/ miércoles 17 de agosto de 2016

Juego de Palabras

  • Gilberto D Estrabau
  • El próximo vicepresidente de México

La falta de un vicepresidente en la actual Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos es una demostración palpable de que el Constituyente de 1917 conocía dolorosamente bien lo que se traía entre manos, al omitir esa figura administrativa, considerada indispensable en los países democráticos con sistema presidencial. Porque no se prescribió la figura de un sustituto automático del Presidente en caso de ausencia o muerte, para evitar que dicho sustituto se hiciera del poder mediante el recurso, tan de moda en la época, del asesinato político (aunque, desafortunadamente, ningún Ejecutivo del período se vio protegido por la cautela constitucional).

Que haya transcurrido un siglo y no se haya reparado la omisión, habla enciclopedias de las condiciones de la política mexicana en el siglo XX, y no debe de extrañar ver al pasado definido como “Siglo de los apagones" – en contraposición al “Siglo de las Luces" que fue el XIX – cuando se hable de los sorprendentes criterios con que se aplicaron los rituales democráticos en ese lapso. HAY SUSTITUTOS, PERO NO VICEPRESIDENTES

Ya se cuenta en México con un protocolo de sustitución por ausencia definitiva del Presidente, pero todavía el concepto “vicepresidente" es tabú en el lexicón político nacional. Quizá los partidos miran hacia Brasil, donde el vicepresidente Tener organizó el impeachment de la presidenta Rousseff y la ha colocado a días de perder definitivamente la investidura, para él quedarse en el Palacio de Planalto hasta 2018… o recuerden a Estados Unidos de hace dos siglos donde, de entre los candidatos con mayoría de votos, al primero correspondía la presidencia, y al segundo la vicepresidencia. Un escenario así en 2006, por ejemplo, con Felipe Calderón como presidente y Andrés Manuel López Obrador como vicepresidente, habría erizado el vello de una bola de billar y precipitado a los miembros más conspicuos de nuestra intelligentsia a la confección sumaria de un nuevo círculo, para ser añadido al Hades de micer Alighieri.

Pero pelillos a la mar. Desde principios del sexenio se constitucionalizó que en caso de ausencia definitiva del Presidente de la República, quedarán en su lugar el Secretario de Gobernación, el de Hacienda y el de Relaciones Exteriores. No los tres al mismo tiempo, por favor. Sería tanto como quitarle el tapón al país y dejar espacio para que se unieran el Golfo y el Pacífico. Se supone que uno después de otro, dependiendo de las circunstancias y, ya puestos en ese camino, de quien sobreviva. Y sin embargo…

UN VICEPRESIDENTE SERÍA MUY ÚTIL

Visto que los medios, las redes y los partidos de oposición han convertido de deporte nacional sacar a la luz los deslices inmobiliarios de la pinocracia, un funcionario que sirviera de colchón para absorber impactos mediáticos sería de extrema utilidad. Desde esa posición, además, aprendería a gobernar, y le ahorraría a la clase política cinco años de suspenso, respecto a la sucesión.

Ahora que se acerca la inevitable reforma política sexenal, y que hay perfume de constituciones en el aire, es buen momento para darle un empujón a la pelotita.

Buenos días. Buena suerte.

juegodepalabras1@yahoo.com

Sitio Web: juegodepalabras.mx

  • Gilberto D Estrabau
  • El próximo vicepresidente de México

La falta de un vicepresidente en la actual Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos es una demostración palpable de que el Constituyente de 1917 conocía dolorosamente bien lo que se traía entre manos, al omitir esa figura administrativa, considerada indispensable en los países democráticos con sistema presidencial. Porque no se prescribió la figura de un sustituto automático del Presidente en caso de ausencia o muerte, para evitar que dicho sustituto se hiciera del poder mediante el recurso, tan de moda en la época, del asesinato político (aunque, desafortunadamente, ningún Ejecutivo del período se vio protegido por la cautela constitucional).

Que haya transcurrido un siglo y no se haya reparado la omisión, habla enciclopedias de las condiciones de la política mexicana en el siglo XX, y no debe de extrañar ver al pasado definido como “Siglo de los apagones" – en contraposición al “Siglo de las Luces" que fue el XIX – cuando se hable de los sorprendentes criterios con que se aplicaron los rituales democráticos en ese lapso. HAY SUSTITUTOS, PERO NO VICEPRESIDENTES

Ya se cuenta en México con un protocolo de sustitución por ausencia definitiva del Presidente, pero todavía el concepto “vicepresidente" es tabú en el lexicón político nacional. Quizá los partidos miran hacia Brasil, donde el vicepresidente Tener organizó el impeachment de la presidenta Rousseff y la ha colocado a días de perder definitivamente la investidura, para él quedarse en el Palacio de Planalto hasta 2018… o recuerden a Estados Unidos de hace dos siglos donde, de entre los candidatos con mayoría de votos, al primero correspondía la presidencia, y al segundo la vicepresidencia. Un escenario así en 2006, por ejemplo, con Felipe Calderón como presidente y Andrés Manuel López Obrador como vicepresidente, habría erizado el vello de una bola de billar y precipitado a los miembros más conspicuos de nuestra intelligentsia a la confección sumaria de un nuevo círculo, para ser añadido al Hades de micer Alighieri.

Pero pelillos a la mar. Desde principios del sexenio se constitucionalizó que en caso de ausencia definitiva del Presidente de la República, quedarán en su lugar el Secretario de Gobernación, el de Hacienda y el de Relaciones Exteriores. No los tres al mismo tiempo, por favor. Sería tanto como quitarle el tapón al país y dejar espacio para que se unieran el Golfo y el Pacífico. Se supone que uno después de otro, dependiendo de las circunstancias y, ya puestos en ese camino, de quien sobreviva. Y sin embargo…

UN VICEPRESIDENTE SERÍA MUY ÚTIL

Visto que los medios, las redes y los partidos de oposición han convertido de deporte nacional sacar a la luz los deslices inmobiliarios de la pinocracia, un funcionario que sirviera de colchón para absorber impactos mediáticos sería de extrema utilidad. Desde esa posición, además, aprendería a gobernar, y le ahorraría a la clase política cinco años de suspenso, respecto a la sucesión.

Ahora que se acerca la inevitable reforma política sexenal, y que hay perfume de constituciones en el aire, es buen momento para darle un empujón a la pelotita.

Buenos días. Buena suerte.

juegodepalabras1@yahoo.com

Sitio Web: juegodepalabras.mx