/ miércoles 17 de mayo de 2017

Así es el Derecho

  • Elfego Bautista Pardo
  • Respeto al sistema electoral

Si bien está claro que las relaciones sociales, políticas y culturales de una comunidad crean normas jurídicas para su subsistencia, debemos recordar que éstas son hechas para ser obedecidas y así perdurar, desde las sociales y las religiosas, que son respetadas por decisión o convencimiento propio de las personas que a ellas se someten, hasta --y con mayor razón-- las normas jurídicas incluidas las electorales, cuyo respeto y obligatoriedad proviene del exterior del individuo, y su desconocimiento puede acarrear sanción.

Convengo sin temor a sonar puritano, que si no respetamos las normas y la voluntad popular ponemos en riesgo la estabilidad social, el orden público y la existencia misma del Estado de Derecho, es decir, el Estado sometido al imperio de la ley; la legalidad de la administración pública y aun la observancia de los derechos humanos, principios que han sostenido a nuestro país frente a crisis económicas, políticas, sociales y de seguridad.

Sin respeto al entramado jurídico institucional sobre el cual descansa nuestro Estado, se tambalea su subsistencia, y no me refiero al “Estado” como ser conceptual ajeno a nosotros, sino al ente del cual la Nación, es decir todos, somos parte indispensable. Dicho de otra manera: sin respeto a nuestras normas, las estructuras y principios en que descansan el Estado y nuestro país, peligran nuestro patrimonio, estabilidad, salud, libertad, todos nuestros derechos.

Es por ello que diariamente escuchamos a políticos, juristas y comunicadores pugnar por el respeto al Estado de Derecho, aunque a veces se limiten a compararlo con el simple entramado de leyes, y debemos estar dispuestos a lograr que día a día más personas se comprometan en ello. El cumplimiento de ese deber de respetar el Estado de Derecho no se limita a los ciudadanos, es aún mayor obligación para funcionarios, actores públicos y sobre todo de los partidos políticos, pues conocen el entramado legal y social y participan de las estructuras en que descansa el poder estatal.

Me atrevo a decir que, aún más que los servidores o funcionarios públicos, los partidos políticos deben estar comprometidos con el respeto al Estado de Derecho que incluye –insisto- respeto a la voluntad popular, pues tienen papel fundamental en la integración de los órganos del Estado mediante las elecciones, pese a la existencia de candidaturas independientes, y tienen la obligación de respetar en su totalidad el sistema electoral, es decir, el conjunto de medios a través de los cuales la voluntad de los ciudadanos se transforma en órganos de gobierno o de representación política, y que abarca todas las etapas de los procesos de votación, desde quiénes pueden votar y quiénes pueden ser votados, hasta cómo emitir y contar los sufragios, quién gana la elección y cómo se resuelven los eventuales conflictos electorales.

Más allá del respeto ciudadano a las normas de sistema electoral, es indispensable que los actores políticos, es decir, los electos a cargos de elección popular, y los partidos políticos se comprometan al mismo respeto no solo públicamente, sino también en su vida interna, que no azucen a sus militantes a confrontaciones, a evitar llegar a la violencia y, sobre todo, que estén dispuestos a acatar la voluntad ciudadana. Ante la tendencia a detentar el poder que se les confiere, deben recordar que los ciudadanos los eligieron únicamente como depositarios temporales del mismo, y los propios ciudadanos pueden decidir mantenerlos o quitarlos de los órganos del Estado.

El respeto y compromiso con los sistemas electorales crean gobiernos legítimos y gobernanza, permiten la publicación de leyes, y la implementación de políticas que llevan al crecimiento y desarrollo del país, y sin legitimidad ni gobernabilidad, la inestabilidad, reclamos y manifestaciones sin respuestas, e inseguridad, solo pueden llevar al estancamiento y la pobreza.

Los partidos políticos tienen todos los elementos para contribuir a la legitimidad del sistema y el respeto del mismo, si en verdad lo desean, pues actualmente cuentan con recursos económicos, medios de difusión, publicaciones propias, escuelas de cuadros y, en general, centros de transmisión de sus ideas no solo a sus militantes, sino a todos los ciudadanos; son focos de discusión y debate, es decir, tienen todas las herramientas, y sería ideal que las aplicaran para la unidad del país y evitar confrontaciones y aun fracturas internas o sociales.

Satisfacer la necesidad de ese respeto solo requiere voluntad personal, recordar el compromiso con los ciudadanos y nutrir constantemente el ideal de vivir para la política -como sugería Max Weber-  y no de ella.

