/ martes 4 de julio de 2017

El pragmatismo de las alianzas

En los últimos tiempos la política mexicana ha visto nacer alianzas que hasta hace poco se antojaban imposibles. Cuando uno analiza el sistema de partidos de cualquier estado, una de las formas más comunes es hacerlo a partir de su ideología y principales postulados. Retomando la ubicación de los grupos políticos durante la Asamblea Nacional de Francia de 1789 -los Jacobinos con un sentido revolucionario y liberal, los Girondinos más moderados y partidarios de la monarquía-, el criterio se ha mantenido para identificar a la izquierda como el ala progresista de un sistema político y a la derecha para referirse a quienes son vistos como conservadores y defensores del status quo.

Si para el caso mexicano siguiéramos este modelo de análisis, es probable que los partidos políticos se ubicarían, de izquierda a derecha, de la siguiente forma: Morena, Partido del Trabajo, Partido de la Revolución Democrática, Movimiento Ciudadano, Nueva Alianza, Partido Revolucionario Institucional, Partido Verde Ecologista de México, Partido Acción Nacional y Partido Encuentro Social. Hablando de alianzas, lo más lógico sería pensar en tres bloques que se identificarían de la siguiente forma: Morena, PT, PRD y Movimiento Ciudadano, identificados con la izquierda; Nueva Alianza, PRI y PVEM, identificados con el centro y PAN y PES, identificados con la derecha. Hasta aquí el análisis de la geografía política a partir de ideologías y postulados y sin que izquierda, centro o derecha, sean sinónimo de bueno o malo.

Lo interesante viene en lo que la realidad de los últimos tiempos. El PAN y el PRD, partidos que en una primera impresión son antagónicos en cuanto a sus fundamentos, se han unido, con éxito en muchos casos, en diversas elecciones locales. Para aderezar lo extraño de estas alianzas, hay que sumar, en no pocos casos, que los candidatos surgidos de dichos ejercicios han surgido del PRI, como son el caso de Puebla, con Rafael Moreno Valle, Sinaloa, con Mario López Valdez, Durango, con José Rosas Aispuro, Veracruz, con Miguel Ángel Yunes, Quintana Roo, con Carlos Joaquín, entre otras. Los principales partidos de la izquierda y la derecha enarbolando la candidatura encabezada por un expriista.

Por eso hoy no extraña que Acción Nacional y el PRD vuelvan a tener acercamientos para plantear una alianza electoral -la mayoría lo ha denominado Frente, en tanto que otros sueñan con la consolidación de una verdadera coalición de gobierno-, rumbo a las elecciones presidenciales de 2018. Sus principales postulados no coinciden en lo fundamental, pero eso poco importa en tanto persigan el mismo fin: sacar al PRI de Los Pinos y llegar al poder. Hasta aquí todo es correcto desde la lógica del pragmatismo de la política electoral, la cual tiene como principal y casi único fin llegar al poder, conservarlo y aumentarlo con el paso de las elecciones. El problema viene después, desde la definición de prioridades de gobierno hasta el establecimiento de los irreductibles en una negociación.

En nuestra próxima entrega daremos cuenta de las dificultades que alianzas de este tipo presentan al momento de definir una agenda de gobierno y llevar a la realidad sus principales propuestas.

joaquin.narro@gmail.com

@JoaquinNarro

En los últimos tiempos la política mexicana ha visto nacer alianzas que hasta hace poco se antojaban imposibles. Cuando uno analiza el sistema de partidos de cualquier estado, una de las formas más comunes es hacerlo a partir de su ideología y principales postulados. Retomando la ubicación de los grupos políticos durante la Asamblea Nacional de Francia de 1789 -los Jacobinos con un sentido revolucionario y liberal, los Girondinos más moderados y partidarios de la monarquía-, el criterio se ha mantenido para identificar a la izquierda como el ala progresista de un sistema político y a la derecha para referirse a quienes son vistos como conservadores y defensores del status quo.

Si para el caso mexicano siguiéramos este modelo de análisis, es probable que los partidos políticos se ubicarían, de izquierda a derecha, de la siguiente forma: Morena, Partido del Trabajo, Partido de la Revolución Democrática, Movimiento Ciudadano, Nueva Alianza, Partido Revolucionario Institucional, Partido Verde Ecologista de México, Partido Acción Nacional y Partido Encuentro Social. Hablando de alianzas, lo más lógico sería pensar en tres bloques que se identificarían de la siguiente forma: Morena, PT, PRD y Movimiento Ciudadano, identificados con la izquierda; Nueva Alianza, PRI y PVEM, identificados con el centro y PAN y PES, identificados con la derecha. Hasta aquí el análisis de la geografía política a partir de ideologías y postulados y sin que izquierda, centro o derecha, sean sinónimo de bueno o malo.

Lo interesante viene en lo que la realidad de los últimos tiempos. El PAN y el PRD, partidos que en una primera impresión son antagónicos en cuanto a sus fundamentos, se han unido, con éxito en muchos casos, en diversas elecciones locales. Para aderezar lo extraño de estas alianzas, hay que sumar, en no pocos casos, que los candidatos surgidos de dichos ejercicios han surgido del PRI, como son el caso de Puebla, con Rafael Moreno Valle, Sinaloa, con Mario López Valdez, Durango, con José Rosas Aispuro, Veracruz, con Miguel Ángel Yunes, Quintana Roo, con Carlos Joaquín, entre otras. Los principales partidos de la izquierda y la derecha enarbolando la candidatura encabezada por un expriista.

Por eso hoy no extraña que Acción Nacional y el PRD vuelvan a tener acercamientos para plantear una alianza electoral -la mayoría lo ha denominado Frente, en tanto que otros sueñan con la consolidación de una verdadera coalición de gobierno-, rumbo a las elecciones presidenciales de 2018. Sus principales postulados no coinciden en lo fundamental, pero eso poco importa en tanto persigan el mismo fin: sacar al PRI de Los Pinos y llegar al poder. Hasta aquí todo es correcto desde la lógica del pragmatismo de la política electoral, la cual tiene como principal y casi único fin llegar al poder, conservarlo y aumentarlo con el paso de las elecciones. El problema viene después, desde la definición de prioridades de gobierno hasta el establecimiento de los irreductibles en una negociación.

En nuestra próxima entrega daremos cuenta de las dificultades que alianzas de este tipo presentan al momento de definir una agenda de gobierno y llevar a la realidad sus principales propuestas.

joaquin.narro@gmail.com

@JoaquinNarro