/ domingo 25 de septiembre de 2016

La Madre Tierra en la cosmovisión indígena

En la cosmovisión de los indígenas, la tierra representa uno de los seres sagrados que integran su universo y a la cual se le atribuye, principalmente, la capacidad de permitir la reproducción de la vida. Partiendo de esta idea, a través del tiempo, los diferentes pueblos indígenas han conformado una cultura que se distingue por una relación de sumo respeto con la tierra y con la naturaleza que de ella emana.

En este sentido, es importante reconocer que tenemos mucho que aprender de los pueblos originarios, para quienes la concepción de la tierra como Madre deviene en diversas prácticas rituales realizadas recurrentemente a fin de mantener o recuperar el equilibrio, es decir, el orden de las cosas, principalmente relacionadas con la producción, la alimentación y la salud, ya que a su vez dependen de la fertilidad de la tierra, de la reproducción de la naturaleza, de la disponibilidad de frutos, animales, plantas medicinales y materias primas, por mencionar solo algunos.

Un ejemplo de este tipo de ritos lo tenemos entre las comunidades del pueblo nahua de la Sierra de Zongolica, en el Estado de Veracruz, quienes realizan la ceremonia del Xochitlali, dirigida a Tlaltipaktli o la Madre Tierra, durante la que se ofrendan alimentos, flores, incienso y velas para pedir la fertilidad agrícola, para curar algunas enfermedades o para pedir permiso antes de hacer uso del agua de los manantiales.

Para los huastecos de San Luis Potosí, la Madre Tierra es un organismo vivo que se encuentra entre sus principales deidades y es por eso que, cuando nace un niño, el médico tradicional entierra el cordón umbilical para que el recién nacido reciba de la tierra los bienes que requerirá en adelante, durante toda su vida.

Los mayas, por su parte, conciben la existencia de dueños de la naturaleza. De esta forma, se tiene a los dueños de los cerros, del monte, de los animales y es a ellos a quienes los sacerdotes indígenas dirigen elaboradas plegarias y ofrendas a fin de solicitar permiso para talar el monte, para sembrar, para proteger la siembra de los animales depredadores, agradecer la maduración del maíz, entre otros.

En general existe una gran diversidad de costumbres, como aquella en la que antes de probar los alimentos, especialmente las bebidas, se riega una pequeña porción en la tierra a manera de ofrenda, o bien antes de cortar una planta, un árbol o cazar un animal, se le reza a la tierra o a los dueños del monte a fin de evitar algún castigo posterior. Pero esta forma de veneración también nos vincula con América del Sur, donde comunidades indígenas de Bolivia, Perú, Chile y del noroeste de Argentina, entre otros, celebran a la Pachamama que se relaciona con la idea de la tierra como un ser sagrado, ya que es la base de la fertilidad y la existencia.

Este conjunto de costumbres, permiten mantener una relación de armonía y equilibrio entre las colectividades y la naturaleza, basada en principios de respeto, por lo que se puede decir que su práctica ha permitido que los territorios indígenas se encuentren entre aquellos que conservan una mayor diversidad natural. De tal manera que vale la pena hacer un llamado a la sociedad, en su conjunto, para que se reconozca el valor de las culturas indígenas, de las que tenemos mucho que aprender, ya que durante cientos de años han sabido utilizar y convivir de manera armónica con la naturaleza. Especialmente cuando enfrentamos problemas de afectación de los recursos naturales que derivan en fenómenos como la degradación de suelos, la extinción de especies, la contaminación, el saqueo de conocimientos y el cambio climático, entre otros.

Así, se reconoce que la tierra y sus diversos ecosistemas nos proporcionan el sustento y la vida durante nuestra existencia y, en consecuencia, la cultura de la mayoría de los Pueblos Indígenas llama a promover relaciones de armonía con la naturaleza y la tierra a fin de alcanzar un equilibrio entre las necesidades económicas, sociales y ambientales de las generaciones presentes y futuras.

