/ domingo 20 de noviembre de 2016

Aunque errar es humano, va de errores a errores

Errare human umest. Así, salvo error, que sin duda lo puede haber en la formación de esta frase de apenas tres palabras, dice la sentencia latina: El cometer error es humano. Lo cual pretende significar que nadie es infalible. Todo el mundo se puede equivocar y de esta regla nadie, absolutamente nadie, queda exento. Hasta el Papa se equivoca, salvo en cuestiones de fe cuando habla ex-cáthedra, que no es frecuente, según la teología católica.

Pero vayamos al punto. El pasado lunes el secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño Mayer, visitó la 36 Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil que se lleva a cabo en el Parque Bicentenario en Azcapotzalco. Allí, como viene haciendo Nuño desde que fue designado para ocupar ese cargo, adoptó la práctica de que en las mañanas le reúnan a niños de escuela y profesores para hablarles y que esas visitas a los planteles ocupen sendos espacios en los noticieros televisivos matutinos, vespertinos y nocturnos, para proyectarlo como potencial candidato presidencial, hasta ahora sin éxito.

El propósito de esa práctica, que en cierto momento llegó a ser cotidiana, es más que evidente, pues ni al más bobo engaña, y pone de manifiesto que el priísmo en el fondo no ha cambiado. Ahora ha llegado al exceso indignante de manipular a la niñez y al profesorado para tratar de proyectar la imagen política de alguien. Pero el lunes en Azcapotzalco le resultó contraproducente.

Sucedió que al concluir su mensaje, por llamarlo de alguna forma, el titular de la SEP dijo a los niños que le acarrearon: “Muy bien, pues ahorita (sic) los van a llevar para que vayan y puedan tener los libros que les gustan, para que los empiecen a ler (sic). ¿Seguro van a ler (sic), sí o no?”

Los niños le respondieron: Sííí. A continuación el funcionario se dirigió a cinco niños que lo acompañaban en el estrado y les pregunta: “¿Ustedes van a ler (sic)? Muy bien, adiós, adiós, adiós”. Cuando se acercó a una niña de nueve años, de nombre Andrea Lomelí, ésta le susurró, aunque su voz alcanzó a ser grabada perfectamente: “No se dice ler, se dice le-er”. Luego ocurrió algo más increíble: O Nuño trató de disimular que fue acertadamente corregido por la niña, o bien ni siquiera estuvo en aptitud de entender en qué fue corregido por Andrea.

Que el secretario de Energía se equivoque en un concepto médico o el de Salud en uno relativo al petróleo, o el de Hacienda o el de Economía en un asunto de astronomía, pasa. Porque errar es humano. Pero que el titular de Educación haya incurrido en esa equivocación tres veces en menos de 50 palabras y haya sido corregido como lo fue por la niña Andrea, no puede pasar ni ser tolerado. Por ser funcionario de designación, debería renunciar. Pero para ello es necesario tener al menos una remota idea de lo que son la dignidad, el honor y el decoro, que infortunadamente es lo que más está haciendo falta en la vida pública del país.

Qué lejos está este señor de tener la categoría de Vasconcelos, Jaime Torres Bodet, Agustín Yáñez o Alonso Lujambio, quienes también fueron secretarios de Educación Pública. ¡Muy lejos!

Errare human umest. Así, salvo error, que sin duda lo puede haber en la formación de esta frase de apenas tres palabras, dice la sentencia latina: El cometer error es humano. Lo cual pretende significar que nadie es infalible. Todo el mundo se puede equivocar y de esta regla nadie, absolutamente nadie, queda exento. Hasta el Papa se equivoca, salvo en cuestiones de fe cuando habla ex-cáthedra, que no es frecuente, según la teología católica.

Pero vayamos al punto. El pasado lunes el secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño Mayer, visitó la 36 Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil que se lleva a cabo en el Parque Bicentenario en Azcapotzalco. Allí, como viene haciendo Nuño desde que fue designado para ocupar ese cargo, adoptó la práctica de que en las mañanas le reúnan a niños de escuela y profesores para hablarles y que esas visitas a los planteles ocupen sendos espacios en los noticieros televisivos matutinos, vespertinos y nocturnos, para proyectarlo como potencial candidato presidencial, hasta ahora sin éxito.

El propósito de esa práctica, que en cierto momento llegó a ser cotidiana, es más que evidente, pues ni al más bobo engaña, y pone de manifiesto que el priísmo en el fondo no ha cambiado. Ahora ha llegado al exceso indignante de manipular a la niñez y al profesorado para tratar de proyectar la imagen política de alguien. Pero el lunes en Azcapotzalco le resultó contraproducente.

Sucedió que al concluir su mensaje, por llamarlo de alguna forma, el titular de la SEP dijo a los niños que le acarrearon: “Muy bien, pues ahorita (sic) los van a llevar para que vayan y puedan tener los libros que les gustan, para que los empiecen a ler (sic). ¿Seguro van a ler (sic), sí o no?”

Los niños le respondieron: Sííí. A continuación el funcionario se dirigió a cinco niños que lo acompañaban en el estrado y les pregunta: “¿Ustedes van a ler (sic)? Muy bien, adiós, adiós, adiós”. Cuando se acercó a una niña de nueve años, de nombre Andrea Lomelí, ésta le susurró, aunque su voz alcanzó a ser grabada perfectamente: “No se dice ler, se dice le-er”. Luego ocurrió algo más increíble: O Nuño trató de disimular que fue acertadamente corregido por la niña, o bien ni siquiera estuvo en aptitud de entender en qué fue corregido por Andrea.

Que el secretario de Energía se equivoque en un concepto médico o el de Salud en uno relativo al petróleo, o el de Hacienda o el de Economía en un asunto de astronomía, pasa. Porque errar es humano. Pero que el titular de Educación haya incurrido en esa equivocación tres veces en menos de 50 palabras y haya sido corregido como lo fue por la niña Andrea, no puede pasar ni ser tolerado. Por ser funcionario de designación, debería renunciar. Pero para ello es necesario tener al menos una remota idea de lo que son la dignidad, el honor y el decoro, que infortunadamente es lo que más está haciendo falta en la vida pública del país.

Qué lejos está este señor de tener la categoría de Vasconcelos, Jaime Torres Bodet, Agustín Yáñez o Alonso Lujambio, quienes también fueron secretarios de Educación Pública. ¡Muy lejos!