/ sábado 9 de septiembre de 2017

Claros y oscuros en México

En una visita de trabajo a la Ciudad de México me tocó terminar una reunión en un restaurant de la colonia Roma. Más o menos a las 7 de la noche se activó la alerta sísmica y tuvimos que salir todos del restaurant. Era miércoles. No pasó nada. Después de varios minutos regresamos al lugar; yo le explicaba a alguien que una vez me tocó un temblor de menos de 7 puntos en la escala de Richter en un hotel de la misma colonia, y pude presenciar -desde la azotea del hotel- cómo los edificios chocaban unos contra otros. Pensé que sería horrible estar allí durante un sismo de la magnitud del ocurrido en 1985.

Jueves pasado en la noche, a las casi 10 horas, un temblor sacudió a la Ciudad de México. Estaba yo a bordo de un avión a punto de despegar del aeropuerto capitalino y no me percaté de nada. Pero la magnitud fue de 8.2 en la escala de Richter. Esta es una intensidad muy similar y equiparable a la ocurrida hace más de 20 años en aquel fatídico año de 1985; la devastación entonces fue grande. La cantidad de muertos fue inmensa y la angustia no se hizo esperar. Pero entonces tenemos que ponernos a pensar qué fue diferente en esta ocasión. Aunque la intensidad sísmica fue semejante entre la ocurrida jueves en la noche y la de 1985, la destrucción no pasó de unos cuantos vidrios rotos, cortes de luz y falta de electricidad.

El país y la Ciudad de México estaban preparados. La alerta sísmica cumplió su función. Los edificios están construidos de forma que resisten temblores de alta intensidad. Las redes ciudadanas de apoyo y de prevención también funcionan y cumplen su labor. En otras palabras, México está organizado e hizo su trabajo. No hay manoseo político, corrupción o negligencia en la administración, prevención y alivio de desastres naturales.

Cuando la sociedad y el gobierno deciden hacer su trabajo en conjunto y de forma coordinada y responsable, las cosas salen bien. Este ejemplo del sismo ocurrido en el centro del país sirve como un referente claro de lo anterior. Y además nos puede iluminar sobre otras oportunidades que podríamos explorar en la nación para mejorar otras cosas. Por ejemplo, ¿por qué no dedicar el mismo esfuerzo, transparencia, compromiso y dedicación para la educación en México?

Si algo tan importante como es la prevención de desastres naturales está bien hecho y con estándares de la más alta calidad, deberíamos poner el mismo esfuerzo en la educación de los niños y jóvenes también. Y podría mencionarse lo mismo de la salud, de la cultura, de los programas sociales, etcétera. Hay una prueba clara que, cuando nos lo proponemos, podemos hacer las cosas bien.

Si todos estamos convencidos de ello, podemos cuidarnos, apoyarnos y animarnos para que nuestro país sea cada vez mejor. La responsabilidad de hacer las cosas bien parte desde los detalles más elementales hasta la cosa más compleja. Es una tarea compartida y ya vimos de lo que somos capaces.

 

@fedeling

En una visita de trabajo a la Ciudad de México me tocó terminar una reunión en un restaurant de la colonia Roma. Más o menos a las 7 de la noche se activó la alerta sísmica y tuvimos que salir todos del restaurant. Era miércoles. No pasó nada. Después de varios minutos regresamos al lugar; yo le explicaba a alguien que una vez me tocó un temblor de menos de 7 puntos en la escala de Richter en un hotel de la misma colonia, y pude presenciar -desde la azotea del hotel- cómo los edificios chocaban unos contra otros. Pensé que sería horrible estar allí durante un sismo de la magnitud del ocurrido en 1985.

Jueves pasado en la noche, a las casi 10 horas, un temblor sacudió a la Ciudad de México. Estaba yo a bordo de un avión a punto de despegar del aeropuerto capitalino y no me percaté de nada. Pero la magnitud fue de 8.2 en la escala de Richter. Esta es una intensidad muy similar y equiparable a la ocurrida hace más de 20 años en aquel fatídico año de 1985; la devastación entonces fue grande. La cantidad de muertos fue inmensa y la angustia no se hizo esperar. Pero entonces tenemos que ponernos a pensar qué fue diferente en esta ocasión. Aunque la intensidad sísmica fue semejante entre la ocurrida jueves en la noche y la de 1985, la destrucción no pasó de unos cuantos vidrios rotos, cortes de luz y falta de electricidad.

El país y la Ciudad de México estaban preparados. La alerta sísmica cumplió su función. Los edificios están construidos de forma que resisten temblores de alta intensidad. Las redes ciudadanas de apoyo y de prevención también funcionan y cumplen su labor. En otras palabras, México está organizado e hizo su trabajo. No hay manoseo político, corrupción o negligencia en la administración, prevención y alivio de desastres naturales.

Cuando la sociedad y el gobierno deciden hacer su trabajo en conjunto y de forma coordinada y responsable, las cosas salen bien. Este ejemplo del sismo ocurrido en el centro del país sirve como un referente claro de lo anterior. Y además nos puede iluminar sobre otras oportunidades que podríamos explorar en la nación para mejorar otras cosas. Por ejemplo, ¿por qué no dedicar el mismo esfuerzo, transparencia, compromiso y dedicación para la educación en México?

Si algo tan importante como es la prevención de desastres naturales está bien hecho y con estándares de la más alta calidad, deberíamos poner el mismo esfuerzo en la educación de los niños y jóvenes también. Y podría mencionarse lo mismo de la salud, de la cultura, de los programas sociales, etcétera. Hay una prueba clara que, cuando nos lo proponemos, podemos hacer las cosas bien.

Si todos estamos convencidos de ello, podemos cuidarnos, apoyarnos y animarnos para que nuestro país sea cada vez mejor. La responsabilidad de hacer las cosas bien parte desde los detalles más elementales hasta la cosa más compleja. Es una tarea compartida y ya vimos de lo que somos capaces.

 

@fedeling