/ miércoles 16 de agosto de 2017

Cuchillito de palo

  • Impotencia vecinal

Aumentan los delitos en la Ciudad de México y delegados y Jefe de gobierno se quedan impasibles. En la Miguel Hidalgo, donde se tuvo esperanza de que Xóchitl Gálvez, pusiera orden, se multiplica la inseguridad y ella se lava las manos, atribuyéndole la culpa a la administración del miniMancera.

Me entero de lo sucedido el pasado sábado en la colonia Anzures. Una zona que siempre fue tranquila, habitada por familias de clase media. En el edificio ubicado en la calle de Herschel 159, que hace esquina con Kelvin, hay un local ocupado por una miscelánea.

La Super Erick es el típico changarro, en el que poco se puede comprar, pero surtido de escandaleras. Venden alcohol, que bandas de mequetrefes consumen, en plena vía pública y dentro del local. Lo atienden los hijos de los arrendadores, quienes también se embriagan con la clientela.

Según un cerrajero –tiene su negocio cerca-, se vende droga y la prueba es que se ve a los jovenzuelos, bebiendo y liando mota, en plena entrada del inmueble.

Para iluminar la “pachanga” callejera, colocan foquitos de colores en el poste de luz y los gritos de la concurrencia se escuchan por todo el vecindario, sin que aparezca un “guardián de la ley”.

El fin de semana, hartos del festejo –que además supone un peligro para los peatones y automovilistas-, un par de vecinos bajaron a tocar el cacaraqueado “botón de alarma”. Cuando se colocaron se argumentó que eran una magnífica medida, para garantizar la salvaguarda de los residentes. Sirvió de nada.

Ante la falta de respuesta llamaron a una patrulla, que llegó en 15 minutos. Los chamacos salieron disparados y el policía se dirigió al interior del changarro, no sin antes pedirles a los vecinos que habían hablado, que bajaran. Los “encargados” de la Super Erick estaban ahogados de borrachos y empezaron a pelear: el patrullero pidió refuerzos. En sus narices, uno de estos perdularios, amenazó con secuestrar al vecino demandante.

Se llevaron a los individuos, según ellos a la delegación (Parque Lira) y les pidieron a los quejosos que fueran a denunciar. Allá se dirigieron a Servicios para la Comunidad, donde les darían los nombres del par de tipejos, para poder presentar su declaración. Dos horas esperando.

Ya con los nombres fueron ante el Ministerio Público, una señora. que también los hizo esperar otras dos horas, para salirles con que no podía levantar la denuncia, ya que ignoraba el domicilio de los facinerosos, a los cuales se había trasladado al famoso Torito (Cárcel a la que llevan a quienes cometen faltas administrativas, como emborracharse en la vía pública,  manejar alcoholizado).

No hubo forma de que, la mentada funcionaria tomara la denuncia, por lo que, hartos, se retiraron.

La señora Gálvez ha hecho un sin número de clausuras y, sin embargo, está ciega a este tipo de narcotienditas (con la venta de alcohol, basta y sobra), que abundan en la demarcación. El argumento es que la, responsabilidad recae sobre el INVEA, Seguridad Pública y Procuraduría de la CdMx.

Lo que se guarda es que la demarcación cuenta con sus propias patrullas y aunque la seguridad es obligación central, los jefes delegacionales deben coordinarse y exigirles a las autoridades competentes, apoyo.

Vivir en esta capital es vivir al filo de la navaja. Ni llegar a tu casa es seguro –cuando el portal está ocupado por individuos drogados- y qué decir de la angustia de que agredan a cualquiera de tu familia. Mientras, quienes deberían garantizar tus derechos, se echan la bolita.

catalinanq@hotmail.com

@catalinanq

  • Impotencia vecinal

Aumentan los delitos en la Ciudad de México y delegados y Jefe de gobierno se quedan impasibles. En la Miguel Hidalgo, donde se tuvo esperanza de que Xóchitl Gálvez, pusiera orden, se multiplica la inseguridad y ella se lava las manos, atribuyéndole la culpa a la administración del miniMancera.

Me entero de lo sucedido el pasado sábado en la colonia Anzures. Una zona que siempre fue tranquila, habitada por familias de clase media. En el edificio ubicado en la calle de Herschel 159, que hace esquina con Kelvin, hay un local ocupado por una miscelánea.

La Super Erick es el típico changarro, en el que poco se puede comprar, pero surtido de escandaleras. Venden alcohol, que bandas de mequetrefes consumen, en plena vía pública y dentro del local. Lo atienden los hijos de los arrendadores, quienes también se embriagan con la clientela.

Según un cerrajero –tiene su negocio cerca-, se vende droga y la prueba es que se ve a los jovenzuelos, bebiendo y liando mota, en plena entrada del inmueble.

Para iluminar la “pachanga” callejera, colocan foquitos de colores en el poste de luz y los gritos de la concurrencia se escuchan por todo el vecindario, sin que aparezca un “guardián de la ley”.

El fin de semana, hartos del festejo –que además supone un peligro para los peatones y automovilistas-, un par de vecinos bajaron a tocar el cacaraqueado “botón de alarma”. Cuando se colocaron se argumentó que eran una magnífica medida, para garantizar la salvaguarda de los residentes. Sirvió de nada.

Ante la falta de respuesta llamaron a una patrulla, que llegó en 15 minutos. Los chamacos salieron disparados y el policía se dirigió al interior del changarro, no sin antes pedirles a los vecinos que habían hablado, que bajaran. Los “encargados” de la Super Erick estaban ahogados de borrachos y empezaron a pelear: el patrullero pidió refuerzos. En sus narices, uno de estos perdularios, amenazó con secuestrar al vecino demandante.

Se llevaron a los individuos, según ellos a la delegación (Parque Lira) y les pidieron a los quejosos que fueran a denunciar. Allá se dirigieron a Servicios para la Comunidad, donde les darían los nombres del par de tipejos, para poder presentar su declaración. Dos horas esperando.

Ya con los nombres fueron ante el Ministerio Público, una señora. que también los hizo esperar otras dos horas, para salirles con que no podía levantar la denuncia, ya que ignoraba el domicilio de los facinerosos, a los cuales se había trasladado al famoso Torito (Cárcel a la que llevan a quienes cometen faltas administrativas, como emborracharse en la vía pública,  manejar alcoholizado).

No hubo forma de que, la mentada funcionaria tomara la denuncia, por lo que, hartos, se retiraron.

La señora Gálvez ha hecho un sin número de clausuras y, sin embargo, está ciega a este tipo de narcotienditas (con la venta de alcohol, basta y sobra), que abundan en la demarcación. El argumento es que la, responsabilidad recae sobre el INVEA, Seguridad Pública y Procuraduría de la CdMx.

Lo que se guarda es que la demarcación cuenta con sus propias patrullas y aunque la seguridad es obligación central, los jefes delegacionales deben coordinarse y exigirles a las autoridades competentes, apoyo.

Vivir en esta capital es vivir al filo de la navaja. Ni llegar a tu casa es seguro –cuando el portal está ocupado por individuos drogados- y qué decir de la angustia de que agredan a cualquiera de tu familia. Mientras, quienes deberían garantizar tus derechos, se echan la bolita.

catalinanq@hotmail.com

@catalinanq