En la cosmovisión de los indígenas, la tierra representa uno de los seres sagrados que integran su universo y a la cual se le atribuye, principalmente, la capacidad de permitir la reproducción de la vida. Partiendo de esta idea, a través del tiempo, los diferentes pueblos indígenas han conformado una cultura que se distingue por una relación de sumo respeto con la tierra y con la naturaleza que de ella emana.

En este sentido, es importante reconocer que tenemos mucho que aprender de los pueblos originarios, para quienes la concepción de la tierra como Madre deviene en diversas prácticas rituales realizadas recurrentemente a fin de mantener o recuperar el equilibrio, es decir, el orden de las cosas, principalmente relacionadas con la producción, la alimentación y la salud, ya que a su vez dependen de la fertilidad de la tierra, de la reproducción de la naturaleza, de la disponibilidad de frutos, animales, plantas medicinales y materias primas, por mencionar solo algunos.

Un ejemplo de este tipo de ritos lo tenemos entre las comunidades del pueblo nahua de la Sierra de Zongolica, en el Estado de Veracruz, quienes realizan la ceremonia del Xochitlali, dirigida a Tlaltipaktli o la Madre Tierra, durante la que se ofrendan alimentos, flores, incienso y velas para pedir la fertilidad agrícola, para curar algunas enfermedades o para pedir permiso antes de hacer uso del agua de los manantiales.

Para los huastecos de San Luis Potosí, la Madre Tierra es un organismo vivo que se encuentra entre sus principales deidades y es por eso que, cuando nace un niño, el médico tradicional entierra el cordón umbilical para que el recién nacido reciba de la tierra los bienes que requerirá en adelante, durante toda su vida.

Los mayas, por su parte, conciben la existencia de dueños de la naturaleza. De esta forma, se tiene a los dueños de los cerros, del monte, de los animales y es a ellos a quienes los sacerdotes indígenas dirigen elaboradas plegarias y ofrendas a fin de solicitar permiso para talar el monte, para sembrar, para proteger la siembra de los animales depredadores, agradecer la maduración del maíz, entre otros.

En general existe una gran diversidad de costumbres, como aquella en la que antes de probar los alimentos, especialmente las bebidas, se riega una pequeña porción en la tierra a manera de ofrenda, o bien antes de cortar una planta, un árbol o cazar un animal, se le reza a la tierra o a los dueños del monte a fin de evitar algún castigo posterior. Pero esta forma de veneración también nos vincula con América del Sur, donde comunidades indígenas de Bolivia, Perú, Chile y del noroeste de Argentina, entre otros, celebran a la Pachamama que se relaciona con la idea de la tierra como un ser sagrado, ya que es la base de la fertilidad y la existencia.

Este conjunto de costumbres, permiten mantener una relación de armonía y equilibrio entre las colectividades y la naturaleza, basada en principios de respeto, por lo que se puede decir que su práctica ha permitido que los territorios indígenas se encuentren entre aquellos que conservan una mayor diversidad natural. De tal manera que vale la pena hacer un llamado a la sociedad, en su conjunto, para que se reconozca el valor de las culturas indígenas, de las que tenemos mucho que aprender, ya que durante cientos de años han sabido utilizar y convivir de manera armónica con la naturaleza. Especialmente cuando enfrentamos problemas de afectación de los recursos naturales que derivan en fenómenos como la degradación de suelos, la extinción de especies, la contaminación, el saqueo de conocimientos y el cambio climático, entre otros.

Así, se reconoce que la tierra y sus diversos ecosistemas nos proporcionan el sustento y la vida durante nuestra existencia y, en consecuencia, la cultura de la mayoría de los Pueblos Indígenas llama a promover relaciones de armonía con la naturaleza y la tierra a fin de alcanzar un equilibrio entre las necesidades económicas, sociales y ambientales de las generaciones presentes y futuras.