/ lunes 28 de agosto de 2017

Emilio Gamboa, el gran "elector"

Las verdaderas amistades presidenciales, al menos este sexenio, pasan por jugar Golf.  Y Emilio Gamboa es uno de los compañeros en ese deporte de Peña Nieto.  Quiero suponer que fue ahí, frente a la tranquilidad de los campos verdes, en una competencia con él mismo, que el primer  mandatario le encargó el destape de los precandidatos.

O, si se prefiere, el descarte oficial.

Dejar fuera de la contienda a Enrique de la Madrid y a quien nunca estuvo: Eruviel Ávila, todavía  gobernador del Estado de México que, por cierto, fue el primero en no darse por enterado.

Para ello, para comisionarle este “descarte” que es el inicio formal de la pasarela, del juego previo al destape de quien Peña Nieto ya tienen decidido, es obvio que le hizo saber que será, con el indicado, el responsable de su campaña.  Quién sabe si desde la formalidad de la dirigencia del PRI o, simplemente, como tal.

Con esto el político yucateco asegura su permanencia en el poder político.  Si es que ganan, obvio.

Lo primero que surge, a botepronto, es pensar en cuánta confianza debe tenerle Peña Nieto.  A continuación, se acumulan muchos “asegunes”.  Entre estos, que le haya correspondido decir, casi de manera despectiva, que tanto Enrique de la Madrid como Eruviel, están “haciendo su esfuerzo”, pero no son uno de los cuatro elegidos.

Es decir, elimina al hijo de quien fue su jefe, Miguel de la Madrid.  Y encara el enojo inmenso de Eruviel que hasta se casó con la niña rica correspondiente para encajar en la candidatura que solamente sus incondicionales creyeron.

Y de pasadita, que no es tema menor, elimina definitivamente a la exgobernadora de su estado, que algún día quiso gobernar y donde hoy hace “política” su hijo: Ivonne Ortega.

Si nos vamos más lejos, se dan casos, habría que creer que incluso Emilio Gamboa está ya en el entendido, en el conocimiento de quién será el elegido presidencial y, por tanto, estaría cargando los dados hacía su lado.  Hablamos, obvio, de Aurelio Nuño.

¿O es que alguien puede imaginar que Peña Nieto piense que su sucesor debe ser alguien que no pertenezca íntimamente a su entorno, que no haya trabajado bajo su mando?

Gamboa Patrón dio cuatro nombres: José Narro, Miguel Ángel Osorio Chong,  José Antonio Meade y, obvio, Aurelio Nuño.

Ahí está el candidato del PRI. Y el único que es “cachorro” de Peña Nieto es Nuño.

Todos se quedaron conformes, calladitos, como corresponde a la institucionalidad priista. Entendieron el mensaje. Menos Eruviel Ávila que vive en otro planeta, que cree que puede repetirse la historia del Estado de México donde la realidad obligó a Peña Nieto a convertirlo en su sucesor, para no correr el riesgo de perder cuando estaba en la antesala del poder.

No queda ninguna duda de que Eruviel no pertenece, ni ha pertenecido nunca al círculo cercano de Los Pinos.  ¿De dónde podría provenir su fuerza?  ¿O es que alguien, Ivonne incluida, piensa que después de la Asamblea del PRI, piensa que este sexenio va a cambiar el método, el fondo del destape presidencial?

Y habrá que lamentarlo por José Narro que sería, definitivo, un buen candidato.  Con muchos más políticos, hombres de poder, gobernadores, detrás de él que Eruviel.

Es el Presidente Peña quien tiene el balón, vender las cervezas, decide la alineación de los jugadores y, además, pone al árbitro.

¿Por qué puso en manos de Emilio Gamboa el predestape, el descarte y lo que sigue?

Supongo que no tenía muchas alternativas.  Y que Emilio ha demostrado capacidad inmensa de adaptarse al paso del tiempo, sin dejar de estar en el poder, que debe haberlo convencido de que tiene ascendente con los protagonistas del poder político mexicano… Ahora falta saber si es cierto… Al tiempo.

