/ lunes 31 de julio de 2017

El México ultrabarbárico

Hasta hace muy poco tiempo se había reconocido que ningún otro siglo en la historia de la humanidad manifestó tanta crueldad, actos de tortura, holocaustos e inhumanidad que el siglo XX, pero el siglo XXI lo superará: México es el vivo ejemplo de ello, como hace una semana advertíamos.

John Kenneth Turner antes de 1910 describía en su legendario México bárbaro: “Descubrí que el verdadero México es un país con una Constitución y leyes escritas tan justas en general y democráticas como las nuestras, pero donde ni la Constitución ni las leyes se cumplen”. A más de un siglo de distancia ¿qué México encontramos? Uno en el que estamos celebrando el centenario de nuestra Constitución Política pero en realidad, lo que festinamos es su antítesis: la Carta Magna es la contraconstitución de la de 1917, y de ello en próxima colaboración ahondaremos.

“México –refería Turner- es un país sin libertad política, sin libertad de palabra, sin prensa libre, sin elecciones libres, sin sistema judicial, sin partidos políticos, sin ninguna de nuestras queridas garantías individuales, sin libertad para conseguir la felicidad”. ¿Y qué tenemos? Un país donde las libertades, efectivamente, están ya reconocidas en el Texto Supremo pero no se respetan ni surten efecto alguno. Solo excepcionalmente.

¿Prensa libre? No la hay, porque frente a la verdad subsisten y se multiplican cada vez más todo tipo de mecanismos que la distorsionan, lo mismo a través de la violencia pasiva que activa, hasta el grado que hoy en día el silenciamiento de las voces, particularmente de los periodistas, es la praxis regular, siempre más sangrienta. ¿Elecciones libres? Imposible. ¿Sin partidos políticos?

Trágicamente nuestro sistema electoral pluripartidista está corrompido y coptado, pervertido por reformas seudodemocráticas que sólo han sometido al régimen que un día soñamos democrático a los intereses de los partidos políticos, reducido a un mero rehén del inefable y tiránico sistema plurinominal. ¿Garantías individuales? Son tabla rasa. Letra muerta, comenzando por el principio pro persona contenido en nuestro artículo primero constitucional, nulificado por un simple criterio del propio Tribunal Supremo de la República.

Agregaba luego el periodista: “Es una tierra donde durante más de una generación no ha habido lucha electoral para ocupar la Presidencia, donde el Poder Ejecutivo lo gobierna por medio de un Ejército permanente; donde los puestos políticos se venden a precio fijo. Encontré que México es una tierra donde la gente es pobre porque no tiene derechos; donde el peonaje es común para las grandes masas y donde existe esclavitud efectiva para cientos de miles de hombres.” ¿Sirve de algo que a partir de la “institucionalización” de nuestra revolución hayamos tenido “contiendas” electorales que, sobre todo en los últimos treinta años, han sido cada vez más impugnadas y repudiadas? ¿Podemos decir que hemos avanzado en la democratización si el presidencialismo sigue tan vigente hoy como ayer? ¿Qué hacer, al mismo tiempo, si las viejas prácticas de venalidad en los cargos políticos, comprendidos los de representación popular, no han sido erradicadas? ¿Y el pueblo mexicano?

Más allá de la pobreza de derechos, la pobreza extrema crece, mientras la riqueza de una clase cada vez más reducida y omímoda se incrementa, como nunca antes en su historia. No habrá esclavitud ni tiendas de raya, pero jamás estuvimos tan alienados y endeudados como ahora. Una última reflexión de Turner: “Los mexicanos de todas clases y filiaciones se hallan acordes en que su país está a punto de iniciar una revolución a favor de la democracia”. ¿Y hoy? Hoy como ayer, la revolución pareciera inminente, solo que antivalores, corrupción, impunidad y violencia tienen secuestrado a México: estamos esclavizado por una barbarie sin límites.

bettyzanolli@gmail.com @BettyZanolli

Hasta hace muy poco tiempo se había reconocido que ningún otro siglo en la historia de la humanidad manifestó tanta crueldad, actos de tortura, holocaustos e inhumanidad que el siglo XX, pero el siglo XXI lo superará: México es el vivo ejemplo de ello, como hace una semana advertíamos.

