/ domingo 10 de enero de 2016

El drama de la Nochevieja en Alemania | Carlos Siula

PARÍS, Francia.- Alemania parece desamparada para manejar la brutal conmoción que provocaron las violaciones, robos y agresiones cometidos durante la noche del 31 de diciembre en la ciudad de Colonia.

“El caos y la violencia de fin de año cambiaron a Alemania”, proclamó el semanario Der Spiegel en su última edición.

El país se encuentra aturdido por la cantidad de resortes emocionales y políticos que se activaron con esos episodios.

El fenómeno más importante es que brutalmente planteó la pregunta crucial que los 80 millones de alemanes se formulan en voz baja sobre la real capacidad del país para asimilar un flujo masivo de inmigrantes que, solo en 2015, totalizó 1.1 millones de personas. Accesoriamente obliga a decidir si Alemania tiene el deseo, la voluntad y el coraje necesarios para convertirse en el país europeo con mayor población de origen extranjero.

Alemanes residentes de la Ciudad de Colonia expresaron su temor por la ola de violaciones por parte de inmigrantes, por otro lado criticaron a la prensa local por su complicidad ante el silencio de la noticia.

La respuesta a esos interrogantes pueden provocar un cambio abrupto de la política inmigratoria, como ya insinúan los proyectos debatidos ayer por el partido democristiano (CDU) en Maguncia (ver aparte).

Los episodios de Nochevieja en Colonia hicieron estallar las tensiones que estaban contenidas en la opinión pública desde que comenzó la crisis de refugiados. La paradoja reside en que, después de esa brutal erupción psicológica, la presión seguirá en aumento “aun si se demuestra que entre los agresores no había ningún refugiado o inmigrante llegado en 2015”, reconoció Der Spiegel.

Uno de los más importantes es, acaso, la “complicidad” de una parte de la prensa alemana, que demoró hasta cuatro días en divulgar la principal información del año nuevo. La radio pública EZF pidió disculpas por haberse ocupado del caso el pasado martes.

EL movimiento de ultraderecha Pegida, que está en contra de los islamistas, ha encontrado una nueva arma para sus demandas.

La televisión pública ZDF fue acusada en la red social Facebook de “prensa mentirosa”, "conspiración" y de estar “bajo control del Estado”.

También demoraron en reaccionar el diario Express que se edita en Colonia, el sitio internet del periódico Süddeutsche Zeitung de Munich y la agencia oficial de noticias DPA.

Esa pasividad o indulgencia se debió al parecer a la necesidad de evitar denuncias susceptibles de agudizar los sentimientos xenófobos y racistas de una parte de la población.

“¿Qué habría pasado si 100 partidarios del movimiento Pegida (de ultra derecha) hubieran atacado a 300 musulmanes? Probablemente hubieran interrumpido las transmisiones para informar en directo desde la estación ferroviaria”, donde ocurrieron los principales incidentes, escribió Julien F. Weikinnes en Facebook.

La actitud de la policía durante los episodios también dio lugar a fuertes reacciones de indignación, que no se calmaron a pesar de la destitución del jefe de policía de Colonia, Wolgang Albers, acusado de no haber evaluado la situación de caos, impotencia y desorganización policial que se produjo esa noche en el centro de la ciudad. Uno de los informes elaborado por agentes presentes en Colonia durante fin de año menciona varios casos de mujeres sometidas a suplicio por “una masa de hombres borrachos”, víctimas de “palizas, robos, agresiones sexuales y que pedían ayuda a llantos”.

Los agresores, según esa denuncia, llegaron incluso a formar cordones para impedir el paso de la policía, que fue "bochornosamente agredida con petardos y botellas".