En Tuiter: @isabelarvide  Blog: EstadoMayor.mx  Blog: CambioQRR.com

Las verdaderas amistades presidenciales, al menos este sexenio, pasan por jugar Golf.  Y Emilio Gamboa es uno de los compañeros en ese deporte de Peña Nieto.  Quiero suponer que fue ahí, frente a la tranquilidad de los campos verdes, en una competencia con él mismo, que el primer  mandatario le encargó el destape de los precandidatos.

O, si se prefiere, el descarte oficial.

Dejar fuera de la contienda a Enrique de la Madrid y a quien nunca estuvo: Eruviel Ávila, todavía  gobernador del Estado de México que, por cierto, fue el primero en no darse por enterado.

Para ello, para comisionarle este “descarte” que es el inicio formal de la pasarela, del juego previo al destape de quien Peña Nieto ya tienen decidido, es obvio que le hizo saber que será, con el indicado, el responsable de su campaña.  Quién sabe si desde la formalidad de la dirigencia del PRI o, simplemente, como tal.

Con esto el político yucateco asegura su permanencia en el poder político.  Si es que ganan, obvio.

Lo primero que surge, a botepronto, es pensar en cuánta confianza debe tenerle Peña Nieto.  A continuación, se acumulan muchos “asegunes”.  Entre estos, que le haya correspondido decir, casi de manera despectiva, que tanto Enrique de la Madrid como Eruviel, están “haciendo su esfuerzo”, pero no son uno de los cuatro elegidos.

Es decir, elimina al hijo de quien fue su jefe, Miguel de la Madrid.  Y encara el enojo inmenso de Eruviel que hasta se casó con la niña rica correspondiente para encajar en la candidatura que solamente sus incondicionales creyeron.

Y de pasadita, que no es tema menor, elimina definitivamente a la exgobernadora de su estado, que algún día quiso gobernar y donde hoy hace “política” su hijo: Ivonne Ortega.

Si nos vamos más lejos, se dan casos, habría que creer que incluso Emilio Gamboa está ya en el entendido, en el conocimiento de quién será el elegido presidencial y, por tanto, estaría cargando los dados hacía su lado.  Hablamos, obvio, de Aurelio Nuño.

¿O es que alguien puede imaginar que Peña Nieto piense que su sucesor debe ser alguien que no pertenezca íntimamente a su entorno, que no haya trabajado bajo su mando?

Gamboa Patrón dio cuatro nombres: José Narro, Miguel Ángel Osorio Chong,  José Antonio Meade y, obvio, Aurelio Nuño.

Ahí está el candidato del PRI. Y el único que es “cachorro” de Peña Nieto es Nuño.

Todos se quedaron conformes, calladitos, como corresponde a la institucionalidad priista. Entendieron el mensaje. Menos Eruviel Ávila que vive en otro planeta, que cree que puede repetirse la historia del Estado de México donde la realidad obligó a Peña Nieto a convertirlo en su sucesor, para no correr el riesgo de perder cuando estaba en la antesala del poder.

No queda ninguna duda de que Eruviel no pertenece, ni ha pertenecido nunca al círculo cercano de Los Pinos.  ¿De dónde podría provenir su fuerza?  ¿O es que alguien, Ivonne incluida, piensa que después de la Asamblea del PRI, piensa que este sexenio va a cambiar el método, el fondo del destape presidencial?

Y habrá que lamentarlo por José Narro que sería, definitivo, un buen candidato.  Con muchos más políticos, hombres de poder, gobernadores, detrás de él que Eruviel.

Es el Presidente Peña quien tiene el balón, vender las cervezas, decide la alineación de los jugadores y, además, pone al árbitro.

¿Por qué puso en manos de Emilio Gamboa el predestape, el descarte y lo que sigue?

Supongo que no tenía muchas alternativas.  Y que Emilio ha demostrado capacidad inmensa de adaptarse al paso del tiempo, sin dejar de estar en el poder, que debe haberlo convencido de que tiene ascendente con los protagonistas del poder político mexicano… Ahora falta saber si es cierto… Al tiempo.

En Tuiter: @isabelarvide  Blog: EstadoMayor.mx  Blog: CambioQRR.com