/ lunes 2 de enero de 2017

Cultura a la Mexicana

“Todo el mundo piensa en cambiar a la humanidad... Casi nadie piensa en cambiarse a sí mismo.”

Antony de Mello

  • Napoleón Fillat
  • Frívolas lamentaciones

Dice la frase, ya célebre, cuya validez comprobé esta temporada decembrina, al convivir con personas amigas que hace tiempo no veía. Pero de las que antes debo decir que me dio mucho gusto advertir que las conocí formando una familia o con niños pequeños, y ahora son flamantes padres de muchachos adolescentes o bien de adultos jóvenes. De ahí que se haya hecho inevitable platicar de nuestro tema favorito a estas “alturas del partido” -nuestros hijos-, cuando menos eso declaramos bajo protesta.

Así, por ejemplo, Jorge como proveedor y contratista -principalmente del Gobierno- empezó por quejarse de la situación económica del país y consecuentemente de la disminución acelerada de su ingreso, lo que actualmente le impide sostener el estilo de vida con que tiene acostumbrada a su familia y que “naturalmente” desencadena las protestas exigentes de sus retoños, principalmente, quienes no saben ni les interesa saber, el origen de los recursos que durante sus cortas vidas han dilapidado con alegría. Su manera de relatar esto me dio la impresión de que ¡ya lo tienen harto!

“Antes hacía muy buenos negocios, pero ahora todo está reservado para unos cuantos”, dijo. Con ello, pasó a insultar, en forma soez, a los gobiernos municipal, estatal y federal con que antes había trabajado, “por corruptos e incompetentes”, puntualizaba. Pero como tenía que pasar, no faltó uno de los amigos oyentes, quien le recordó que: hacía poco tiempo, él se contaba dentro de aquellos privilegiados y consentidos de los que ahora llamaba rateros, y sintiéndose apabullado, Jorge no supo qué decir, generándose de inmediato un ambiente muy incómodo e indigno de una celebración navideña. Para colmo, en un descuido indiscreto, tuve el mal tino de escuchar a Jorgito -sí, el hijo de Jorge- que al igual que su papá, explicaba, a primos y amigos de su edad, lo mal que está la situación familiar por culpa ¿de quién creen? ... sí, ¡le atinaron!.. del “mal Gobierno”, que hasta hacía poco representaba su bienestar superlativo, muy, pero muy por encima del promedio de todos los mexicanos, incluso de ciudadanos de países desarrollados.

Jorgito, bastante crecido por cierto, pues ya cuenta con 18 años, se quejaba amargamente de su desgracia extrema con sus contemporáneos, pues le resultaba difícil de creer que su papá no cumpliera lo que le había prometido; hablaba de cambiar de modelo su pequeño deportivo BMW, objeto que como de costumbre, no tenía la mínima duda de merecer, por el solo hecho de existir. Desde luego que le importa un comino la complicada situación económica manifestada por su padre, pues a su “sano juicio”, no es razón suficiente para cambiar su coche por un “cuasi-proletario” Mazda 6, en lugar del BMW prometido.

Por otra parte, en la reunión se encontraba mi entrañable amigo Daniel, quien comentó que su hijo, a pesar de estar pasando por un buen momento profesional, concluyó con un matrimonio que había durado 11 “largos” meses -curiosamente los preparativos de la boda duraron casi un año-,y que conforme al signo de los tiempos que nos ha tocado vivir, confirmó que cualquier tipo de relación humana se ha vuelto normalmente desechable, así sea de las consideradas fundamentales para nuestras vidas, como es el matrimonio

Esa fue la marca que caracterizó nuestra reunión de fin de año, entre los amigos de siempre, pues siguieron otras narraciones de similar naturaleza por parte de los demás asistentes, las que también estuvieron plagadas de lamentaciones, todas igualmente irritantes y frívolas, y por tanto intolerables, ante las grandes carencias que sufre la inmensa mayoría de los mexicanos, que está sumida en la extrema pobreza.

Supongo que lo difícil para ser optimista en nuestros días tiene mucho que ver con la situación individual que vivimos, que por lo mismo, como sociedad,no tenemos muchas cosas para celebrar, que hay circunstancias que nos agobian y cuya solución, creemos, no depende de nosotros. Pero también estoy convencido que nuestras actitudes negativas ante la situación no ayudan, y que para modificar positivamente la situación del país, debemos hacerlo antes nosotros, desde los más pequeños detalles de la forma en que nos conducimos en sociedad, porque: “Aunque nada cambie, si yo cambio…todo cambia.”

