/ viernes 1 de septiembre de 2017

Ecos del informe

A pocos les interesó, a menos les preocupó. En la antesala del inicio de las precampañas, el sexenio parece muerto y el ocupante de Los Pinos pasa al cajón de los trebejos. La atención se centra en el futuro y lo sucedido en la administración en turno, desaparece como las hojas de un calendario.

Se podría decir que fue el último. Para el 18, con un presidente electo, hasta los más fieles de su equipo escurrirán el bulto, “curándose en salud”, frente a quien conformará la nueva administración.

Una ceremonia gris, en la que se entregan los tantos tomos -que rinden cuentas de las “proezas” del año-, que nadie leerá, salvo algún reportero que busca un dato para refutarlo.

El todavía mandamás de los mexicanos, llegó con un buen capital político, un triunfo holgado y un discurso de toma de protesta, que sorprendió a Tirios y a Troyanos. Se esbozaron reformas indispensables, hubo un compromiso para combatir la corrupción, se mencionó hasta el agotamiento, que despegaríamos y este país viviría la bonanza y recuperaríamos la seguridad.

A casi un lustro de la “pieza de oratoria”, a la esperanza le salieron alas y la euforia acabó en malhumor. La percepción generalizada es de fracaso y de arrepentimiento por haber creído en un nuevo PRI, que resultó el mismo, pero recargado.

Los primeros meses salieron a galope limpio. Se creó el Pacto por México, hubo un titipuchal de foros y seminarios para construir los cambios legislativos y se logró su aprobación, a pesar de los sectores contestatarios.

Se desapareció a la Secretaría de Seguridad Pública y la encomienda -prioritaria para la población- se trasladó al titular de Gobernación. Se empezó a hablar de un descenso en las cifras rojas y todo iba como miel sobre hojuelas, hasta que nos cubrió la nube negra de la corrupción.

El primer golpe, apareció en las páginas de una revista de sociales, en la que, una sofisticada Gaviota lucía la “Casa Blanca”, que se convertiría en el mausoleo del mandato. Será el poderío actual de las redes, o la gota que derramó el vaso -de la tolerancia a los despilfarros de los de arriba-, el caso es que dejó un tatuaje imborrable.

La frivolidad y el protagonismo, ajeno a los avatares de una sociedad, que suda la gota gorda en su día a día, destruyeron de golpe, el frágil equilibrio entre los gobernados y su gobernante. Como bola de nieve se sucedieron las malas nuevas y la iracundia popular.

Una de las grandes fallas ha sido el manejo de la comunicación oficial. Se les ha dicho hasta el cansancio y la sordera divina jamás escuchó el reclamo. Las pifias se suceden y la incapacidad para informar a tiempo -lo que habría solucionado un buen número de malentendidos-, deforman los hechos, propician la especulación y fomentan la falta de credibilidad.

De las tantas promesas, menos queda. Se destapan cloacas de podredumbre oficial y los responsables quedan impunes. De lo bueno, la aprehensión del Duarte veracruzano, el quintanarroense Borge y el tamaulipeco Yarrington. Poco, del cacareado Sistema anticorrupción, sin su cabeza, hasta ahora, a pesar de ser obligación del Congreso.

Regiones enteras de la República están en manos del crimen organizado y la población a la deriva, indefensa y desesperada. Se empiezan a contar más muertos, que en el Calderonato y el Secretario de Gobernación, no da pie con bola en el asunto.

Para cerrar el círculo se complica el escenario con el arribo del señor Trump.

Un quinquenio de mal fario o un Presidente, al que le quedó grande el traje…lo que no glosa el Informe.

 

catalinanq@hotmail.com

@catalinanq

A pocos les interesó, a menos les preocupó. En la antesala del inicio de las precampañas, el sexenio parece muerto y el ocupante de Los Pinos pasa al cajón de los trebejos. La atención se centra en el futuro y lo sucedido en la administración en turno, desaparece como las hojas de un calendario.

Se podría decir que fue el último. Para el 18, con un presidente electo, hasta los más fieles de su equipo escurrirán el bulto, “curándose en salud”, frente a quien conformará la nueva administración.

Una ceremonia gris, en la que se entregan los tantos tomos -que rinden cuentas de las “proezas” del año-, que nadie leerá, salvo algún reportero que busca un dato para refutarlo.

El todavía mandamás de los mexicanos, llegó con un buen capital político, un triunfo holgado y un discurso de toma de protesta, que sorprendió a Tirios y a Troyanos. Se esbozaron reformas indispensables, hubo un compromiso para combatir la corrupción, se mencionó hasta el agotamiento, que despegaríamos y este país viviría la bonanza y recuperaríamos la seguridad.

A casi un lustro de la “pieza de oratoria”, a la esperanza le salieron alas y la euforia acabó en malhumor. La percepción generalizada es de fracaso y de arrepentimiento por haber creído en un nuevo PRI, que resultó el mismo, pero recargado.

Los primeros meses salieron a galope limpio. Se creó el Pacto por México, hubo un titipuchal de foros y seminarios para construir los cambios legislativos y se logró su aprobación, a pesar de los sectores contestatarios.

Se desapareció a la Secretaría de Seguridad Pública y la encomienda -prioritaria para la población- se trasladó al titular de Gobernación. Se empezó a hablar de un descenso en las cifras rojas y todo iba como miel sobre hojuelas, hasta que nos cubrió la nube negra de la corrupción.

El primer golpe, apareció en las páginas de una revista de sociales, en la que, una sofisticada Gaviota lucía la “Casa Blanca”, que se convertiría en el mausoleo del mandato. Será el poderío actual de las redes, o la gota que derramó el vaso -de la tolerancia a los despilfarros de los de arriba-, el caso es que dejó un tatuaje imborrable.

La frivolidad y el protagonismo, ajeno a los avatares de una sociedad, que suda la gota gorda en su día a día, destruyeron de golpe, el frágil equilibrio entre los gobernados y su gobernante. Como bola de nieve se sucedieron las malas nuevas y la iracundia popular.

Una de las grandes fallas ha sido el manejo de la comunicación oficial. Se les ha dicho hasta el cansancio y la sordera divina jamás escuchó el reclamo. Las pifias se suceden y la incapacidad para informar a tiempo -lo que habría solucionado un buen número de malentendidos-, deforman los hechos, propician la especulación y fomentan la falta de credibilidad.

De las tantas promesas, menos queda. Se destapan cloacas de podredumbre oficial y los responsables quedan impunes. De lo bueno, la aprehensión del Duarte veracruzano, el quintanarroense Borge y el tamaulipeco Yarrington. Poco, del cacareado Sistema anticorrupción, sin su cabeza, hasta ahora, a pesar de ser obligación del Congreso.

Regiones enteras de la República están en manos del crimen organizado y la población a la deriva, indefensa y desesperada. Se empiezan a contar más muertos, que en el Calderonato y el Secretario de Gobernación, no da pie con bola en el asunto.

Para cerrar el círculo se complica el escenario con el arribo del señor Trump.

Un quinquenio de mal fario o un Presidente, al que le quedó grande el traje…lo que no glosa el Informe.

 

catalinanq@hotmail.com

@catalinanq