La multitud disparó petardos y fuegos artificiales contra la multitud de manera tan peligrosa que la policía debió evacuar la plaza para impedir bruscos movimientos de pánicos, susceptibles de precipitar una masacre. Voceros de los sindicatos de policía estimaron que esa complacencia se debió probablemente al deseo inconsciente de no tener que reprimir con la violencia que correspondía a centenares de refugiados. Esa actitud fue motivada acaso por el “complejo de culpa” que arrastra Alemania -y en particular sus fuerzas del orden- debido a los excesos del nazismo.

A chorros de agua a presión fue disuelta una manifestación de cientos de hooligans contra inmigrantes.

Dos meses después de los ataques de París, que dejaron 130 muertos y más de 300 heridos, la bacanal de la noche de Año Nuevo en Colonia acentuó la impresión de que “estamos ante nuevas formas de violencia” que “no habíamos visto previamente”, definió Arnold Pickert, presidente del principal sindicato policial de Renania del Norte-Westfalia.

Eso significa que -si bien son capaces de reprimir la violencia de los hooligans, lidiar con los miles de ebrios durante la Oktoberfest y el carnaval o intervenir en las batallas entre neonazis y anarquistas- la policía alemana no está preparada para actuar en este tipo de disturbios y continúa paralizada por el complejo histórico.

La voluntad de actuar conforme al principio de políticamente correcto -frecuente entre algunos sectores de Alemania- originó exageraciones grotescas: la alcaldesa de Colonia, Henriette Reker, que durante los dos o tres primeros días intentó minimizar el alcance de los acontecimientos, tuvo luego el escaso gusto de darles "consejos de comportamiento" a las mujeres de la ciudad.

Su catálogo de recomendaciones comienza sugiriéndoles estar "bien preparadas y no sentirse inseguras", Vmantener cierta distancia, de más de un brazo” y “no acercarse mucho a personas extrañas o con quienes no se tiene una buena relación de confianza”. También les recuerda la importancia de “mantenerse en grupo” y no irse "con uno o con otro" dejándose llevar por la euforia de la fiesta.

En ese contexto, es evidente que los episodios de Colonia no fueron un capítulo aislado, sino que prefiguran los enormes problemas que se perfilan a corto plazo en el futuro del país.

/arm

PARÍS, Francia.- Alemania parece desamparada para manejar la brutal conmoción que provocaron las violaciones, robos y agresiones cometidos durante la noche del 31 de diciembre en la ciudad de Colonia.

“El caos y la violencia de fin de año cambiaron a Alemania”, proclamó el semanario Der Spiegel en su última edición.

El país se encuentra aturdido por la cantidad de resortes emocionales y políticos que se activaron con esos episodios.

El fenómeno más importante es que brutalmente planteó la pregunta crucial que los 80 millones de alemanes se formulan en voz baja sobre la real capacidad del país para asimilar un flujo masivo de inmigrantes que, solo en 2015, totalizó 1.1 millones de personas. Accesoriamente obliga a decidir si Alemania tiene el deseo, la voluntad y el coraje necesarios para convertirse en el país europeo con mayor población de origen extranjero.

Alemanes residentes de la Ciudad de Colonia expresaron su temor por la ola de violaciones por parte de inmigrantes, por otro lado criticaron a la prensa local por su complicidad ante el silencio de la noticia.

La respuesta a esos interrogantes pueden provocar un cambio abrupto de la política inmigratoria, como ya insinúan los proyectos debatidos ayer por el partido democristiano (CDU) en Maguncia (ver aparte).

Los episodios de Nochevieja en Colonia hicieron estallar las tensiones que estaban contenidas en la opinión pública desde que comenzó la crisis de refugiados. La paradoja reside en que, después de esa brutal erupción psicológica, la presión seguirá en aumento “aun si se demuestra que entre los agresores no había ningún refugiado o inmigrante llegado en 2015”, reconoció Der Spiegel.

Uno de los más importantes es, acaso, la “complicidad” de una parte de la prensa alemana, que demoró hasta cuatro días en divulgar la principal información del año nuevo. La radio pública EZF pidió disculpas por haberse ocupado del caso el pasado martes.

