/ jueves 8 de junio de 2017

Desde tierras mundialistas

La reacción fue inmediata o, por ponerlo en términos cinematográficos, China contraataca.

Una vez que el titular del futbol europeo, Aleksander Ceferin, manifestó que el Mundial 2030 tiene que ser en Europa e incluso comenzó a respaldar a Inglaterra como eventual candidato único de su continente, China movió un par de piezas con tintes de jaque mate: dos nuevos patrocinadores de este país han aliviado las finanzas de la FIFA en el momento más angustioso que este organismo haya padecido en épocas recientes.

A la incursión del año pasado de los millones de la poderosa Wanda, ahora se incorporan Vivo (gigante productor de dispositivos móviles) y Hisense (uno de los mayores fabricantes de televisores).

Eso significa que la FIFA al fin puede respirar tras una serie de balances económicos paupérrimos (369 millones de dólares perdidos en 2016) y luego de haber perdido al menos a cinco patrocinadores medulares durante el escándalo de corrupción de los últimos años. A eso se añade que a un año del Mundial sólo tiene firmado a uno de diez patrocinios locales pretendidos.

Por eso, el organismo encabezado por Gianni Infantino ha encontrado un bálsamo en China. Por ello, también, toma mayor fuerza la flexibilización del reglamento de rotaciones continentales de sedes, que ha abierto la puerta a China para ser anfitriona ocho años después de que lo haga otro asiático, Qatar…, o, por qué no, en vez de Qatar.

Me explico. Ante la nueva tensión vinculada al Emirato, acusado de financiar a grupos terroristas; aislado por cielo, mar y tierra con la ruptura de relaciones con todos sus vecinos; sin un amigo en varios kilómetros a la redonda; ante todo eso, hoy nadie duda que el Mundial 2022 podría al fin ser quitado a los qataríes. Puestos a buscar a un país asiático que garantice esa organización, inversión e infraestructura en escasos cinco años, China es el único camino posible (consideremos, además, que Japón no puede meterse en otro lío de este género, con lo que le están suponiendo en desembolso los Olímpicos de Tokio 2020).

Si China fuera la opción emergente para 2022, la UEFA respiraría por dos motivos; primero, porque el torneo ya no tendría que moverse a invierno, resquebrajando las ligas y torneos locales; segundo, y sobre todo, porque Europa sabe que difícilmente podrá usar su tradición como competencia ante los patrocinios chinos, motivadísimos de entrar al quite ante la pasión futbolera del líder Xi Jinping.

Firmados esos dos patrocinios nuevos, China escala varios niveles en la lucha por el 2030…, pero, increíbles vueltas de la geopolítica, el 2030 podría adelantarse al 2022 y cumplir un sueño máximo de Xi e indirectamente el de Inglaterra para 2030.

Twitter/albertolati

La reacción fue inmediata o, por ponerlo en términos cinematográficos, China contraataca.

Una vez que el titular del futbol europeo, Aleksander Ceferin, manifestó que el Mundial 2030 tiene que ser en Europa e incluso comenzó a respaldar a Inglaterra como eventual candidato único de su continente, China movió un par de piezas con tintes de jaque mate: dos nuevos patrocinadores de este país han aliviado las finanzas de la FIFA en el momento más angustioso que este organismo haya padecido en épocas recientes.

A la incursión del año pasado de los millones de la poderosa Wanda, ahora se incorporan Vivo (gigante productor de dispositivos móviles) y Hisense (uno de los mayores fabricantes de televisores).

Eso significa que la FIFA al fin puede respirar tras una serie de balances económicos paupérrimos (369 millones de dólares perdidos en 2016) y luego de haber perdido al menos a cinco patrocinadores medulares durante el escándalo de corrupción de los últimos años. A eso se añade que a un año del Mundial sólo tiene firmado a uno de diez patrocinios locales pretendidos.

Por eso, el organismo encabezado por Gianni Infantino ha encontrado un bálsamo en China. Por ello, también, toma mayor fuerza la flexibilización del reglamento de rotaciones continentales de sedes, que ha abierto la puerta a China para ser anfitriona ocho años después de que lo haga otro asiático, Qatar…, o, por qué no, en vez de Qatar.

Me explico. Ante la nueva tensión vinculada al Emirato, acusado de financiar a grupos terroristas; aislado por cielo, mar y tierra con la ruptura de relaciones con todos sus vecinos; sin un amigo en varios kilómetros a la redonda; ante todo eso, hoy nadie duda que el Mundial 2022 podría al fin ser quitado a los qataríes. Puestos a buscar a un país asiático que garantice esa organización, inversión e infraestructura en escasos cinco años, China es el único camino posible (consideremos, además, que Japón no puede meterse en otro lío de este género, con lo que le están suponiendo en desembolso los Olímpicos de Tokio 2020).

Si China fuera la opción emergente para 2022, la UEFA respiraría por dos motivos; primero, porque el torneo ya no tendría que moverse a invierno, resquebrajando las ligas y torneos locales; segundo, y sobre todo, porque Europa sabe que difícilmente podrá usar su tradición como competencia ante los patrocinios chinos, motivadísimos de entrar al quite ante la pasión futbolera del líder Xi Jinping.

Firmados esos dos patrocinios nuevos, China escala varios niveles en la lucha por el 2030…, pero, increíbles vueltas de la geopolítica, el 2030 podría adelantarse al 2022 y cumplir un sueño máximo de Xi e indirectamente el de Inglaterra para 2030.

Twitter/albertolati

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