/ viernes 25 de agosto de 2017

Cortar el mal desde la raíz

Se ha dicho de tantas maneras: los partidos políticos han abandonado su misión esencial de representar las aspiraciones de la sociedad en la conformación del poder público, para convertirse en maquinarias burocráticas obsesionadas por la captura de puestos y presupuestos para sus élites. Si esta metamorfosis les ha acarreado la pérdida de la confianza ciudadana y la más baja estima entre todas las instituciones: ¿Por qué no reaccionan?¿Por qué continúan su ruta hacia el despeñadero? No se trata nada más de las obvias e inescrupulosas ventajas que encuentran los políticos para beneficiarse de esta realidad.

El actual sistema electoral tiene mucho que ver con la desnaturalización de los partidos. Los acuerdos que se forjaron en los años 90 para avanzar hacia un régimen con condiciones más equitativas, partieron de una nefasta imposición del entonces partido dominante: el financiamiento debía equipararse a los rangos del presupuesto del más fuerte, en lugar de bajar los parámetros del costo de su manutención. Con ello empezó la perversión; los costos de la democracia se incrementaron de una manera desorbitante y los partidos empezaron a verse como un negocio atractivo.

Durante dos décadas, los partidos políticos han dirigido todos sus esfuerzos a fortalecerse a través de vínculos de complicidad entre ellos mismos pararepartirse el pastel (partidocracia),llevando los costos de la competencia electoral a extremos demenciales, hasta obtener del erario público la cantidad de trece mil millones de pesos más los recursos incalculables que se allegan por la vía del financiamiento privado.

En lugar de cortar esta barbaridad de tajo y disminuir al mínimoesos recursos, la presión social ha ido forzándolos a introducir paliativos para fiscalizar sus gastos y hacerlos transparentes,lo que ha traído como consecuencia que los partidos se vean obligados a crear aparatos burocráticos encargados de hacer malabares con la rendición de cuentas.Aunque no es poca cosa, al poner el acento en la transparencia financiera -que debiera resolverse replanteando el sistema de financiamiento de los partidos- se ha dejado de lado lo fundamental: la transparencia política.

Por otra parte, los órganos autónomos creados para enderezar el barco de nuestra democracia -el INE y el INAI- han sido incapaces de generar una dinámica de trabajo conjunto para devolverles a los partidos políticos la cuota de dignidad extraviada, a través del ejercicio pleno de sus facultades y autoridad, para exigir de ellos una conducta apegada al espíritu democrático que con tanto esfuerzo hemos conquistado los mexicanos.

En el camino, los partidos se han olvidado de la sociedad a la que pretenden representary han abandonado los temas esenciales. El debate político se ha reducido a las reglas de competencia y a la denostación personal; han dejado de prepararse para saber gobernar. No revelan su identidad ideológica porque han renunciado a ella en aras de ganar votos engañando a la gente. Sus ofertas electorales no constituyen proyectos coherentes sino un manojo de propuestas coyunturales. Para elegir con libertad y sentir honrada su confianza, el ciudadano necesita conocer la verdad sobre los aspectos sustantivos de la razón de ser de los partidos, así como estar en posibilidad de someterlos a su escrutinio; conocer su funcionamiento interno, sus criterios de selección de candidatosy tener elementos para exigir la congruencia entre lo que prometen y lo que realizan.

Nosotrxs exigiremos que los partidos cumplan con sus obligaciones formales. Tendrían que ser ellos mismos quienes se comprometan, por convicción, con la verdad ideológica y programática; que provenga de sus entrañas cortar desde la raíz el problema de origen: ni un peso más de financiamiento privado y disminución radical del dinero público.

 

Cofundadora de Nosotrxs

@NosotrxsMX

Se ha dicho de tantas maneras: los partidos políticos han abandonado su misión esencial de representar las aspiraciones de la sociedad en la conformación del poder público, para convertirse en maquinarias burocráticas obsesionadas por la captura de puestos y presupuestos para sus élites. Si esta metamorfosis les ha acarreado la pérdida de la confianza ciudadana y la más baja estima entre todas las instituciones: ¿Por qué no reaccionan?¿Por qué continúan su ruta hacia el despeñadero? No se trata nada más de las obvias e inescrupulosas ventajas que encuentran los políticos para beneficiarse de esta realidad.

El actual sistema electoral tiene mucho que ver con la desnaturalización de los partidos. Los acuerdos que se forjaron en los años 90 para avanzar hacia un régimen con condiciones más equitativas, partieron de una nefasta imposición del entonces partido dominante: el financiamiento debía equipararse a los rangos del presupuesto del más fuerte, en lugar de bajar los parámetros del costo de su manutención. Con ello empezó la perversión; los costos de la democracia se incrementaron de una manera desorbitante y los partidos empezaron a verse como un negocio atractivo.

Durante dos décadas, los partidos políticos han dirigido todos sus esfuerzos a fortalecerse a través de vínculos de complicidad entre ellos mismos pararepartirse el pastel (partidocracia),llevando los costos de la competencia electoral a extremos demenciales, hasta obtener del erario público la cantidad de trece mil millones de pesos más los recursos incalculables que se allegan por la vía del financiamiento privado.

En lugar de cortar esta barbaridad de tajo y disminuir al mínimoesos recursos, la presión social ha ido forzándolos a introducir paliativos para fiscalizar sus gastos y hacerlos transparentes,lo que ha traído como consecuencia que los partidos se vean obligados a crear aparatos burocráticos encargados de hacer malabares con la rendición de cuentas.Aunque no es poca cosa, al poner el acento en la transparencia financiera -que debiera resolverse replanteando el sistema de financiamiento de los partidos- se ha dejado de lado lo fundamental: la transparencia política.

Por otra parte, los órganos autónomos creados para enderezar el barco de nuestra democracia -el INE y el INAI- han sido incapaces de generar una dinámica de trabajo conjunto para devolverles a los partidos políticos la cuota de dignidad extraviada, a través del ejercicio pleno de sus facultades y autoridad, para exigir de ellos una conducta apegada al espíritu democrático que con tanto esfuerzo hemos conquistado los mexicanos.

En el camino, los partidos se han olvidado de la sociedad a la que pretenden representary han abandonado los temas esenciales. El debate político se ha reducido a las reglas de competencia y a la denostación personal; han dejado de prepararse para saber gobernar. No revelan su identidad ideológica porque han renunciado a ella en aras de ganar votos engañando a la gente. Sus ofertas electorales no constituyen proyectos coherentes sino un manojo de propuestas coyunturales. Para elegir con libertad y sentir honrada su confianza, el ciudadano necesita conocer la verdad sobre los aspectos sustantivos de la razón de ser de los partidos, así como estar en posibilidad de someterlos a su escrutinio; conocer su funcionamiento interno, sus criterios de selección de candidatosy tener elementos para exigir la congruencia entre lo que prometen y lo que realizan.

Nosotrxs exigiremos que los partidos cumplan con sus obligaciones formales. Tendrían que ser ellos mismos quienes se comprometan, por convicción, con la verdad ideológica y programática; que provenga de sus entrañas cortar desde la raíz el problema de origen: ni un peso más de financiamiento privado y disminución radical del dinero público.

 

Cofundadora de Nosotrxs

@NosotrxsMX

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