/ lunes 4 de septiembre de 2017

En la vorágine del fin sexenal

Ha comenzado la cuenta regresiva, el inicio del fin de un sexenio que deja a la Nación mexicana más empobrecida, endeudada, despojada, violentada, ensangrentada, enlutada y exterminada que nunca. Ello, por más que los cinco ejes en los que se decidió dividir el quinto informe de gobierno presidencial (en realidad informe de los cinco años de gobierno) hayan sido los de un México “en paz”, “incluyente”, “con educación de calidad”, “próspero” y “con responsabilidad global”.

Y es que de nueva cuenta, una vez más y más que nunca, el discurso del informe rendido está desfasado de la realidad, pues el México al que alude es onírico, enteléquico. Entre los primeros “reconocimientos” aludió a las reformas estructurales, emanadas del Pacto por México y gestadas en “favor del interés nacional”, al haber logrado eliminar “barreras” e “inercias”, como las de quienes se oponían a ellas por “intereses particulares”. Y aquí la pregunta: ¿acaso luchar por la defensa del patrimonio nacional, de los recursos naturales, de los hidrocarburos, de las aguas y de la tierra posibilita pensar que se invoca a un “interés particular”?

Es el mismo contrasentido que cuando se destaca como “beneficio” para la sociedad el despojo masivo de la Nación, cuando que jamás la sociedad pidió ser pauperizada y menos violentada. En cambio, ¿por qué no se enfrentó el tema de la corrupción, las muertes de periodistas, migrantes y feminicidios, las decenas de miles de desapariciones, comprendidas las de Ayotzinapa, y los cientos de miles de homicidios? Porque aludir a una presunta baja en la tasa de homicidios dolosos, cuando junio ha sido el mes más violento hasta ahora del sexenio, o al hecho de haber impulsado leyes contra la tortura o contra la desaparición forzada de personas –que ni siquiera ha sido aprobada- no sirve mientras la impunidad total que nos agobia en medio de un Estado de Derecho inexistente siga lacerándonos.

De igual manera, ¿en dónde está la “vitalidad” de nuestra democracia si ésta se encuentra secuestrada, comenzando por el régimen de transparencia? ¿Por qué justificar nuestra presente crisis, comprendido el gasolinazo, a partir de los acontecimientos en el escenario mundial si ésta devino en gran medida de la implementación de la reforma energética y entrega de recursos fosilíferos, opacidad en los manejos de Pemex, contratos petrolíferos y obras del nuevo aeropuerto –hidrogeológicamente de alto riesgo- y de la infinita corrupción que nos corroe? ¿Cómo pretender que la legalidad prospere a partir de un sistema de transparencia que permite la secrecía –como con Odebrecht- y espionaje y de un sistema anticorrupción en el que las redes más pestilentes de colusión son intocadas y ni siquiera se cuenta aún con un Fiscal para encabezar el combate a la corrupción?

¿Cómo creer en la presunta baja en el último bienio del índice de la pobreza extrema –reportada coincidentemente hace unos días por Coneval- y en su próxima erradicación cuando abarca a la mitad de la población?

En contraparte, ¿cómo explicar que seamos cuna de los hombres más ricos en el mundo? La indignante y repulsiva discrepancia habla por sí sola, como lo hace la reforma laboral, que no de otra naturaleza, de la reforma educativa. ¿Nación “próspera”, finanzas públicas “sanas”, “superávit primario”, un logro la “despetrolización” económica, mientras enfrentamos un macroendeudamiento del país al haberse duplicado durante el sexenio la deuda externa mientras la interna creció un 50%?

Todas, preguntas sin respuesta.

No cabe duda que ya no hay un “año de Hidalgo”, los últimos sexenios lo han sido desde el primer día y mientras el México profundo siga permitiéndose ser arrastrado por la vorágine cancerígena de la descomposición global sin impedirlo, el inminente relevo del Ejecutivo Federal terminará agudizando y creando nuevas problemáticas sin solución.

