/ viernes 11 de agosto de 2017

El mundo en vilo

muchos parecerá alarmista, pero las bravuconadas, amagos y fintas de Trump y el dictador de Corea del Norte, que amenazan mutuamente con atacarse con bombas atómicas debe observarse con cuidado y tomar precauciones y previsiones para que los alardes, más propios de bravucones de cantina que de líderes o presidentes de una nación, pongan en peligro la existencia misma del planeta.

A los ataques y amenazas verbales del líder norcoreano contra los Estados Unidos respondió Trump, con lenguaje de personaje de comic, que Corea conocería furia y fuego inimaginables, ambos personajes se referían a ataques con dispositivos nucleares. Ambos también están dispuestos a hacerlo. En el caso de Trump, la demócrata Clinton advirtió del peligro de que el acceso al botón nuclear quedara en manos de un sujeto con inestabilidad emocional. A los seis meses de gobierno trascurridos, la coyuntura interna estadounidense hace propicia una acción beligerante al serle servida la ocasión a Trump.

Enfrente la megalomanía del norcoreano, aunada a su empecinamiento, cortedad de miras, así como, no darle importancia al futuro y a la vida de su pueblo, completa el escenario de guerra y destrucción. Y no es alarmismo, ni sobredimensionamiento, es solo una pálida imagen de lo que reflejan las palabras expresadas. Los actores implicados hacen pensar que no es solo retórica, es posible que pasen a los hechos.

Hace escasos días se cumplieron setenta y dos años del ataque a Hiroshima y Nagasaki, el 6 y 9 de agosto de 1945 respectivamente, con lo que finalizo la Segunda Guerra Mundial. Los Estados Unidos, innecesariamente, por la postración militar para ese entonces del Japón, dejo caer del “litleboy” la primera bomba nuclear.  La hecatombe es de todos conocida y aun ahora siguen produciendo efectos entre los habitantes de la zona donde fueron arrojadas.

La humanidad entera se estremeció al percatarse que el hombre había creado un arma capaz de destruir la vida sobre la faz de la tierra e incluso terminar con el planeta mismo. Múltiples esfuerzos se hicieron para conjurar el peligro. México mismo, impulsó un Tratado de proscripción del uso de las armas nucleares en América Latina, apoyando también las iniciativas de desarme en los organismos multilaterales como la ONU.

El tema no es menor, ni debe desdeñarse el peligro que entraña la posibilidad de que el futuro y la vida de millones dependa del humor de un par de sujetos capaces de seguir sus instintos y actuando visceralmente y no de manera racional, pudieran iniciar una confrontación militar utilizando bombas nucleares.

Es momento que los líderes de todo el mundo, utilizando todo el instrumental diplomático intervengan ante Corea del Norte y Estados Unidos, para zanjar este nuevo diferendo. China especialmente puede jugar un papel relevante para apaciguar al actor asiático. México, debiera lanzar una ofensiva diplomática ante la ONU.

*“caballo que corre no necesita espuelas”

muchos parecerá alarmista, pero las bravuconadas, amagos y fintas de Trump y el dictador de Corea del Norte, que amenazan mutuamente con atacarse con bombas atómicas debe observarse con cuidado y tomar precauciones y previsiones para que los alardes, más propios de bravucones de cantina que de líderes o presidentes de una nación, pongan en peligro la existencia misma del planeta.

A los ataques y amenazas verbales del líder norcoreano contra los Estados Unidos respondió Trump, con lenguaje de personaje de comic, que Corea conocería furia y fuego inimaginables, ambos personajes se referían a ataques con dispositivos nucleares. Ambos también están dispuestos a hacerlo. En el caso de Trump, la demócrata Clinton advirtió del peligro de que el acceso al botón nuclear quedara en manos de un sujeto con inestabilidad emocional. A los seis meses de gobierno trascurridos, la coyuntura interna estadounidense hace propicia una acción beligerante al serle servida la ocasión a Trump.

Enfrente la megalomanía del norcoreano, aunada a su empecinamiento, cortedad de miras, así como, no darle importancia al futuro y a la vida de su pueblo, completa el escenario de guerra y destrucción. Y no es alarmismo, ni sobredimensionamiento, es solo una pálida imagen de lo que reflejan las palabras expresadas. Los actores implicados hacen pensar que no es solo retórica, es posible que pasen a los hechos.

Hace escasos días se cumplieron setenta y dos años del ataque a Hiroshima y Nagasaki, el 6 y 9 de agosto de 1945 respectivamente, con lo que finalizo la Segunda Guerra Mundial. Los Estados Unidos, innecesariamente, por la postración militar para ese entonces del Japón, dejo caer del “litleboy” la primera bomba nuclear.  La hecatombe es de todos conocida y aun ahora siguen produciendo efectos entre los habitantes de la zona donde fueron arrojadas.

La humanidad entera se estremeció al percatarse que el hombre había creado un arma capaz de destruir la vida sobre la faz de la tierra e incluso terminar con el planeta mismo. Múltiples esfuerzos se hicieron para conjurar el peligro. México mismo, impulsó un Tratado de proscripción del uso de las armas nucleares en América Latina, apoyando también las iniciativas de desarme en los organismos multilaterales como la ONU.

El tema no es menor, ni debe desdeñarse el peligro que entraña la posibilidad de que el futuro y la vida de millones dependa del humor de un par de sujetos capaces de seguir sus instintos y actuando visceralmente y no de manera racional, pudieran iniciar una confrontación militar utilizando bombas nucleares.

Es momento que los líderes de todo el mundo, utilizando todo el instrumental diplomático intervengan ante Corea del Norte y Estados Unidos, para zanjar este nuevo diferendo. China especialmente puede jugar un papel relevante para apaciguar al actor asiático. México, debiera lanzar una ofensiva diplomática ante la ONU.

*“caballo que corre no necesita espuelas”