/ jueves 20 de julio de 2017

Desde tierras mundialistas

Cifras  del todo absurdas: que el Comité Organizador ruso anuncie que espera a un millón de turistas durante la próxima Copa del Mundo, habla de un absoluto desapego de la realidad.

Claro, las estadísticas pueden inflarse si son contabilizados todos los ciudadanos locales que se desplacen unos kilómetros desde su ciudad para ver un partido, pero eso no se traduce en derrama económica, ni en llegada de divisas extranjeras, ni en acercarse a amortizar el inmenso gasto que implica albergar este torneo, ni en factores realmente traducibles en generación de empleos ya temporales o definitivos.

Y me atrevo a establecer que Rusia 2018 no alcanzará ni por mucho ese millón de visitantes extranjeros exclusivos para el Mundial, por una sencilla razón: que Brasil lo consiguió en 2014 sólo por las cataratas de coches que ingresaron desde Argentina, Chile, Uruguay, Colombia (su problema: muchísimos –albicelestes, sobre todo– hicieron gran ambiente, pero gastaron poco al dormir en el coche o hasta en la playa); que Alemania duplicó esa cantidad en 2006, gracias también a su estratégica ubicación que permitió a habitantes de al menos diez países llegar en coche o tren.

El caso ruso es más parecido al de Sudáfrica 2010 o Corea-Japón 2002 que difícilmente pasaron de 320 o 350 mil. Consideremos que Rusia está mucho más cerca para el europeo promedio (aunque no mucho más cómodo para internarse y adentro moverse); consideremos también la reciente devaluación del rublo que hace más accesible la visita; consideremos además la cuestión geopolítica y los conflictos actuales que incluyen a Rusia; entonces quizá podamos fijar la meta en 450 o 500 mil espectadores desde otras fronteras.

Más que eso, sería muy sorprendente. Más que eso, inclusive, sería difícil de manejar para la infraestructura de movilidad y alojamiento en este país. Moscú, San Petersburgo y Sochi pueden, dada la demanda habitual que tienen de servicios turísticos (la última, en el Mar Negro, es la ciudad balneario más consolidada en esa inmensa nación…, aunque apenas el tres por ciento de sus visitantes anuales son extranjeros).

Las restantes ocho ciudades, no podrían cargar con lo que les tocara de esa desapegada cifra del millón.Algunas más que otras tendrán forma de arreglarse para recibir a 30 mil aficionados en la misma noche; ninguna de esas ocho (pensemos sobre todo en Rostov, Kaliningrad, Yekaterinburg o Saransk) conseguiría lidiar con más de 50 mil.

Lo del millón de visitantes suena bonito y estimula a quienes están preocupados por los miles de millones de dólares invertidos en el Mundial. Sin embargo, ni puede ser ni será en Rusia 2018.

Twitter: @albertolati

Cifras  del todo absurdas: que el Comité Organizador ruso anuncie que espera a un millón de turistas durante la próxima Copa del Mundo, habla de un absoluto desapego de la realidad.

Claro, las estadísticas pueden inflarse si son contabilizados todos los ciudadanos locales que se desplacen unos kilómetros desde su ciudad para ver un partido, pero eso no se traduce en derrama económica, ni en llegada de divisas extranjeras, ni en acercarse a amortizar el inmenso gasto que implica albergar este torneo, ni en factores realmente traducibles en generación de empleos ya temporales o definitivos.

Y me atrevo a establecer que Rusia 2018 no alcanzará ni por mucho ese millón de visitantes extranjeros exclusivos para el Mundial, por una sencilla razón: que Brasil lo consiguió en 2014 sólo por las cataratas de coches que ingresaron desde Argentina, Chile, Uruguay, Colombia (su problema: muchísimos –albicelestes, sobre todo– hicieron gran ambiente, pero gastaron poco al dormir en el coche o hasta en la playa); que Alemania duplicó esa cantidad en 2006, gracias también a su estratégica ubicación que permitió a habitantes de al menos diez países llegar en coche o tren.

El caso ruso es más parecido al de Sudáfrica 2010 o Corea-Japón 2002 que difícilmente pasaron de 320 o 350 mil. Consideremos que Rusia está mucho más cerca para el europeo promedio (aunque no mucho más cómodo para internarse y adentro moverse); consideremos también la reciente devaluación del rublo que hace más accesible la visita; consideremos además la cuestión geopolítica y los conflictos actuales que incluyen a Rusia; entonces quizá podamos fijar la meta en 450 o 500 mil espectadores desde otras fronteras.

Más que eso, sería muy sorprendente. Más que eso, inclusive, sería difícil de manejar para la infraestructura de movilidad y alojamiento en este país. Moscú, San Petersburgo y Sochi pueden, dada la demanda habitual que tienen de servicios turísticos (la última, en el Mar Negro, es la ciudad balneario más consolidada en esa inmensa nación…, aunque apenas el tres por ciento de sus visitantes anuales son extranjeros).

Las restantes ocho ciudades, no podrían cargar con lo que les tocara de esa desapegada cifra del millón.Algunas más que otras tendrán forma de arreglarse para recibir a 30 mil aficionados en la misma noche; ninguna de esas ocho (pensemos sobre todo en Rostov, Kaliningrad, Yekaterinburg o Saransk) conseguiría lidiar con más de 50 mil.

Lo del millón de visitantes suena bonito y estimula a quienes están preocupados por los miles de millones de dólares invertidos en el Mundial. Sin embargo, ni puede ser ni será en Rusia 2018.

Twitter: @albertolati

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