 

bettyzanolli@gmail.com

@BettyZanolli

Ha comenzado la cuenta regresiva, el inicio del fin de un sexenio que deja a la Nación mexicana más empobrecida, endeudada, despojada, violentada, ensangrentada, enlutada y exterminada que nunca. Ello, por más que los cinco ejes en los que se decidió dividir el quinto informe de gobierno presidencial (en realidad informe de los cinco años de gobierno) hayan sido los de un México “en paz”, “incluyente”, “con educación de calidad”, “próspero” y “con responsabilidad global”.

Y es que de nueva cuenta, una vez más y más que nunca, el discurso del informe rendido está desfasado de la realidad, pues el México al que alude es onírico, enteléquico. Entre los primeros “reconocimientos” aludió a las reformas estructurales, emanadas del Pacto por México y gestadas en “favor del interés nacional”, al haber logrado eliminar “barreras” e “inercias”, como las de quienes se oponían a ellas por “intereses particulares”. Y aquí la pregunta: ¿acaso luchar por la defensa del patrimonio nacional, de los recursos naturales, de los hidrocarburos, de las aguas y de la tierra posibilita pensar que se invoca a un “interés particular”?

Es el mismo contrasentido que cuando se destaca como “beneficio” para la sociedad el despojo masivo de la Nación, cuando que jamás la sociedad pidió ser pauperizada y menos violentada. En cambio, ¿por qué no se enfrentó el tema de la corrupción, las muertes de periodistas, migrantes y feminicidios, las decenas de miles de desapariciones, comprendidas las de Ayotzinapa, y los cientos de miles de homicidios? Porque aludir a una presunta baja en la tasa de homicidios dolosos, cuando junio ha sido el mes más violento hasta ahora del sexenio, o al hecho de haber impulsado leyes contra la tortura o contra la desaparición forzada de personas –que ni siquiera ha sido aprobada- no sirve mientras la impunidad total que nos agobia en medio de un Estado de Derecho inexistente siga lacerándonos.

De igual manera, ¿en dónde está la “vitalidad” de nuestra democracia si ésta se encuentra secuestrada, comenzando por el régimen de transparencia? ¿Por qué justificar nuestra presente crisis, comprendido el gasolinazo, a partir de los acontecimientos en el escenario mundial si ésta devino en gran medida de la implementación de la reforma energética y entrega de recursos fosilíferos, opacidad en los manejos de Pemex, contratos petrolíferos y obras del nuevo aeropuerto –hidrogeológicamente de alto riesgo- y de la infinita corrupción que nos corroe? ¿Cómo pretender que la legalidad prospere a partir de un sistema de transparencia que permite la secrecía –como con Odebrecht- y espionaje y de un sistema anticorrupción en el que las redes más pestilentes de colusión son intocadas y ni siquiera se cuenta aún con un Fiscal para encabezar el combate a la corrupción?

¿Cómo creer en la presunta baja en el último bienio del índice de la pobreza extrema –reportada coincidentemente hace unos días por Coneval- y en su próxima erradicación cuando abarca a la mitad de la población?

En contraparte, ¿cómo explicar que seamos cuna de los hombres más ricos en el mundo? La indignante y repulsiva discrepancia habla por sí sola, como lo hace la reforma laboral, que no de otra naturaleza, de la reforma educativa. ¿Nación “próspera”, finanzas públicas “sanas”, “superávit primario”, un logro la “despetrolización” económica, mientras enfrentamos un macroendeudamiento del país al haberse duplicado durante el sexenio la deuda externa mientras la interna creció un 50%?

Todas, preguntas sin respuesta.

No cabe duda que ya no hay un “año de Hidalgo”, los últimos sexenios lo han sido desde el primer día y mientras el México profundo siga permitiéndose ser arrastrado por la vorágine cancerígena de la descomposición global sin impedirlo, el inminente relevo del Ejecutivo Federal terminará agudizando y creando nuevas problemáticas sin solución.

 

bettyzanolli@gmail.com

@BettyZanolli