/ martes 15 de noviembre de 2016

Desde tierras olímpicas

Final inesperado al más caótico año en la historia del combate a las sustancias prohibidas en el deporte: que la Agencia Mundial Antidopaje (WADA) reelegirá a su presidente y hará las pases con el Comité Olímpico Internacional, previo aumento de los fondos que recibe desde dicho organismo (disfrazado de bono especial por seguir la investigación del caso ruso).

El problema no es que Craig Reedie, de notable desempeño, vaya a continuar por otro periodo de tres años al frente de la WADA; tampoco que el COI eleve la cantidad de dinero a destinarle; lo relevante es que la gran crisis en materia de dopaje no se resolverá así y se deja el escenario propicio para una nueva bomba de relojería.

Reedie seguirá pero muy debilitado, toda vez que incluso ha debido elaborar una especie de disculpa o pacto de no-agresión con el COI, tras solicitar antes que toda la delegación rusa fuera expulsada de Río 2016.

Ya se sabe, el COI no concedió a su petición, los participantes rusos se definieron con base en la determinación de la federación de cada deporte y luego vino otro par de bolas de nieve: la filtración de datos que permitió conocer la cantidad de atletas de máxima élite con excepciones concedidas para ingerir ciertas sustancias proscritas, así como el reporte de parte de la WADA exhibiendo el ineficaz sistema de dopaje instaurado en Río.

Pese a que el documento de mediados de octubre exponía con claridad el peor fiasco en dopaje del que se tenga registro (que más de la tercera parte de los atletas participantes en Río 2016 no fueron analizados antes de los Juegos; que más de la mitad de las pruebas de "doping" planeadas no pudieron ser conducidas en Río; que hasta cien análisis se registraron mal, con lo que se desconoció el atleta al que pertenecieron), el COI maquilló ese informe, afirmando que “muestra que fueron unos Juegos Olímpicos exitosos con un exitoso programa antidopaje”.

Es decir, la negación total no solo de sus errores y de su falta de sensatez para haber pagado lo que el Gobierno brasileño no pagaría en personal cualificado, sino también del delicado momento.

Craig Reedie ha llevado a la WADA a un importante momento, justo cuando le toca ejercer de policía hasta al interior de los Gobiernos (como el ruso) y de las Federaciones (como la de atletismo, cuya anterior administración recibía sobornos para ocultar pruebas sucias). Lo peor que ha podido pasarle ahora es ver tan limitada su libertad.

La única WADA poderosa será si no queda supeditada a nadie y si en ella está determinarlo todo. Dicho eso incluso cuando en mi opinión no era adecuado suspender a toda la delegación rusa de los Olímpicos; pero entre una mala determinación y una pachanga como la actual, es preferible lo primero.

Reedie sigue. Mas no tiende a ser el mismo Reedie. La WADA pierde. El COI no querrá aceptarlo, pero también. Twitter/albertolati

Final inesperado al más caótico año en la historia del combate a las sustancias prohibidas en el deporte: que la Agencia Mundial Antidopaje (WADA) reelegirá a su presidente y hará las pases con el Comité Olímpico Internacional, previo aumento de los fondos que recibe desde dicho organismo (disfrazado de bono especial por seguir la investigación del caso ruso).

El problema no es que Craig Reedie, de notable desempeño, vaya a continuar por otro periodo de tres años al frente de la WADA; tampoco que el COI eleve la cantidad de dinero a destinarle; lo relevante es que la gran crisis en materia de dopaje no se resolverá así y se deja el escenario propicio para una nueva bomba de relojería.

Reedie seguirá pero muy debilitado, toda vez que incluso ha debido elaborar una especie de disculpa o pacto de no-agresión con el COI, tras solicitar antes que toda la delegación rusa fuera expulsada de Río 2016.

Ya se sabe, el COI no concedió a su petición, los participantes rusos se definieron con base en la determinación de la federación de cada deporte y luego vino otro par de bolas de nieve: la filtración de datos que permitió conocer la cantidad de atletas de máxima élite con excepciones concedidas para ingerir ciertas sustancias proscritas, así como el reporte de parte de la WADA exhibiendo el ineficaz sistema de dopaje instaurado en Río.

Pese a que el documento de mediados de octubre exponía con claridad el peor fiasco en dopaje del que se tenga registro (que más de la tercera parte de los atletas participantes en Río 2016 no fueron analizados antes de los Juegos; que más de la mitad de las pruebas de "doping" planeadas no pudieron ser conducidas en Río; que hasta cien análisis se registraron mal, con lo que se desconoció el atleta al que pertenecieron), el COI maquilló ese informe, afirmando que “muestra que fueron unos Juegos Olímpicos exitosos con un exitoso programa antidopaje”.

Es decir, la negación total no solo de sus errores y de su falta de sensatez para haber pagado lo que el Gobierno brasileño no pagaría en personal cualificado, sino también del delicado momento.

Craig Reedie ha llevado a la WADA a un importante momento, justo cuando le toca ejercer de policía hasta al interior de los Gobiernos (como el ruso) y de las Federaciones (como la de atletismo, cuya anterior administración recibía sobornos para ocultar pruebas sucias). Lo peor que ha podido pasarle ahora es ver tan limitada su libertad.

La única WADA poderosa será si no queda supeditada a nadie y si en ella está determinarlo todo. Dicho eso incluso cuando en mi opinión no era adecuado suspender a toda la delegación rusa de los Olímpicos; pero entre una mala determinación y una pachanga como la actual, es preferible lo primero.

Reedie sigue. Mas no tiende a ser el mismo Reedie. La WADA pierde. El COI no querrá aceptarlo, pero también. Twitter/albertolati

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