/ martes 23 de agosto de 2016

Juegos para llorar

  • Dr. Eduardo Andrade Sánchez

¿Qué te parecieron los Juegos Olímpicos?

— Pues la clausura no me gustó, la prepararon con menos esmero que la inauguración, parecía festival de fin de cursos.

— La presentación de los japoneses para sus Juegos de 2020 estuvo muy moderna y vistosa.

— Eso sí, y estoy seguro que a ellos no se les va a pudrir el agua de las albercas.

—No exageres, estaba un poco verde pero la arreglaron.

—Sí, casi para el último clavado del mexicano que ganó plata pese a que decían que los jueces querían perjudicarnos. Pero en general fueron unos Juegos ¡para llorar!

—¡Qué negativo! No seas injusto, los nuestros ganaron cinco medallas.

— ¿Eso es bueno para un país que presume de estar entre las primeras 20 economías del mundo? - Pero no me refería a eso sino a la lloradera que vimos por todos lados

—¿Cual lloradera?

— La que soltaban los deportistas. Djokovich porque perdió, Neymar porque ganó; los volibolistas italianos que ¡cómo fallaron!; hasta un luchador mongol descalificado ¡Qué diría Gengis Kan!

—Eso fue de coraje; y seguro sus entrenadores aprendieron a desnudarse aquí con los 400 pueblos? Siempre es necesario expresar las emociones.

— Pero estamos exagerando, hemos formado una generación de llorones. En otros tiempos se admiraba el control. “Juárez, el impasible”, era ejemplar. La disciplina personal y social eran valores a seguir.

—¡Qué anticuado! ahora sabemos que las emociones no deben reprimirse para evitar daños sicológicos.

— Mira, el autocontrol es necesario en el deporte, quien no controla sus nervios: falla.

— Pues en algún momento tienen que liberar esa presión acumulada y se sueltan llorando.

—¡Touché! Admito que ese punto lo ganas, nomás no te me vayas a poner a chillar. El caso es que, como en todo, un justo medio es necesario. Ni tanto que queme al santo, ni tanto que no le alumbre. Privilegiar la rienda suelta emocional puede ser socialmente dañino.

—Admitirás que tampoco es sana una educación represiva que elimine las emociones. Los niños deben poder expresar lo que sienten.

—De acuerdo, pero con los límites que requiere la convivencia social. Porque luego quieren castigar a los que expresan una emoción colectiva cuando le gritan al portero en los estadios. En fin, para muchas cosas es útil reprimir la emoción, por ejemplo en el póker.

—¿Qué tiene que ver el póker? ese no es deporte olímpico.

—¿Todavía no? Meten tantas disciplinas que no dudo que pronto lo veamos en el programa olímpico. Es emocionante, ¿no lo has visto en la tele?

—Pues si lo van a transmitir como estos Juegos, estamos amolados. Ahí sí tienes razón, fueron unos juegos para llorar. Imágenes pésimas, entrevistas insulsas con preguntas obvias. Al mexicano que se lució en el lanzamiento de eso que parecía grillete, le preguntaban qué sentía. ¡Pues qué iba a sentir!, si se le acababa de escapar una medalla por centímetros.

—No es grillete; se llama martillo.

—Yo oí que lanzaban un martillo pero pensé que era de esos que clavan clavos.

—¡Cómo van a lanzar martillos!

—¿Por qué no? En los primeros Juegos en Atenas lanzaban auténticos ladrillos.

— Eso fue hace más de un siglo, cuando no había ni radio y entonces no tenías que oír preguntas como ¿le hubiera gustado ganar la medalla de oro?

—Esa no es mala pregunta, hasta a los ganadores les hubiera gustado que la medalla fuera de oro y no de basura.

—¿Cómo de basura? Eran de metal reciclado, por la ecología.

—Come sea; era material de desecho, cuando con los ingresos que dejan los juegos bien podrían dar medallas reales de oro y plata, pero los atletas son siempre los menos favorecidos.

