/ viernes 4 de agosto de 2017

El ocaso del sexenio

El tiempo con su inexorable trascurrir se nos he venido encima y como nos sucede a quienes no nos cocemos al primer hervor, en lo cotidiano así, como tras las vacaciones de verano, celebramos las fiestas patrias, Día de Muertos y zas, llega la Navidad y acaba el año y todo acontece a velocidad insospechada; así también, se nos acabó el sexenio.

El gobierno del presidente Enrique Peña Nieto, que inició con una gran capacidad de negociación y construcción de consensos reflejado en el Pacto por México, edificado con las fuerzas políticas más significativas y posteriormente concretadas en el poder legislativo con todas las denominadas reformas estructurales, hoy está por llegar al cenit e iniciar su cuenta regresiva.

El tiempo sexenal no ha sido fácil, a los errores –innegables- solo el que no hace nada no se equivoca, se suman los ataques de los adversarios políticos, el sobre dimensionamiento de hechos que se pretenden atribuirle, el linchamiento mediático de los “intelectuales y opinologos” orgánicos de la oposición, que están prestos para la crítica acida e injuriosa y que pese a todo, pueden expresarse libremente y cuentan con foros y medios para hacerse oír y que hoy en algunas de sus mutaciones pululan en las redes.

El tiempo y la historia harán su tarea y habrá de decantarse, lo que esclarecerá el papel en la gran historia del actual régimen. Sus logros y equivocaciones, darán paso a un balance desprejuiciado, objetivo, veraz y científico. No es aún tiempo de intentar con seriedad formular un juicio histórico del sexenio.

El tiempo que aún le falta -17 meses- nos permitirá testimoniar el desenlace al interior de los partidos de las batallas internas para la elección interna de los candidatos presidenciales. Conocer sí cristalizó la creación de un “frente” opositor para poder ganarle al partido en el poder, entre una fracción de la izquierda y la derecha o por si lo contrario, como en el pasado se impone la ambición personal de los precandidatos y la sobrestimación de la pretendida fortaleza del PAN, que hace un año, luego de las elecciones del 2016, se sentía seguro de que habría de ganar la presidencia en el 2018.

Poco habrán de vivir, quienes no presencien el destino último de Anaya, Moreno Valle o Zavala en el PAN. O la de Graco, Aureoles y quizás Zepeda en el PRD. En el caso de Morena, no hay duda, es partido de un solo hombre. La mayor expectación es respecto de lo que habrá de suceder en el PRI. Los candidatos independientes, ni fu, ni fa.

El procesamiento de la candidatura presidencial y el destape del candidato, marcaba en el viejo sistema político mexicano de partido casi único, el final del Tlatoani sexenal. La facultad meta constitucional de imponer sucesor, era el último gran acto de fuerza en la acumulación del poder presidencialista.

Hoy tres décadas después, de manera análoga al lejano 1987, estamos viviendo como unafracción del PRI, pretende regatear al Presidente de la Republica, la facultad no escrita de designar al candidato o democratizar la designación, si así quiere verse. Quienes defienden esa posición, mas allá de su biografía que los aleja de ser unos verdaderos demócratas, olvidan convenientemente que antes, se construían acuerdos, consensos y alianzas entre los sectores y los poderes facticos. Tiempo al tiempo.

* Que hace un ciego con un espejo

El tiempo con su inexorable trascurrir se nos he venido encima y como nos sucede a quienes no nos cocemos al primer hervor, en lo cotidiano así, como tras las vacaciones de verano, celebramos las fiestas patrias, Día de Muertos y zas, llega la Navidad y acaba el año y todo acontece a velocidad insospechada; así también, se nos acabó el sexenio.

El gobierno del presidente Enrique Peña Nieto, que inició con una gran capacidad de negociación y construcción de consensos reflejado en el Pacto por México, edificado con las fuerzas políticas más significativas y posteriormente concretadas en el poder legislativo con todas las denominadas reformas estructurales, hoy está por llegar al cenit e iniciar su cuenta regresiva.

El tiempo sexenal no ha sido fácil, a los errores –innegables- solo el que no hace nada no se equivoca, se suman los ataques de los adversarios políticos, el sobre dimensionamiento de hechos que se pretenden atribuirle, el linchamiento mediático de los “intelectuales y opinologos” orgánicos de la oposición, que están prestos para la crítica acida e injuriosa y que pese a todo, pueden expresarse libremente y cuentan con foros y medios para hacerse oír y que hoy en algunas de sus mutaciones pululan en las redes.

El tiempo y la historia harán su tarea y habrá de decantarse, lo que esclarecerá el papel en la gran historia del actual régimen. Sus logros y equivocaciones, darán paso a un balance desprejuiciado, objetivo, veraz y científico. No es aún tiempo de intentar con seriedad formular un juicio histórico del sexenio.

El tiempo que aún le falta -17 meses- nos permitirá testimoniar el desenlace al interior de los partidos de las batallas internas para la elección interna de los candidatos presidenciales. Conocer sí cristalizó la creación de un “frente” opositor para poder ganarle al partido en el poder, entre una fracción de la izquierda y la derecha o por si lo contrario, como en el pasado se impone la ambición personal de los precandidatos y la sobrestimación de la pretendida fortaleza del PAN, que hace un año, luego de las elecciones del 2016, se sentía seguro de que habría de ganar la presidencia en el 2018.

Poco habrán de vivir, quienes no presencien el destino último de Anaya, Moreno Valle o Zavala en el PAN. O la de Graco, Aureoles y quizás Zepeda en el PRD. En el caso de Morena, no hay duda, es partido de un solo hombre. La mayor expectación es respecto de lo que habrá de suceder en el PRI. Los candidatos independientes, ni fu, ni fa.

El procesamiento de la candidatura presidencial y el destape del candidato, marcaba en el viejo sistema político mexicano de partido casi único, el final del Tlatoani sexenal. La facultad meta constitucional de imponer sucesor, era el último gran acto de fuerza en la acumulación del poder presidencialista.

Hoy tres décadas después, de manera análoga al lejano 1987, estamos viviendo como unafracción del PRI, pretende regatear al Presidente de la Republica, la facultad no escrita de designar al candidato o democratizar la designación, si así quiere verse. Quienes defienden esa posición, mas allá de su biografía que los aleja de ser unos verdaderos demócratas, olvidan convenientemente que antes, se construían acuerdos, consensos y alianzas entre los sectores y los poderes facticos. Tiempo al tiempo.

* Que hace un ciego con un espejo