Esta semana, el titular de la Comisión Nacional contra las Adicciones, Manuel Mondragón y Kalb, presentó la Encuesta Nacional de Consumo de Drogas, Alcohol y Tabaco 2016-2017, con resultados de escándalo. El empleo de sustancias ilícitas aumentó 47% en los últimos siete años entre la población de 12 a 65 años, esto es 8.4 millones de personas durante este periodo, probó por lo menos una vez, alguna droga ilegal. De estas cifras, quizá lo más preocupante es que el número de adolescentes (de 12 a 17 años), creció 125% y el de mujeres, 222%.
Esto es en cuanto al crecimiento exponencial del consumo y son cifras solamente de México, porque nuestro vecino del norte, cuya población equivale al 5% de la de todo el planeta, se fuma, inhala, ingiere o inyecta el 30% de todas las drogas que se producen y trafican también en todo el planeta y cuyo paso casi obligado hacia el consumidor final, ya sea por aire, tierra o mar, es por nuestro territorio.
La guerra contra el narcotráfico no avanza, al contrario, cada vez es más cruenta y letal. Hasta abril de este año, los muertos por esta causa sumaban 30 mil. México gasta anualmente alrededor de nueve mil millones de dólares –más del triple que Estados Unidos– en combatir al narco y ochenta veces menos, (según cifras del PEF 2012) a la prevención y el tratamiento de las adicciones.
Los afectos a las soluciones simplistas apoyan vehementemente la legalización, total “muerto el perro se acabó la rabia”. Ojalá fuera así de simple. Pero no lo es. En el supuesto de que tal cosa ocurriera, no terminaría con la violencia del crimen organizado, ni con el tráfico de drogas y la respuesta sí es bastante simple: los cárteles diversificarían sus actividades criminales como el secuestro, la extorsión, el tráfico de personas, la prostitución, la piratería, el robo de combustible, el tráfico de armas y lo que venga. Mercado negro de drogas seguirá existiendo, pues el consumo entre adolescentes ya hemos visto de qué manera, con qué velocidad aumenta.
Y las consecuencias del consumo irrestricto de drogas serán incalculables. Si actualmente las enfermedades derivadas del uso de tabaco y alcohol demandan miles de millones de pesos anuales, con los que se agregarían por el consumo de marihuana, cocaína, crack, heroína, solventes (activo) y metanfetaminas (tachas, cristal, éxtasis, etcétera), el sistema de salud se vería colapsado. Por otra parte, hay que tomar en cuenta que el consumo de marihuana en los adolescentes deja secuelas irreversibles y es la puerta de entrada a otras drogas. En resumen: la legalización de las drogas no acabaría ni con la violencia, ni con la corrupción, ni con el crimen organizado.
¿Qué hacer entonces? Mi única neurona está convencida de que mientras no se destine al menos la mitad de los recursos que hoy se gastan en el combate a la oferta, a prevenir la demanda, la situación seguirá empeorando.
Hay que intensificar la lucha del lado de la demanda, pero quienes más saben de esto están en Centros de Integración Juvenil, A. C., la única institución de su género en el mundo que tiene más de 45 años ininterrumpidos trabajando en prevención, tratamiento, investigación y enseñanza y que en estos temas sabe más que la abuela de Dios. LW prevención es la única solución, si no, pregunten ahí.
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