/ sábado 10 de octubre de 2015

Disciplina y compromiso, buenos hábitos / Cuidémonos / Hazael Ruiz Ortega

En la vida no hay premios ni castigos, sino consecuencias. La perspectiva de premios o castigos no es vigente, solo hay eventos, fenómenos o hechos que calificamos como positivos o negativos. De nuestras acciones siempre habrá consecuencias de distinto signo según la posición en que nos encontremos en un proceso dado.

Los comportamientos suelen imitarse y repetirse en cualquier etapa de la vida. Para bien de las relaciones o acciones con el entorno, resulta valioso fortalecer los llamados “buenos hábitos”, más aún si partimos de que la cultura es un conjunto de creencias, valores y costumbres.

Así, la presencia y reforzamiento de los buenos hábitos ayuda a mejorar a las personas, familias e instituciones. Por ello, la importancia de los correctos “pensamientos, palabras, acciones y omisiones” que darán como resultado consecuencias positivas. En sentido contrario, nuestra libertad, vida y familia correrán riegos hasta el punto de perderlas.

Recordemos algo de lo escrito en esta columna el 4 de julio de 2009. Ahí, listamos algunos hábitos y adicciones: tabaco, alcohol, cafeína, juegos de azar, internet en exceso, severos desórdenes en la alimentación, enojo, obsesiones por los detalles, la limpieza, pensamientos negativos, temores, exageraciones, ciertas acciones delincuenciales, adeudos no pagados, mentiras, chismes, críticas, dependencia de otras personas negativas y un largo etcétera. De todas ellas son conocidas sus representaciones sociales y consecuencias dramáticas. Hay que poner la mirada sobre de ellas para acotarlas.

¿Qué hacer? El cerebro es un órgano moldeable, dicen los expertos y refieren que con cada experiencia vivida en -el saber, en el saber hacer y en el saber ser-, ese órgano se reconfigura activamente. Destacan la importancia de hacer presentes los buenos hábitos desde la niñez para potencializarlos en siguientes etapas de la vida.

Que “actuamos y sentimos no de acuerdo con la realidad, sino a la imagen que nos hemos formado de ella y que los hábitos, buenos o malos, se moldean del mismo modo”. Y que por lo general se requiere de un mínimo de 21 días para que una imagen mental establecida desaparezca y se imprima un nuevo hábito positivo, de los malos se requiere menos tiempo.

Los días que sean necesarios habrán que usarse para crear o modificar un mal hábito a un cambio deseado, establecer rutas para caminar desde el deber ser y enfrentar como sociedad, el reto de construir un “modelo de comportamiento integral”. En fin, erradicar las acciones en todas las esferas sociales que no propician un presente y futuro sanos.

En contexto, sin pretender adelantar tiempos, imaginemos los deseos de cambio que el colectivo vivirá de nuevo en 83 días. Iniciará el año 2016, se planearán objetivos y metas en la historia de vida personal: por ejemplo, el cambiar a hábitos de mayor funcionalidad personal en la vida laboral y del día a día, la alimentación y nutrición, ejercicio físico, higiene del sueño, higiene corporal y ambiental, y otros buenos propósitos.

Expertos señalan de modo coincidente que para alcanzar las metas, primero es necesario implementarlas y después afinarlas: “No pretender hacer las nuevas acciones de forma perfecta, lo significativo es comenzar, después ajustar; un secreto es no postergar y cumplir en tiempo y forma lo originalmente diseñado”.

Para un cambio de hábitos negativos y sus consecuencias se requiere ejercer la disciplina y el compromiso, componentes que encarnan un bien común y abonan a los ámbitos de desarrollo humano, social, afectivo, profesional, familiar y otros más.

hazael.ruiz@hotmail.com

En la vida no hay premios ni castigos, sino consecuencias. La perspectiva de premios o castigos no es vigente, solo hay eventos, fenómenos o hechos que calificamos como positivos o negativos. De nuestras acciones siempre habrá consecuencias de distinto signo según la posición en que nos encontremos en un proceso dado.

Los comportamientos suelen imitarse y repetirse en cualquier etapa de la vida. Para bien de las relaciones o acciones con el entorno, resulta valioso fortalecer los llamados “buenos hábitos”, más aún si partimos de que la cultura es un conjunto de creencias, valores y costumbres.

Así, la presencia y reforzamiento de los buenos hábitos ayuda a mejorar a las personas, familias e instituciones. Por ello, la importancia de los correctos “pensamientos, palabras, acciones y omisiones” que darán como resultado consecuencias positivas. En sentido contrario, nuestra libertad, vida y familia correrán riegos hasta el punto de perderlas.

Recordemos algo de lo escrito en esta columna el 4 de julio de 2009. Ahí, listamos algunos hábitos y adicciones: tabaco, alcohol, cafeína, juegos de azar, internet en exceso, severos desórdenes en la alimentación, enojo, obsesiones por los detalles, la limpieza, pensamientos negativos, temores, exageraciones, ciertas acciones delincuenciales, adeudos no pagados, mentiras, chismes, críticas, dependencia de otras personas negativas y un largo etcétera. De todas ellas son conocidas sus representaciones sociales y consecuencias dramáticas. Hay que poner la mirada sobre de ellas para acotarlas.

¿Qué hacer? El cerebro es un órgano moldeable, dicen los expertos y refieren que con cada experiencia vivida en -el saber, en el saber hacer y en el saber ser-, ese órgano se reconfigura activamente. Destacan la importancia de hacer presentes los buenos hábitos desde la niñez para potencializarlos en siguientes etapas de la vida.

Que “actuamos y sentimos no de acuerdo con la realidad, sino a la imagen que nos hemos formado de ella y que los hábitos, buenos o malos, se moldean del mismo modo”. Y que por lo general se requiere de un mínimo de 21 días para que una imagen mental establecida desaparezca y se imprima un nuevo hábito positivo, de los malos se requiere menos tiempo.

Los días que sean necesarios habrán que usarse para crear o modificar un mal hábito a un cambio deseado, establecer rutas para caminar desde el deber ser y enfrentar como sociedad, el reto de construir un “modelo de comportamiento integral”. En fin, erradicar las acciones en todas las esferas sociales que no propician un presente y futuro sanos.

En contexto, sin pretender adelantar tiempos, imaginemos los deseos de cambio que el colectivo vivirá de nuevo en 83 días. Iniciará el año 2016, se planearán objetivos y metas en la historia de vida personal: por ejemplo, el cambiar a hábitos de mayor funcionalidad personal en la vida laboral y del día a día, la alimentación y nutrición, ejercicio físico, higiene del sueño, higiene corporal y ambiental, y otros buenos propósitos.

Expertos señalan de modo coincidente que para alcanzar las metas, primero es necesario implementarlas y después afinarlas: “No pretender hacer las nuevas acciones de forma perfecta, lo significativo es comenzar, después ajustar; un secreto es no postergar y cumplir en tiempo y forma lo originalmente diseñado”.

Para un cambio de hábitos negativos y sus consecuencias se requiere ejercer la disciplina y el compromiso, componentes que encarnan un bien común y abonan a los ámbitos de desarrollo humano, social, afectivo, profesional, familiar y otros más.

hazael.ruiz@hotmail.com