/ lunes 7 de agosto de 2017

Cuando Caldera visitó Acción Nacional

Este noviembre se cumplirán 55 años de que un ilustre venezolano realizó impactante visita a la oposición democrática mexicana, representada por Acción Nacional. Fue Rafael Caldera, a la sazón senador de su país y presidente de COPEI, partido de orientación social cristiana. Estuvo presente en la convención nacional panista que se desarrolló del sábado 17 al martes 20 de noviembre de 1962. Llegó a México en plena época del autoritarismo priista.

Las sesiones plenarias fueron en el Teatro Nuevo Ideal, hoy “Manolo Fábregas”, donde el líder venezolano clausuró los trabajos con un soberbio discurso.

Ese mensaje de Caldera a los panistas, vibrante, fogoso, elocuente, fue recordado durante muchos años por el panismo de entonces. La revista del partido lo recogió íntegro y al poco tiempo se editó un disco, de aquellos de acetato, que lo contenía.

Desde el inicio de los trabajos del cuarto y último día de la Convención era esperada, con cierta ansiedad, la presencia del carismático senador venezolano. Hacia la tarde-noche del martes 20 de noviembre, cuando don Efraín González Luna leía su ponencia sobre Política Internacional, que tuvo que interrumpir, llegó Caldera al teatro. “Qué de aplausos y de vítores” hubo en ese momento, dice la crónica de la revista oficial del partido.

Los mismos que se renovaron con entusiastas porras y gritos, cuando se anunció que el distinguido visitante haría uso de la palabra. Su alocución debió haber durado poco menos de una hora, que pareció un instante. Qué retórica, qué magnetismo. Va un par de fragmentos de ese inolvidable discurso:

“Me está vedado formular juicios de valor –dijo- acerca de cuestiones que atañen a la política interna de México, pero no me está vedado decir que los hombres de Acción Nacional, a los que admiro y respeto desde hace muchos años, comprometieron su vida a una causa que no tenía inmediata visión de triunfo… y el compromiso que contrajeron con su conciencia lo han sabido cumplir”.

“Me complace hondamente, me emociona hasta el tuétano –dijo Caldera- la idea de venir a acompañar a una gente que lucha por principios hace 23 años y todavía no se ha preguntado ‘hasta cuándo’”.

Dice la crónica que en nueve ocasiones todos los convencionistas habrían de ponerse en pie para aplaudirlo. “Había ocasiones en que la garganta se haría un nudo y no iba a ser raro ver cómo a lo largo de la formidable pieza oratoria, más de uno se enjugaría los ojos”.

Pasaron ocho años de esa visita a México y Caldera, postulado por COPEI, llegó a presidente de Venezuela. Al término de su mandato entregó un país próspero y en orden. Pero luego las cosas se descompusieron y retornó a la Presidencia casi dos décadas después, como independiente, para sacar a Venezuela de la grave crisis en que ya se encontraba. La corrupción de los partidos, COPEI incluido, entronizó al populismo chavista, que ha derivado hacia la dramática situación que hoy vive Venezuela.

Varias veces visité ese país en la década de los 80. Se veía próspero y con sólidas instituciones democráticas. Parecía el modelo ideal para México. Pero la corrupción lo carcomió. Lo lamentable es que nuestro país, por la vía de la corrupción, sigue desde hace tiempo el mismo camino. Se necesita cerrar los ojos para no ver que efectivamente así es. Ojalá aprendamos en cabeza ajena. Pues ni siquiera tenemos aquí alguien de la dimensión de Rafael Caldera, fallecido en 2009 a los 94 años de edad.

Este noviembre se cumplirán 55 años de que un ilustre venezolano realizó impactante visita a la oposición democrática mexicana, representada por Acción Nacional. Fue Rafael Caldera, a la sazón senador de su país y presidente de COPEI, partido de orientación social cristiana. Estuvo presente en la convención nacional panista que se desarrolló del sábado 17 al martes 20 de noviembre de 1962. Llegó a México en plena época del autoritarismo priista.

Las sesiones plenarias fueron en el Teatro Nuevo Ideal, hoy “Manolo Fábregas”, donde el líder venezolano clausuró los trabajos con un soberbio discurso.

Ese mensaje de Caldera a los panistas, vibrante, fogoso, elocuente, fue recordado durante muchos años por el panismo de entonces. La revista del partido lo recogió íntegro y al poco tiempo se editó un disco, de aquellos de acetato, que lo contenía.

Desde el inicio de los trabajos del cuarto y último día de la Convención era esperada, con cierta ansiedad, la presencia del carismático senador venezolano. Hacia la tarde-noche del martes 20 de noviembre, cuando don Efraín González Luna leía su ponencia sobre Política Internacional, que tuvo que interrumpir, llegó Caldera al teatro. “Qué de aplausos y de vítores” hubo en ese momento, dice la crónica de la revista oficial del partido.

Los mismos que se renovaron con entusiastas porras y gritos, cuando se anunció que el distinguido visitante haría uso de la palabra. Su alocución debió haber durado poco menos de una hora, que pareció un instante. Qué retórica, qué magnetismo. Va un par de fragmentos de ese inolvidable discurso:

“Me está vedado formular juicios de valor –dijo- acerca de cuestiones que atañen a la política interna de México, pero no me está vedado decir que los hombres de Acción Nacional, a los que admiro y respeto desde hace muchos años, comprometieron su vida a una causa que no tenía inmediata visión de triunfo… y el compromiso que contrajeron con su conciencia lo han sabido cumplir”.

“Me complace hondamente, me emociona hasta el tuétano –dijo Caldera- la idea de venir a acompañar a una gente que lucha por principios hace 23 años y todavía no se ha preguntado ‘hasta cuándo’”.

Dice la crónica que en nueve ocasiones todos los convencionistas habrían de ponerse en pie para aplaudirlo. “Había ocasiones en que la garganta se haría un nudo y no iba a ser raro ver cómo a lo largo de la formidable pieza oratoria, más de uno se enjugaría los ojos”.

Pasaron ocho años de esa visita a México y Caldera, postulado por COPEI, llegó a presidente de Venezuela. Al término de su mandato entregó un país próspero y en orden. Pero luego las cosas se descompusieron y retornó a la Presidencia casi dos décadas después, como independiente, para sacar a Venezuela de la grave crisis en que ya se encontraba. La corrupción de los partidos, COPEI incluido, entronizó al populismo chavista, que ha derivado hacia la dramática situación que hoy vive Venezuela.

Varias veces visité ese país en la década de los 80. Se veía próspero y con sólidas instituciones democráticas. Parecía el modelo ideal para México. Pero la corrupción lo carcomió. Lo lamentable es que nuestro país, por la vía de la corrupción, sigue desde hace tiempo el mismo camino. Se necesita cerrar los ojos para no ver que efectivamente así es. Ojalá aprendamos en cabeza ajena. Pues ni siquiera tenemos aquí alguien de la dimensión de Rafael Caldera, fallecido en 2009 a los 94 años de edad.