/ sábado 10 de octubre de 2015

Desde tierras olímpicas / Alberto Lati

Al definir su barrera en los 23 años en Barcelona 1992 y añadir tres refuerzos sin límite de edad para Atlanta 1996, el torneo olímpico de futbol se convirtió en el mayor de los Mundiales menores.

Una buena camada sub-17 se pierde fácilmente en el camino. Una buena generación sub-20 va con más garantías, pero también tiende a extraviar parte de su talento. Con los sub-23, muchos de ellos ya de primera línea, es diferente: ya tomaron su definitiva complexión física, ya adquirieron nociones tácticas, ya aprendieron a vivir como futbolistas, lo único riesgoso es que se mantengan disciplinados y concentrados en el balón.

Por todo lo anterior, es tan relevante que México califique cada cuatro años al certamen futbolístico de los Juegos Olímpicos y ahí brillar.

Continúo pensando que el bloque que fracasó en la clasificación tanto para Sídney 2000 como para Beijing 2008, no terminó de cuajaren buen medida por culpa de esas frustraciones. Un freno al desarrollo de grupos que apuntaban muy alto, el primero con los Luis Ernesto Pérez, Juan Pablo Rodríguez y Héctor Altamirano; el segundo con los Enrique Esqueda, César Villaluz y Luis Ángel Landín.

Hoy México tiene que meterse a Río de Janeiro 2016. Un proceso de inmensa seriedad, encabezado por Raúl Gutiérrez, y con elementos que ya han dado argumentos para estar en el Tri mayor como Carlos Salcedo, Erick Torres, Marco Bueno, Alfonso González o Raúl López. A ellos se añadirían cracks de primera línea (en Londres fueron Jesús Corona, Carlos Salcido y Oribe Peralta) y varios no convocados como Carlos Fierro.

La primera meta es calificar. La más complicada es lograr actuar en Río de Janeiro sin  el peso de la medalla de oro de Wembley (la que defenderían, pero con la que ninguno de ellos tuvo que ver).

Si veo a alguien capacitado para tal proeza, es a un líder con inmensa capacidad pedagógica y orientativa, como el hoy seleccionador sub-22.

Canadá, dirigida por Benito Floro y con una primera fase poco consistente, pinta más difícil de lo que los números quieren decir. Puede ser un partido trampa; exactamente el tipo de cotejos que dividen a las promesas de las realidades , como los torneos de esta categoría.

Twitter/albertolati

Al definir su barrera en los 23 años en Barcelona 1992 y añadir tres refuerzos sin límite de edad para Atlanta 1996, el torneo olímpico de futbol se convirtió en el mayor de los Mundiales menores.

Una buena camada sub-17 se pierde fácilmente en el camino. Una buena generación sub-20 va con más garantías, pero también tiende a extraviar parte de su talento. Con los sub-23, muchos de ellos ya de primera línea, es diferente: ya tomaron su definitiva complexión física, ya adquirieron nociones tácticas, ya aprendieron a vivir como futbolistas, lo único riesgoso es que se mantengan disciplinados y concentrados en el balón.

Por todo lo anterior, es tan relevante que México califique cada cuatro años al certamen futbolístico de los Juegos Olímpicos y ahí brillar.

Continúo pensando que el bloque que fracasó en la clasificación tanto para Sídney 2000 como para Beijing 2008, no terminó de cuajaren buen medida por culpa de esas frustraciones. Un freno al desarrollo de grupos que apuntaban muy alto, el primero con los Luis Ernesto Pérez, Juan Pablo Rodríguez y Héctor Altamirano; el segundo con los Enrique Esqueda, César Villaluz y Luis Ángel Landín.

Hoy México tiene que meterse a Río de Janeiro 2016. Un proceso de inmensa seriedad, encabezado por Raúl Gutiérrez, y con elementos que ya han dado argumentos para estar en el Tri mayor como Carlos Salcedo, Erick Torres, Marco Bueno, Alfonso González o Raúl López. A ellos se añadirían cracks de primera línea (en Londres fueron Jesús Corona, Carlos Salcido y Oribe Peralta) y varios no convocados como Carlos Fierro.

La primera meta es calificar. La más complicada es lograr actuar en Río de Janeiro sin  el peso de la medalla de oro de Wembley (la que defenderían, pero con la que ninguno de ellos tuvo que ver).

Si veo a alguien capacitado para tal proeza, es a un líder con inmensa capacidad pedagógica y orientativa, como el hoy seleccionador sub-22.

Canadá, dirigida por Benito Floro y con una primera fase poco consistente, pinta más difícil de lo que los números quieren decir. Puede ser un partido trampa; exactamente el tipo de cotejos que dividen a las promesas de las realidades , como los torneos de esta categoría.

Twitter/albertolati

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