EL movimiento de ultraderecha Pegida, que está en contra de los islamistas, ha encontrado una nueva arma para sus demandas.

La televisión pública ZDF fue acusada en la red social Facebook de “prensa mentirosa”, "conspiración" y de estar “bajo control del Estado”.

También demoraron en reaccionar el diario Express que se edita en Colonia, el sitio internet del periódico Süddeutsche Zeitung de Munich y la agencia oficial de noticias DPA.

Esa pasividad o indulgencia se debió al parecer a la necesidad de evitar denuncias susceptibles de agudizar los sentimientos xenófobos y racistas de una parte de la población.

“¿Qué habría pasado si 100 partidarios del movimiento Pegida (de ultra derecha) hubieran atacado a 300 musulmanes? Probablemente hubieran interrumpido las transmisiones para informar en directo desde la estación ferroviaria”, donde ocurrieron los principales incidentes, escribió Julien F. Weikinnes en Facebook.

La actitud de la policía durante los episodios también dio lugar a fuertes reacciones de indignación, que no se calmaron a pesar de la destitución del jefe de policía de Colonia, Wolgang Albers, acusado de no haber evaluado la situación de caos, impotencia y desorganización policial que se produjo esa noche en el centro de la ciudad. Uno de los informes elaborado por agentes presentes en Colonia durante fin de año menciona varios casos de mujeres sometidas a suplicio por “una masa de hombres borrachos”, víctimas de “palizas, robos, agresiones sexuales y que pedían ayuda a llantos”.

Los agresores, según esa denuncia, llegaron incluso a formar cordones para impedir el paso de la policía, que fue "bochornosamente agredida con petardos y botellas".

La multitud disparó petardos y fuegos artificiales contra la multitud de manera tan peligrosa que la policía debió evacuar la plaza para impedir bruscos movimientos de pánicos, susceptibles de precipitar una masacre. Voceros de los sindicatos de policía estimaron que esa complacencia se debió probablemente al deseo inconsciente de no tener que reprimir con la violencia que correspondía a centenares de refugiados. Esa actitud fue motivada acaso por el “complejo de culpa” que arrastra Alemania -y en particular sus fuerzas del orden- debido a los excesos del nazismo.

A chorros de agua a presión fue disuelta una manifestación de cientos de hooligans contra inmigrantes.

Dos meses después de los ataques de París, que dejaron 130 muertos y más de 300 heridos, la bacanal de la noche de Año Nuevo en Colonia acentuó la impresión de que “estamos ante nuevas formas de violencia” que “no habíamos visto previamente”, definió Arnold Pickert, presidente del principal sindicato policial de Renania del Norte-Westfalia.

Eso significa que -si bien son capaces de reprimir la violencia de los hooligans, lidiar con los miles de ebrios durante la Oktoberfest y el carnaval o intervenir en las batallas entre neonazis y anarquistas- la policía alemana no está preparada para actuar en este tipo de disturbios y continúa paralizada por el complejo histórico.

La voluntad de actuar conforme al principio de políticamente correcto -frecuente entre algunos sectores de Alemania- originó exageraciones grotescas: la alcaldesa de Colonia, Henriette Reker, que durante los dos o tres primeros días intentó minimizar el alcance de los acontecimientos, tuvo luego el escaso gusto de darles "consejos de comportamiento" a las mujeres de la ciudad.

Su catálogo de recomendaciones comienza sugiriéndoles estar "bien preparadas y no sentirse inseguras", Vmantener cierta distancia, de más de un brazo” y “no acercarse mucho a personas extrañas o con quienes no se tiene una buena relación de confianza”. También les recuerda la importancia de “mantenerse en grupo” y no irse "con uno o con otro" dejándose llevar por la euforia de la fiesta.

En ese contexto, es evidente que los episodios de Colonia no fueron un capítulo aislado, sino que prefiguran los enormes problemas que se perfilan a corto plazo en el futuro del país.

/arm