó el autoabastecimiento y los países europeos diversificaron sus fuentes de aprovisionamiento.

El petróleo del Golfo (Arabo o Pérsico, según cada país), sin embargo, aún es vital para las economías asiáticas, en particular Japón y China.

Por casualidad o porque estaban perfectamente informados de las intenciones de su rival de Arabia Saudita, Irán realizó el 28 de diciembre un inquietante ejercicio de disparos de misiles a 1.4 kilómetros de distancia del portaaviones norteamericano “USS Harry Truman”. Aunque los tiros no estuvieron dirigidos contra el buque, Estados Unidos calificó ese gesto como “innecesariamente provocativo”.

Debido al prolongado feriado de fin de año, hasta ahora los mercados no reaccionaron a la crítica evolución de la zona más explosiva del planeta. Esta nueva crisis puede tener una enorme repercusión en el actual contexto de extrema inestabilidad provocada por el persistente descenso de precios del petróleo. Desde que comenzó esa depresión de las cotizaciones, a mediados de 2014, el barril perdió más de 60 por ciento de su valor.

Desde antes de las ejecuciones, Arabia Saudita e Irán se encontraban en una virtual guerra petrolera. Penalizada por el derrumbe de precios, Arabia Saudita presentó el 28 de diciembre su presupuesto fiscal para 2016, que prevé un déficit colosal de 87 mil millones de dólares. Los gastos del reino se elevaron a niveles sin precedentes, estimados en 224 mil millones de dólares, debido al enorme presupuesto militar causado por la guerra en Yemen y la participación indirecta en los conflictos contra el grupo yihadista Estado Islámico (EI) en Siria e Irak.

Las exportaciones de petróleo aseguran 75 por ciento de los ingresos del reino.

Irán, autorizado a regresar al mercado después del levantamiento de las sanciones impuestas por la comunidad internacional, proyecta aumentar su producción y utilizar parte de sus ingresos para modernizar su panoplia y aumentar su influencia su influencia en Oriente Medio.

/arm