/ lunes 5 de octubre de 2015

La Iglesia NO apunta para juzgar: Papa / Jorge Sandoval G.

Jorge Sandoval G / El Sol de México

Corresponsal

CIUDAD DEL VATICANO. (OEM-Informex).- La Iglesia “no apunta el dedo para juzgar a los demás” y si “tiene sus puertas cerradas se traiciona a sí misma y a su misión”, y en lugar de ser “un puente se convierte en una barrera”. Palabras emotivas las pronunciadas por el papa Francisco en la solemne misa con la que inauguró el Sínodo sobre la Familia, apelándose inclusive a las palabras de Juan Pablo II, el cual, reconociendo que el error y el mal siempre deben ser combatidos, “el hombre que cae o se equivoca debe ser comprendido y amado por la Iglesia, que debe buscarlo, acogerlo y acompañarlo”.

Palabras que no solo confirman las intenciones del pontífice en favor de una Iglesia que sea “un hospital de campo” con las puertas abiertas para acoger a quien pida ayuda, que adquieren mayor significado también después de la clamorosa confesión del obispo polaco que proclamó públicamente su homosexualidad, junto con su pareja, que le costó la pérdida de todos sus cargos y seguramente del oficio sacerdotal.

“¿Quién soy yo para juzgar?, la célebre frase pronunciada por Francisco poco después de haber sido elegido jefe de la Iglesia católica y que ha dado a lugar a interpretaciones contrastantes, pareció sin embargo resonar nuevamente en la plaza de San Pedro.

En su homilía, Francisco dio la impresión igualmente de querer indicar su línea doctrinal a la cumbre mundial de obispos, que hoy inicia sus debates y que se prolongarán por dos semanas, al subrayar que “el sueño de Dios es ver realizada la unión entre un hombre y una mujer, felices en el camino común y fecunda en la donación recíproca”.

En otras palabras, comprensión y respeto a la persona homosexual, pero “no” al matrimonio entre personas del mismo sexo.

Dando particular significado a la tutela del “matrimonio indisoluble entre un hombre y una mujer”, el pontífice argentino destacó que “Dios une los corazones de dos personas que se aman y lo hace en la unidad y en la indisolubilidad”, por lo que la Iglesia debe “vivir su misión en la verdad que no cambia según las modas pasajeras o las opiniones dominantes”.

El Papa, durante su homilía ante una multitud congregada en la plaza de San Pedro, habló de la soledad, del amor entre el hombre y la mujer, y de la familia.

Acerca de la soledad, Francisco dirigió su pensamiento a los ancianos abandonados incluso por sus seres queridos y sus propios hijos, a los viudos y las viudas, “a tantos hombres y mujeres abandonados por su pareja y a aquellas personas que se sienten solas, no comprendidas y no escuchadas”. Sin contar “con los migrantes y los refugiados que escapan de la guerra y la persecución, con los jóvenes víctimas del consumismo, del usar y tirar y de la cultura del descarte.

Sobre el amor entre el hombre y la mujer, tras afirmar que “el amor duradero, fiel, recto, estable y fértil, es cada vez más objeto de burla y considerado como algo anticuado”, Bergoglio recordó la parte del libro del Génesis en el que Dios decide dar una compañera a Adán, afirmando al respecto que esto demuestra “que nada hace más feliz al hombre que un corazón que se asemeje a él, que le corresponda, que lo ame y que no lo haga sentir solo”.

Y agregó que Dios “no ha creado al ser humano para vivir en tristeza, sino para la felicidad, para compartir su camino con quien es su complemento, para vivir la extraordinaria experiencia del amor y para ver su amor fecundo en los hijos”.

Al principio de la creación -dijo Francisco- “Dios creó al hombre y la mujer y por eso ellos se unirán y serán una sola carne”.

Refiriéndose específicamente a la familia, afirmó que “lo que Dios ha unido, que el hombre no lo separe”. Se trata -precisó el Papa- de una exhortación a los creyentes a superar toda forma de individualismo y de legalismo, que esconde un mezquino egoísmo y el miedo de aceptar el significado auténtico de la pareja y de la sexualidad humana en el plan de Dios”.

Francisco puntualizó que la Iglesia debe “vivir su misión en la caridad que no apunta el índice para juzgar a los demás, sino que -fiel a su naturaleza como madre- se siente con el deber de buscar y curar a las parejas heridas”.

Por lo pronto, en medio de dudas, interpretaciones diversas y opuestas entre sí y ahora con las posibles consecuencias de la clamorosa revelación del obispo polaco Krzysztof Charamsa, quien dejará Roma para trasladarse a España con su pareja catalana, Eduard, hoy inician los trabajos del Sínodo ordinario sobre la familia, con la declarada intención de afrontar y buscar posibles soluciones a los numerosos y complejos retos que debe afrontar el mundo de hoy, como lo son, entre muchos otros, el problema de los divorciados vueltos a casar (y que por lo tanto no tienen acceso a los sacramentos) y la relación con el mundo homosexual.

Participarán 270 padres sinodales: 107 de Europa, 64 de América, 54 de África, 36 de Asia y 9 de Oceanía. Entre ellos 74 son cardenales.

También intervendrán 10 superiores de órdenes religiosas, 22 representantes de iglesias orientales, 14 delegados de iglesias ortodoxas, luteranas y otras confesiones cristianas, 18 matrimonios y 30 mujeres expertas. Los trabajos se llevarán a cabo a puerta cerrada. Las conclusiones, debidamente votadas por la asamblea, serán entregadas al Papa, el cual podrá utilizarlas como base para una futura Exhortación Apostólica sobre la familia.