Honorato de Balzac napoleonef@hotmail.com

“Todo el mundo piensa en cambiar a la humanidad... Casi nadie piensa en cambiarse a sí mismo.”

Antony de Mello

  • Napoleón Fillat
  • Frívolas lamentaciones

Dice la frase, ya célebre, cuya validez comprobé esta temporada decembrina, al convivir con personas amigas que hace tiempo no veía. Pero de las que antes debo decir que me dio mucho gusto advertir que las conocí formando una familia o con niños pequeños, y ahora son flamantes padres de muchachos adolescentes o bien de adultos jóvenes. De ahí que se haya hecho inevitable platicar de nuestro tema favorito a estas “alturas del partido” -nuestros hijos-, cuando menos eso declaramos bajo protesta.

Así, por ejemplo, Jorge como proveedor y contratista -principalmente del Gobierno- empezó por quejarse de la situación económica del país y consecuentemente de la disminución acelerada de su ingreso, lo que actualmente le impide sostener el estilo de vida con que tiene acostumbrada a su familia y que “naturalmente” desencadena las protestas exigentes de sus retoños, principalmente, quienes no saben ni les interesa saber, el origen de los recursos que durante sus cortas vidas han dilapidado con alegría. Su manera de relatar esto me dio la impresión de que ¡ya lo tienen harto!

“Antes hacía muy buenos negocios, pero ahora todo está reservado para unos cuantos”, dijo. Con ello, pasó a insultar, en forma soez, a los gobiernos municipal, estatal y federal con que antes había trabajado, “por corruptos e incompetentes”, puntualizaba. Pero como tenía que pasar, no faltó uno de los amigos oyentes, quien le recordó que: hacía poco tiempo, él se contaba dentro de aquellos privilegiados y consentidos de los que ahora llamaba rateros, y sintiéndose apabullado, Jorge no supo qué decir, generándose de inmediato un ambiente muy incómodo e indigno de una celebración navideña. Para colmo, en un descuido indiscreto, tuve el mal tino de escuchar a Jorgito -sí, el hijo de Jorge- que al igual que su papá, explicaba, a primos y amigos de su edad, lo mal que está la situación familiar por culpa ¿de quién creen? ... sí, ¡le atinaron!.. del “mal Gobierno”, que hasta hacía poco representaba su bienestar superlativo, muy, pero muy por encima del promedio de todos los mexicanos, incluso de ciudadanos de países desarrollados.

Jorgito, bastante crecido por cierto, pues ya cuenta con 18 años, se quejaba amargamente de su desgracia extrema con sus contemporáneos, pues le resultaba difícil de creer que su papá no cumpliera lo que le había prometido; hablaba de cambiar de modelo su pequeño deportivo BMW, objeto que como de costumbre, no tenía la mínima duda de merecer, por el solo hecho de existir. Desde luego que le importa un comino la complicada situación económica manifestada por su padre, pues a su “sano juicio”, no es razón suficiente para cambiar su coche por un “cuasi-proletario” Mazda 6, en lugar del BMW prometido.

Por otra parte, en la reunión se encontraba mi entrañable amigo Daniel, quien comentó que su hijo, a pesar de estar pasando por un buen momento profesional, concluyó con un matrimonio que había durado 11 “largos” meses -curiosamente los preparativos de la boda duraron casi un año-,y que conforme al signo de los tiempos que nos ha tocado vivir, confirmó que cualquier tipo de relación humana se ha vuelto normalmente desechable, así sea de las consideradas fundamentales para nuestras vidas, como es el matrimonio

Esa fue la marca que caracterizó nuestra reunión de fin de año, entre los amigos de siempre, pues siguieron otras narraciones de similar naturaleza por parte de los demás asistentes, las que también estuvieron plagadas de lamentaciones, todas igualmente irritantes y frívolas, y por tanto intolerables, ante las grandes carencias que sufre la inmensa mayoría de los mexicanos, que está sumida en la extrema pobreza.

Supongo que lo difícil para ser optimista en nuestros días tiene mucho que ver con la situación individual que vivimos, que por lo mismo, como sociedad,no tenemos muchas cosas para celebrar, que hay circunstancias que nos agobian y cuya solución, creemos, no depende de nosotros. Pero también estoy convencido que nuestras actitudes negativas ante la situación no ayudan, y que para modificar positivamente la situación del país, debemos hacerlo antes nosotros, desde los más pequeños detalles de la forma en que nos conducimos en sociedad, porque: “Aunque nada cambie, si yo cambio…todo cambia.”

Honorato de Balzac napoleonef@hotmail.com