John Kenneth Turner antes de 1910 describía en su legendario México bárbaro: “Descubrí que el verdadero México es un país con una Constitución y leyes escritas tan justas en general y democráticas como las nuestras, pero donde ni la Constitución ni las leyes se cumplen”. A más de un siglo de distancia ¿qué México encontramos? Uno en el que estamos celebrando el centenario de nuestra Constitución Política pero en realidad, lo que festinamos es su antítesis: la Carta Magna es la contraconstitución de la de 1917, y de ello en próxima colaboración ahondaremos.

“México –refería Turner- es un país sin libertad política, sin libertad de palabra, sin prensa libre, sin elecciones libres, sin sistema judicial, sin partidos políticos, sin ninguna de nuestras queridas garantías individuales, sin libertad para conseguir la felicidad”. ¿Y qué tenemos? Un país donde las libertades, efectivamente, están ya reconocidas en el Texto Supremo pero no se respetan ni surten efecto alguno. Solo excepcionalmente.

¿Prensa libre? No la hay, porque frente a la verdad subsisten y se multiplican cada vez más todo tipo de mecanismos que la distorsionan, lo mismo a través de la violencia pasiva que activa, hasta el grado que hoy en día el silenciamiento de las voces, particularmente de los periodistas, es la praxis regular, siempre más sangrienta. ¿Elecciones libres? Imposible. ¿Sin partidos políticos?

Trágicamente nuestro sistema electoral pluripartidista está corrompido y coptado, pervertido por reformas seudodemocráticas que sólo han sometido al régimen que un día soñamos democrático a los intereses de los partidos políticos, reducido a un mero rehén del inefable y tiránico sistema plurinominal. ¿Garantías individuales? Son tabla rasa. Letra muerta, comenzando por el principio pro persona contenido en nuestro artículo primero constitucional, nulificado por un simple criterio del propio Tribunal Supremo de la República.

Agregaba luego el periodista: “Es una tierra donde durante más de una generación no ha habido lucha electoral para ocupar la Presidencia, donde el Poder Ejecutivo lo gobierna por medio de un Ejército permanente; donde los puestos políticos se venden a precio fijo. Encontré que México es una tierra donde la gente es pobre porque no tiene derechos; donde el peonaje es común para las grandes masas y donde existe esclavitud efectiva para cientos de miles de hombres.” ¿Sirve de algo que a partir de la “institucionalización” de nuestra revolución hayamos tenido “contiendas” electorales que, sobre todo en los últimos treinta años, han sido cada vez más impugnadas y repudiadas? ¿Podemos decir que hemos avanzado en la democratización si el presidencialismo sigue tan vigente hoy como ayer? ¿Qué hacer, al mismo tiempo, si las viejas prácticas de venalidad en los cargos políticos, comprendidos los de representación popular, no han sido erradicadas? ¿Y el pueblo mexicano?

Más allá de la pobreza de derechos, la pobreza extrema crece, mientras la riqueza de una clase cada vez más reducida y omímoda se incrementa, como nunca antes en su historia. No habrá esclavitud ni tiendas de raya, pero jamás estuvimos tan alienados y endeudados como ahora. Una última reflexión de Turner: “Los mexicanos de todas clases y filiaciones se hallan acordes en que su país está a punto de iniciar una revolución a favor de la democracia”. ¿Y hoy? Hoy como ayer, la revolución pareciera inminente, solo que antivalores, corrupción, impunidad y violencia tienen secuestrado a México: estamos esclavizado por una barbarie sin límites.

bettyzanolli@gmail.com @BettyZanolli