Jorge Sandoval G / El Sol de México

Corresponsal

CIUDAD DEL VATICANO. (OEM-Informex).- La Iglesia “no apunta el dedo para juzgar a los demás” y si “tiene sus puertas cerradas se traiciona a sí misma y a su misión”, y en lugar de ser “un puente se convierte en una barrera”. Palabras emotivas las pronunciadas por el papa Francisco en la solemne misa con la que inauguró el Sínodo sobre la Familia, apelándose inclusive a las palabras de Juan Pablo II, el cual, reconociendo que el error y el mal siempre deben ser combatidos, “el hombre que cae o se equivoca debe ser comprendido y amado por la Iglesia, que debe buscarlo, acogerlo y acompañarlo”.

Palabras que no solo confirman las intenciones del pontífice en favor de una Iglesia que sea “un hospital de campo” con las puertas abiertas para acoger a quien pida ayuda, que adquieren mayor significado también después de la clamorosa confesión del obispo polaco que proclamó públicamente su homosexualidad, junto con su pareja, que le costó la pérdida de todos sus cargos y seguramente del oficio sacerdotal.

“¿Quién soy yo para juzgar?, la célebre frase pronunciada por Francisco poco después de haber sido elegido jefe de la Iglesia católica y que ha dado a lugar a interpretaciones contrastantes, pareció sin embargo resonar nuevamente en la plaza de San Pedro.

En su homilía, Francisco dio la impresión igualmente de querer indicar su línea doctrinal a la cumbre mundial de obispos, que hoy inicia sus debates y que se prolongarán por dos semanas, al subrayar que “el sueño de Dios es ver realizada la unión entre un hombre y una mujer, felices en el camino común y fecunda en la donación recíproca”.

En otras palabras, comprensión y respeto a la persona homosexual, pero “no” al matrimonio entre personas del mismo sexo.

Dando particular significado a la tutela del “matrimonio indisoluble entre un hombre y una mujer”, el pontífice argentino destacó que “Dios une los corazones de dos personas que se aman y lo hace en la unidad y en la indisolubilidad”, por lo que la Iglesia debe “vivir su misión en la verdad que no cambia según las modas pasajeras o las opiniones dominantes”.

El Papa, durante su homilía ante una multitud congregada en la plaza de San Pedro, habló de la soledad, del amor entre el hombre y la mujer, y de la familia.

Acerca de la soledad, Francisco dirigió su pensamiento a los ancianos abandonados incluso por sus seres queridos y sus propios hijos, a los viudos y las viudas, “a tantos hombres y mujeres abandonados por su pareja y a aquellas personas que se sienten solas, no comprendidas y no escuchadas”. Sin contar “con los migrantes y los refugiados que escapan de la guerra y la persecución, con los jóvenes víctimas del consumismo, del usar y tirar y de la cultura del descarte.

Sobre el amor entre el hombre y la mujer, tras afirmar que “el amor duradero, fiel, recto, estable y fértil, es cada vez más objeto de burla y considerado como algo anticuado”, Bergoglio recordó la parte del libro del Génesis en el que Dios decide dar una compañera a Adán, afirmando al respecto que esto demuestra “que nada hace más feliz al hombre que un corazón que se asemeje a él, que le corresponda, que lo ame y que no lo haga sentir solo”.

Y agregó que Dios “no ha creado al ser humano para vivir en tristeza, sino para la felicidad, para compartir su camino con quien es su complemento, para vivir la extraordinaria experiencia del amor y para ver su amor fecundo en los hijos”.

Al principio de la creación -dijo Francisco- “Dios creó al hombre y la mujer y por eso ellos se unirán y serán una sola carne”.

Refiriéndose específicamente a la familia, afirmó que “lo que Dios ha unido, que el hombre no lo separe”. Se trata -precisó el Papa- de una exhortación a los creyentes a superar toda forma de individualismo y de legalismo, que esconde un mezquino egoísmo y el miedo de aceptar el significado auténtico de la pareja y de la sexualidad humana en el plan de Dios”.

Francisco puntualizó que la Iglesia debe “vivir su misión en la caridad que no apunta el índice para juzgar a los demás, sino que -fiel a su naturaleza como madre- se siente con el deber de buscar y curar a las parejas heridas”.

Por lo pronto, en medio de dudas, interpretaciones diversas y opuestas entre sí y ahora con las posibles consecuencias de la clamorosa revelación del obispo polaco Krzysztof Charamsa, quien dejará Roma para trasladarse a España con su pareja catalana, Eduard, hoy inician los trabajos del Sínodo ordinario sobre la familia, con la declarada intención de afrontar y buscar posibles soluciones a los numerosos y complejos retos que debe afrontar el mundo de hoy, como lo son, entre muchos otros, el problema de los divorciados vueltos a casar (y que por lo tanto no tienen acceso a los sacramentos) y la relación con el mundo homosexual.

Participarán 270 padres sinodales: 107 de Europa, 64 de América, 54 de África, 36 de Asia y 9 de Oceanía. Entre ellos 74 son cardenales.

También intervendrán 10 superiores de órdenes religiosas, 22 representantes de iglesias orientales, 14 delegados de iglesias ortodoxas, luteranas y otras confesiones cristianas, 18 matrimonios y 30 mujeres expertas. Los trabajos se llevarán a cabo a puerta cerrada. Las conclusiones, debidamente votadas por la asamblea, serán entregadas al Papa, el cual podrá utilizarlas como base para una futura Exhortación Apostólica sobre la familia.