/ jueves 18 de agosto de 2016

Desde tierras Olímpicas

Llegados a este punto, emocionados debemos admitirlo y enorgullecernos: los de Río 2016 han sido unos Olímpicos espléndidos desde el punto de vista deportivo. Tan espléndidos como desastrosos en sentido organizativo, de movilidad, de asistencia a los escenarios, de incidentes -desde la alberca verde, hasta el atroz ataque a un camión de prensa-, de cifras de turismo que incluso son menores en este agosto que en el del año pasado (asumamos que quienes normalmente viajarían a Brasil, no lo hacen por los Juegos; y que quienes suelen viajar a causa de los Juegos, esta vez lo efectuaron en mucho menor medida).

Pero hablaba del nivel de competencia que hemos tenido privilegio de presenciar; la natación fue de una dimensión alucinante, con nombres como Michael Phelps, Katinka Hosszu, Katie Ledecky y el sorprendente Joe Schooling, venciendo al ídolo al que pedía foto hace pocos años; el atletismo va a medio camino pero ya dejó instantes memorables con Usain Bolt, la impactante marca de Almaz Ayana en 10 mil metros -tan impactante que despierta dudas-, el photofinish de Shaunae Miller volando de cabeza a la meta, el récord mundial en los 400 impuesto por Wayde van der Niekerk; en ciclismo de ruta y de pista, instantes tan épicos como dramáticos; en el tenis, auténticas epopeyas con Juan Martín del Potro conmoviendo al mundo pese a caer a manos de Andy Murray; en baloncesto, al menos seis selecciones con una calidad remarcable y un duelo de alarido Argentina-Brasil; un buen debut del golf; una gimnasia a ser a perpetuidad recordada por la irrupción de Simone Biles.

A eso añadamos diversos momentos de lección: la deportividad entre Dagostino y Hamblin en los 5,000 metros, apoyándose hacia la meta; los mensajes contra el cambio climático del halterista de Kiribati, temeroso de que el calentamiento global termine con su isla; las gimnastas sudcoreana y norcoreana en una selfie; la lección de Kristin Armstrong con su tercer oro al hilo, tras solo haberse concentrado en el ciclismo a los 27 años; la chica de oro de Brasil, Rafaela Silva, dando fe a su gente en una de las favelas más violentas de la sede olímpica; Islas Fiyi con su primera presea justo en el regreso del rugby.

Sí, Río 2016 es demasiado especial. Mucho más, me atrevo a decir, que las anteriores ediciones olímpicas, ya de por sí muy especiales. Tanto, que me duele por ahora no poder incluir a atletas mexicanos en esos instantes de magia deportiva. Twitter/albertolati

Llegados a este punto, emocionados debemos admitirlo y enorgullecernos: los de Río 2016 han sido unos Olímpicos espléndidos desde el punto de vista deportivo. Tan espléndidos como desastrosos en sentido organizativo, de movilidad, de asistencia a los escenarios, de incidentes -desde la alberca verde, hasta el atroz ataque a un camión de prensa-, de cifras de turismo que incluso son menores en este agosto que en el del año pasado (asumamos que quienes normalmente viajarían a Brasil, no lo hacen por los Juegos; y que quienes suelen viajar a causa de los Juegos, esta vez lo efectuaron en mucho menor medida).

Pero hablaba del nivel de competencia que hemos tenido privilegio de presenciar; la natación fue de una dimensión alucinante, con nombres como Michael Phelps, Katinka Hosszu, Katie Ledecky y el sorprendente Joe Schooling, venciendo al ídolo al que pedía foto hace pocos años; el atletismo va a medio camino pero ya dejó instantes memorables con Usain Bolt, la impactante marca de Almaz Ayana en 10 mil metros -tan impactante que despierta dudas-, el photofinish de Shaunae Miller volando de cabeza a la meta, el récord mundial en los 400 impuesto por Wayde van der Niekerk; en ciclismo de ruta y de pista, instantes tan épicos como dramáticos; en el tenis, auténticas epopeyas con Juan Martín del Potro conmoviendo al mundo pese a caer a manos de Andy Murray; en baloncesto, al menos seis selecciones con una calidad remarcable y un duelo de alarido Argentina-Brasil; un buen debut del golf; una gimnasia a ser a perpetuidad recordada por la irrupción de Simone Biles.

A eso añadamos diversos momentos de lección: la deportividad entre Dagostino y Hamblin en los 5,000 metros, apoyándose hacia la meta; los mensajes contra el cambio climático del halterista de Kiribati, temeroso de que el calentamiento global termine con su isla; las gimnastas sudcoreana y norcoreana en una selfie; la lección de Kristin Armstrong con su tercer oro al hilo, tras solo haberse concentrado en el ciclismo a los 27 años; la chica de oro de Brasil, Rafaela Silva, dando fe a su gente en una de las favelas más violentas de la sede olímpica; Islas Fiyi con su primera presea justo en el regreso del rugby.

Sí, Río 2016 es demasiado especial. Mucho más, me atrevo a decir, que las anteriores ediciones olímpicas, ya de por sí muy especiales. Tanto, que me duele por ahora no poder incluir a atletas mexicanos en esos instantes de magia deportiva. Twitter/albertolati

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