/ domingo 20 de agosto de 2017

De grandeza e ignominia

1.- Paralelo a la muerte, destrucción, colapso social y de todos órdenes que acarrean las guerras –en este caso el terrorismo, con toda su cauda de brutalidad y barbarie-, traen a veces la ocasión de atrapar un instante que puede permitir a España disipar la borrasca independentista que ha enfuriado un grupo de irresponsables radicales en Cataluña. Sin ahondar en el sistemático recurso a la demagogia populista del chantaje retórico que tanto semeja a la de nuestros caudillos de este lado, la patraña de los Puigdemont y secuaces podría estrellarse con la pared de la realidad tras el inequívoco llamado a la unidad, la conciliación y la confianza que provocó la orgía asesina del terrorismo islámico el jueves 17 en Barcelona.

2.- La reiterada amenaza de esos líderes no es poca cosa. La separación de Cataluña traería consigo el cercenamiento de esa Comunidad; de España y, sin duda, la inminente disolución de la Unión Europea. Tal vez ahí radique, y nada más lejano al objeto del ataque que ha cobrado vidas y sembrado el terror en un país que en trece años había logrado conjurarlo, el efecto positivo de la andanada criminal: que el gobierno catalán recapacite sobre la necesidad de mantener la unidad de la nación en aras de enfrentar la bestialidad terrorista, y dedicar su admirable arrojo a preservar la cohesión entre los españoles, valor muy superior al efímero capricho de la separación.

3.- España ha pagado caro el costo de la división, en una guerra fratricida que para bien de la humanidad y de la civilización, nadie debe olvidar ni querrá ignorar. Tampoco se puede desdeñar la valía de sus procesos de restauración social, política y económica, y que son modelo del mundo moderno. De ahí su reacción como nación gallarda y enhiesta ante la violencia terrorista, de la que sabrá arrojar el mejor provecho para –sepultados sus muertos y honrados sus policías- conservarse una, grande y entrañable.

4.- Así lo quieren los españoles y sus líderes, notoriamente el Rey y el Presidente del gobierno, han de capturar el momento para entregarles la entereza y la unidad. Por eso, causa pena desvirtuar la reflexión sobre la actitud frente a la atrocidad de la carnicería terrorista, tan solo para equipararla con la vileza del liderazgo en Estados Unidos, visto que Trump no conoce ninguno de los rasgos descritos. Un país que tiene en sus anales una guerra civil desgarrante; que labró su unión sobre la lápida de sus muertos; que ha construido la sociedad más fuerte y vigorosa a partir de la fusión de las migraciones; que ha aprendido a atenuar las diferencias raciales y a moderar los extremos, está siendo conducido a ensañarse en el odio, la venganza y los vicios más grotescos del ser humano.

5.- La deriva supremacista de la ignorancia más ruin a que el comerciante arrastra a su recua de seguidores abre una herida que la sociedad estadounidense tardará mucho tiempo en volver a restañar. El que ahora mancilla la memoria de un héroe nacional al torcer la historia gloriosa del general Pershing, al que Francia y Europa recuerdan por su saludo al tocar tierra, “Lafayette, nous voici”, solivianta a la extrema derecha en una ola de desprecio y odio que la Historia ya condenó en la ignominia, y que sólo nutre los instintos más bajos de la miseria humana. Y aún no se han pronunciado las comunidades judías, europeas y aquellas que sobrevivieron el exterminio nazi y que llevan un número en el brazo hasta la última generación.

6.- Los contrastes que nos ofrecen momentos estelares de la humanidad, y páginas despreciables de la idiotez del hombre.

 

camilo@kawage.com

1.- Paralelo a la muerte, destrucción, colapso social y de todos órdenes que acarrean las guerras –en este caso el terrorismo, con toda su cauda de brutalidad y barbarie-, traen a veces la ocasión de atrapar un instante que puede permitir a España disipar la borrasca independentista que ha enfuriado un grupo de irresponsables radicales en Cataluña. Sin ahondar en el sistemático recurso a la demagogia populista del chantaje retórico que tanto semeja a la de nuestros caudillos de este lado, la patraña de los Puigdemont y secuaces podría estrellarse con la pared de la realidad tras el inequívoco llamado a la unidad, la conciliación y la confianza que provocó la orgía asesina del terrorismo islámico el jueves 17 en Barcelona.

2.- La reiterada amenaza de esos líderes no es poca cosa. La separación de Cataluña traería consigo el cercenamiento de esa Comunidad; de España y, sin duda, la inminente disolución de la Unión Europea. Tal vez ahí radique, y nada más lejano al objeto del ataque que ha cobrado vidas y sembrado el terror en un país que en trece años había logrado conjurarlo, el efecto positivo de la andanada criminal: que el gobierno catalán recapacite sobre la necesidad de mantener la unidad de la nación en aras de enfrentar la bestialidad terrorista, y dedicar su admirable arrojo a preservar la cohesión entre los españoles, valor muy superior al efímero capricho de la separación.

3.- España ha pagado caro el costo de la división, en una guerra fratricida que para bien de la humanidad y de la civilización, nadie debe olvidar ni querrá ignorar. Tampoco se puede desdeñar la valía de sus procesos de restauración social, política y económica, y que son modelo del mundo moderno. De ahí su reacción como nación gallarda y enhiesta ante la violencia terrorista, de la que sabrá arrojar el mejor provecho para –sepultados sus muertos y honrados sus policías- conservarse una, grande y entrañable.

4.- Así lo quieren los españoles y sus líderes, notoriamente el Rey y el Presidente del gobierno, han de capturar el momento para entregarles la entereza y la unidad. Por eso, causa pena desvirtuar la reflexión sobre la actitud frente a la atrocidad de la carnicería terrorista, tan solo para equipararla con la vileza del liderazgo en Estados Unidos, visto que Trump no conoce ninguno de los rasgos descritos. Un país que tiene en sus anales una guerra civil desgarrante; que labró su unión sobre la lápida de sus muertos; que ha construido la sociedad más fuerte y vigorosa a partir de la fusión de las migraciones; que ha aprendido a atenuar las diferencias raciales y a moderar los extremos, está siendo conducido a ensañarse en el odio, la venganza y los vicios más grotescos del ser humano.

5.- La deriva supremacista de la ignorancia más ruin a que el comerciante arrastra a su recua de seguidores abre una herida que la sociedad estadounidense tardará mucho tiempo en volver a restañar. El que ahora mancilla la memoria de un héroe nacional al torcer la historia gloriosa del general Pershing, al que Francia y Europa recuerdan por su saludo al tocar tierra, “Lafayette, nous voici”, solivianta a la extrema derecha en una ola de desprecio y odio que la Historia ya condenó en la ignominia, y que sólo nutre los instintos más bajos de la miseria humana. Y aún no se han pronunciado las comunidades judías, europeas y aquellas que sobrevivieron el exterminio nazi y que llevan un número en el brazo hasta la última generación.

6.- Los contrastes que nos ofrecen momentos estelares de la humanidad, y páginas despreciables de la idiotez del hombre.

 

camilo@kawage.com

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