— A lo mejor por eso lloran.

eandrade@oem.com.mx

  • Dr. Eduardo Andrade Sánchez

¿Qué te parecieron los Juegos Olímpicos?

— Pues la clausura no me gustó, la prepararon con menos esmero que la inauguración, parecía festival de fin de cursos.

— La presentación de los japoneses para sus Juegos de 2020 estuvo muy moderna y vistosa.

— Eso sí, y estoy seguro que a ellos no se les va a pudrir el agua de las albercas.

—No exageres, estaba un poco verde pero la arreglaron.

—Sí, casi para el último clavado del mexicano que ganó plata pese a que decían que los jueces querían perjudicarnos. Pero en general fueron unos Juegos ¡para llorar!

—¡Qué negativo! No seas injusto, los nuestros ganaron cinco medallas.

— ¿Eso es bueno para un país que presume de estar entre las primeras 20 economías del mundo? - Pero no me refería a eso sino a la lloradera que vimos por todos lados

—¿Cual lloradera?

— La que soltaban los deportistas. Djokovich porque perdió, Neymar porque ganó; los volibolistas italianos que ¡cómo fallaron!; hasta un luchador mongol descalificado ¡Qué diría Gengis Kan!

—Eso fue de coraje; y seguro sus entrenadores aprendieron a desnudarse aquí con los 400 pueblos? Siempre es necesario expresar las emociones.

— Pero estamos exagerando, hemos formado una generación de llorones. En otros tiempos se admiraba el control. “Juárez, el impasible”, era ejemplar. La disciplina personal y social eran valores a seguir.

—¡Qué anticuado! ahora sabemos que las emociones no deben reprimirse para evitar daños sicológicos.

— Mira, el autocontrol es necesario en el deporte, quien no controla sus nervios: falla.

— Pues en algún momento tienen que liberar esa presión acumulada y se sueltan llorando.

—¡Touché! Admito que ese punto lo ganas, nomás no te me vayas a poner a chillar. El caso es que, como en todo, un justo medio es necesario. Ni tanto que queme al santo, ni tanto que no le alumbre. Privilegiar la rienda suelta emocional puede ser socialmente dañino.

—Admitirás que tampoco es sana una educación represiva que elimine las emociones. Los niños deben poder expresar lo que sienten.

—De acuerdo, pero con los límites que requiere la convivencia social. Porque luego quieren castigar a los que expresan una emoción colectiva cuando le gritan al portero en los estadios. En fin, para muchas cosas es útil reprimir la emoción, por ejemplo en el póker.

—¿Qué tiene que ver el póker? ese no es deporte olímpico.

—¿Todavía no? Meten tantas disciplinas que no dudo que pronto lo veamos en el programa olímpico. Es emocionante, ¿no lo has visto en la tele?

—Pues si lo van a transmitir como estos Juegos, estamos amolados. Ahí sí tienes razón, fueron unos juegos para llorar. Imágenes pésimas, entrevistas insulsas con preguntas obvias. Al mexicano que se lució en el lanzamiento de eso que parecía grillete, le preguntaban qué sentía. ¡Pues qué iba a sentir!, si se le acababa de escapar una medalla por centímetros.

—No es grillete; se llama martillo.

—Yo oí que lanzaban un martillo pero pensé que era de esos que clavan clavos.

—¡Cómo van a lanzar martillos!

—¿Por qué no? En los primeros Juegos en Atenas lanzaban auténticos ladrillos.

— Eso fue hace más de un siglo, cuando no había ni radio y entonces no tenías que oír preguntas como ¿le hubiera gustado ganar la medalla de oro?

—Esa no es mala pregunta, hasta a los ganadores les hubiera gustado que la medalla fuera de oro y no de basura.

—¿Cómo de basura? Eran de metal reciclado, por la ecología.

—Come sea; era material de desecho, cuando con los ingresos que dejan los juegos bien podrían dar medallas reales de oro y plata, pero los atletas son siempre los menos favorecidos.

— A lo mejor por eso lloran.

eandrade@oem.com.mx