/ viernes 8 de septiembre de 2017

El racismo como programa de gobierno

En un principio, pensé que podría resultar una exageración de mi parte, o bien, un manejo e interpretación de la situación, a través de algunos datos dispersos. Sin embargo, con el paso del tiempo, y con varias decisiones impuestas, me he convencido de que el Presidente de Estados Unidos, actúa en función y dedicado a desarticular o desarmar programas y medidas de su predecesor. El primer Presidente negro de ese país. En efecto, ya sean decretos para anular prohibiciones a la afectación del medio ambiente en Alaska o en las mesetas centrales, o el persistente intento por desmontar el programa de seguro médico popular, el jefe de La Casa Blanca tiene como prioridad absoluta borrar cualquier herencia o vestigio de Barack Obama.

Hay que matizar. No se trata del maniqueísmo del “bueno contra el malo”. Tanto el demócrata como el republicano, asumieron y adoptaron decisiones que implicaron tensiones en la relación con México en temas muy sensibles como son la migración, el comercio y el crimen organizado. Sin embargo, en la actual administración estadounidense, encontramos una evidente, coherente y consistente política racista y de abierto rechazo a mantener un trato de colaboración y mutuo entendimiento.

La infame posibilidad del muro entre nuestros países, más que ser un compromiso de campaña, se trata de una hipotética edificación, diría monumento, a la xenofobia y racismo. La más reciente determinación para anular la estancia legal de alrededor de 800 mil personas, que llegaron a los Estados Unidos desde niños (de los cuales 700 mil son de origen mexicano) marca la pauta de una notable coherencia en la toma de decisiones, en donde el razonamiento, la formulación de ideas y la disposición a discutir la viabilidad de las medidas, no se consideran. Sabemos bien, que cualquier extremismo niega la posibilidad de reconocer otro punto de vista que no sea el propio. Así, el racismo es irracional, por sí mismo.

No se necesitan lecturas, años de aprendizaje en la aulas universitarias o asistir a seminarios y congresos para fundamentar la ignorancia que implican las actitudes rabiaras. Basta con seguir un cúmulo de prejuicios; el pueblo estadounidense, que en la historia contemporánea ha dado ejemplares muestras de vitalidad cívica como las luchas por el voto de las mujeres, las libertades sexuales, los derecho de los obreros así como la plena igualdad ante la ley de todos los ciudadanos -por mencionar sólo algunas de sus ejemplares conquistas, hoy se ve sometido a la guía de un programa de gobierno consumido en la inmediatez del Twitter.

Para los mexicanos y su gobierno, resulta muy complicado establecer medidas o planteamientos que pretendan explicar lo inexplicable o entender los incomprensible. Desde luego que las decisiones del Presidente de los Estados Unidos, atiende en primer lugar y como cualquier gobernante lo hace, a la lógica y conveniencias de sistema político correspondiente. La cuestión radica en hasta dónde o cuál será el límite a esas determinaciones que afectan a millones de personas, alteran al sistema productivo, pero sobre todo y lo más grave, es que abre las puertas a la tensión y violencia en la sociedad, como se ha visto en acontecimientos recientes. Las sorpresas para México y los mexicanos, no puede haberlas. La guía del radicalismo en cualquiera de sus versiones, tan solo debe seguir la ruta del extremismo.

javierolivaposada@gmail.com

En un principio, pensé que podría resultar una exageración de mi parte, o bien, un manejo e interpretación de la situación, a través de algunos datos dispersos. Sin embargo, con el paso del tiempo, y con varias decisiones impuestas, me he convencido de que el Presidente de Estados Unidos, actúa en función y dedicado a desarticular o desarmar programas y medidas de su predecesor. El primer Presidente negro de ese país. En efecto, ya sean decretos para anular prohibiciones a la afectación del medio ambiente en Alaska o en las mesetas centrales, o el persistente intento por desmontar el programa de seguro médico popular, el jefe de La Casa Blanca tiene como prioridad absoluta borrar cualquier herencia o vestigio de Barack Obama.

Hay que matizar. No se trata del maniqueísmo del “bueno contra el malo”. Tanto el demócrata como el republicano, asumieron y adoptaron decisiones que implicaron tensiones en la relación con México en temas muy sensibles como son la migración, el comercio y el crimen organizado. Sin embargo, en la actual administración estadounidense, encontramos una evidente, coherente y consistente política racista y de abierto rechazo a mantener un trato de colaboración y mutuo entendimiento.

La infame posibilidad del muro entre nuestros países, más que ser un compromiso de campaña, se trata de una hipotética edificación, diría monumento, a la xenofobia y racismo. La más reciente determinación para anular la estancia legal de alrededor de 800 mil personas, que llegaron a los Estados Unidos desde niños (de los cuales 700 mil son de origen mexicano) marca la pauta de una notable coherencia en la toma de decisiones, en donde el razonamiento, la formulación de ideas y la disposición a discutir la viabilidad de las medidas, no se consideran. Sabemos bien, que cualquier extremismo niega la posibilidad de reconocer otro punto de vista que no sea el propio. Así, el racismo es irracional, por sí mismo.

No se necesitan lecturas, años de aprendizaje en la aulas universitarias o asistir a seminarios y congresos para fundamentar la ignorancia que implican las actitudes rabiaras. Basta con seguir un cúmulo de prejuicios; el pueblo estadounidense, que en la historia contemporánea ha dado ejemplares muestras de vitalidad cívica como las luchas por el voto de las mujeres, las libertades sexuales, los derecho de los obreros así como la plena igualdad ante la ley de todos los ciudadanos -por mencionar sólo algunas de sus ejemplares conquistas, hoy se ve sometido a la guía de un programa de gobierno consumido en la inmediatez del Twitter.

Para los mexicanos y su gobierno, resulta muy complicado establecer medidas o planteamientos que pretendan explicar lo inexplicable o entender los incomprensible. Desde luego que las decisiones del Presidente de los Estados Unidos, atiende en primer lugar y como cualquier gobernante lo hace, a la lógica y conveniencias de sistema político correspondiente. La cuestión radica en hasta dónde o cuál será el límite a esas determinaciones que afectan a millones de personas, alteran al sistema productivo, pero sobre todo y lo más grave, es que abre las puertas a la tensión y violencia en la sociedad, como se ha visto en acontecimientos recientes. Las sorpresas para México y los mexicanos, no puede haberlas. La guía del radicalismo en cualquiera de sus versiones, tan solo debe seguir la ruta del extremismo.

javierolivaposada@gmail.com