Así es el Derecho

  • Elfego Bautista Pardo
  • Respeto al sistema electoral

Si bien está claro que las relaciones sociales, políticas y culturales de una comunidad crean normas jurídicas para su subsistencia, debemos recordar que éstas son hechas para ser obedecidas y así perdurar, desde las sociales y las religiosas, que son respetadas por decisión o convencimiento propio de las personas que a ellas se someten, hasta --y con mayor razón-- las normas jurídicas incluidas las electorales, cuyo respeto y obligatoriedad proviene del exterior del individuo, y su desconocimiento puede acarrear sanción.

Convengo sin temor a sonar puritano, que si no respetamos las normas y la voluntad popular ponemos en riesgo la estabilidad social, el orden público y la existencia misma del Estado de Derecho, es decir, el Estado sometido al imperio de la ley; la legalidad de la administración pública y aun la observancia de los derechos humanos, principios que han sostenido a nuestro país frente a crisis económicas, políticas, sociales y de seguridad.

Sin respeto al entramado jurídico institucional sobre el cual descansa nuestro Estado, se tambalea su subsistencia, y no me refiero al “Estado” como ser conceptual ajeno a nosotros, sino al ente del cual la Nación, es decir todos, somos parte indispensable. Dicho de otra manera: sin respeto a nuestras normas, las estructuras y principios en que descansan el Estado y nuestro país, peligran nuestro patrimonio, estabilidad, salud, libertad, todos nuestros derechos.

Es por ello que diariamente escuchamos a políticos, juristas y comunicadores pugnar por el respeto al Estado de Derecho, aunque a veces se limiten a compararlo con el simple entramado de leyes, y debemos estar dispuestos a lograr que día a día más personas se comprometan en ello. El cumplimiento de ese deber de respetar el Estado de Derecho no se limita a los ciudadanos, es aún mayor obligación para funcionarios, actores públicos y sobre todo de los partidos políticos, pues conocen el entramado legal y social y participan de las estructuras en que descansa el poder estatal.

Me atrevo a decir que, aún más que los servidores o funcionarios públicos, los partidos políticos deben estar comprometidos con el respeto al Estado de Derecho que incluye –insisto- respeto a la voluntad popular, pues tienen papel fundamental en la integración de los órganos del Estado mediante las elecciones, pese a la existencia de candidaturas independientes, y tienen la obligación de respetar en su totalidad el sistema electoral, es decir, el conjunto de medios a través de los cuales la voluntad de los ciudadanos se transforma en órganos de gobierno o de representación política, y que abarca todas las etapas de los procesos de votación, desde quiénes pueden votar y quiénes pueden ser votados, hasta cómo emitir y contar los sufragios, quién gana la elección y cómo se resuelven los eventuales conflictos electorales.

Más allá del respeto ciudadano a las normas de sistema electoral, es indispensable que los actores políticos, es decir, los electos a cargos de elección popular, y los partidos políticos se comprometan al mismo respeto no solo públicamente, sino también en su vida interna, que no azucen a sus militantes a confrontaciones, a evitar llegar a la violencia y, sobre todo, que estén dispuestos a acatar la voluntad ciudadana. Ante la tendencia a detentar el poder que se les confiere, deben recordar que los ciudadanos los eligieron únicamente como depositarios temporales del mismo, y los propios ciudadanos pueden decidir mantenerlos o quitarlos de los órganos del Estado.

El respeto y compromiso con los sistemas electorales crean gobiernos legítimos y gobernanza, permiten la publicación de leyes, y la implementación de políticas que llevan al crecimiento y desarrollo del país, y sin legitimidad ni gobernabilidad, la inestabilidad, reclamos y manifestaciones sin respuestas, e inseguridad, solo pueden llevar al estancamiento y la pobreza.

Los partidos políticos tienen todos los elementos para contribuir a la legitimidad del sistema y el respeto del mismo, si en verdad lo desean, pues actualmente cuentan con recursos económicos, medios de difusión, publicaciones propias, escuelas de cuadros y, en general, centros de transmisión de sus ideas no solo a sus militantes, sino a todos los ciudadanos; son focos de discusión y debate, es decir, tienen todas las herramientas, y sería ideal que las aplicaran para la unidad del país y evitar confrontaciones y aun fracturas internas o sociales.

Satisfacer la necesidad de ese respeto solo requiere voluntad personal, recordar el compromiso con los ciudadanos y nutrir constantemente el ideal de vivir para la política -como sugería Max Weber-  y no de ella.

Así es el Derecho