/ miércoles 14 de junio de 2017

Independentistas y anexionistas

Contrario a lo que sucede en varias partes del mundo como Cataluña o Escocia que se quieren independizar, la primera de España y el segundo de Gran Bretaña, cada cual con sus particularidades, hay otros territorios por extraño que parezca que buscan unirse o agregarse a quien los ha explotado tradicionalmente.

En los primeros casos ya nos han acostumbrado a que cada equis tiempo lanzan sus consultas populares y, como en el caso de la provincia ibérica, tal parece que la única tarea de los respectivos gobiernos provinciales sea esa: cómo lograr salirse del Reino de España. Hasta ahora, los independentistas se han quedado al margen y tal parece que en esta ocasión venidera, Escocia también se quedará igual debido a factores que no influyeron antes porque no habían sucedido: me refiero al Brexit y a las consecuencias en su relación con la Unión Europea.

Escocia, asimismo, con sus especificidades y por causas históricas (tal vez semejantes a las de Cataluña) y por su pro unionismo, no le será suficiente en el corto plazo, para desembarazarse del Reino Unido.

Por otro lado y en otro continente, el americano, Puerto Rico llevó a cabo este domingo un plebiscito más  por la anexión a Estados Unidos. En 2012 el resultado fue el mismo de votar por el “sí”, con algunas variantes en las cifras, aunque en los otros tres previos, el resultado fue el de mantener el estatus actual. La isla caribeña ha tenido diferentes motivos para mantenerse ligada como Estado Libre Asociado, desde que así fue decretado en 1952, aunque su relación colonial con el poderoso del norte data de principios del siglo XX.

Hubo hacia las dos últimas décadas de los novecientos varios gobernadores portorriqueños y aún a principios del XXI, apoyados en movimientos y partidos pro independencia, que casi la lograban, pero el  temor de la gente a intervenciones y represalias, los intentos se quedaron sólo en eso. Por cierto, muchos países latinoamericanos apoyaron estas reivindicaciones cambistas, aduciendo el derecho de la soberanía y la autodeterminación de los pueblos.

En este junio el gobernador de la Isla ha festejado que la mayoría de los votantes (con una altísima abstención) decidiera continuar, frente al Congreso norteamericano, convertirse en el Estado No 51 de la Unión Americana, con el fin de tener los mismos derechos que los demás ciudadanos estadounidenses.

Considero que nuevamente Puerto Rico no cambiará en su estatus jurídico, pero ya no sólo por la baja votación que hubo en este plebiscito, sino porque ahora los principales que se opondrían serían el presidente de Estados Unidos y el Congreso, todavía dominado por los republicanos, quienes saben que incorporar a dos senadores isleños sería darles dos asientos más a los demócratas.

Cada uno con sus motivos, pero es el peor momento para Puerto Rico insistir en su demanda con Trump, pues es bien sabido que a Washington nunca le ha interesado y menos hoy, “cargar” con un territorio que le deja más beneficios como Estado Libre Asociado y con el cual tienen tan poca afinidad. La discriminación, pues.

Contrario a lo que sucede en varias partes del mundo como Cataluña o Escocia que se quieren independizar, la primera de España y el segundo de Gran Bretaña, cada cual con sus particularidades, hay otros territorios por extraño que parezca que buscan unirse o agregarse a quien los ha explotado tradicionalmente.

En los primeros casos ya nos han acostumbrado a que cada equis tiempo lanzan sus consultas populares y, como en el caso de la provincia ibérica, tal parece que la única tarea de los respectivos gobiernos provinciales sea esa: cómo lograr salirse del Reino de España. Hasta ahora, los independentistas se han quedado al margen y tal parece que en esta ocasión venidera, Escocia también se quedará igual debido a factores que no influyeron antes porque no habían sucedido: me refiero al Brexit y a las consecuencias en su relación con la Unión Europea.

Escocia, asimismo, con sus especificidades y por causas históricas (tal vez semejantes a las de Cataluña) y por su pro unionismo, no le será suficiente en el corto plazo, para desembarazarse del Reino Unido.

Por otro lado y en otro continente, el americano, Puerto Rico llevó a cabo este domingo un plebiscito más  por la anexión a Estados Unidos. En 2012 el resultado fue el mismo de votar por el “sí”, con algunas variantes en las cifras, aunque en los otros tres previos, el resultado fue el de mantener el estatus actual. La isla caribeña ha tenido diferentes motivos para mantenerse ligada como Estado Libre Asociado, desde que así fue decretado en 1952, aunque su relación colonial con el poderoso del norte data de principios del siglo XX.

Hubo hacia las dos últimas décadas de los novecientos varios gobernadores portorriqueños y aún a principios del XXI, apoyados en movimientos y partidos pro independencia, que casi la lograban, pero el  temor de la gente a intervenciones y represalias, los intentos se quedaron sólo en eso. Por cierto, muchos países latinoamericanos apoyaron estas reivindicaciones cambistas, aduciendo el derecho de la soberanía y la autodeterminación de los pueblos.

En este junio el gobernador de la Isla ha festejado que la mayoría de los votantes (con una altísima abstención) decidiera continuar, frente al Congreso norteamericano, convertirse en el Estado No 51 de la Unión Americana, con el fin de tener los mismos derechos que los demás ciudadanos estadounidenses.

Considero que nuevamente Puerto Rico no cambiará en su estatus jurídico, pero ya no sólo por la baja votación que hubo en este plebiscito, sino porque ahora los principales que se opondrían serían el presidente de Estados Unidos y el Congreso, todavía dominado por los republicanos, quienes saben que incorporar a dos senadores isleños sería darles dos asientos más a los demócratas.

Cada uno con sus motivos, pero es el peor momento para Puerto Rico insistir en su demanda con Trump, pues es bien sabido que a Washington nunca le ha interesado y menos hoy, “cargar” con un territorio que le deja más beneficios como Estado Libre Asociado y con el cual tienen tan poca afinidad. La discriminación, pues.