/ miércoles 16 de agosto de 2017

La modernización del TLCAN

El TLCAN redefinió la relación en América del Norte, y México aceleró su proceso de apertura comercial que había iniciado en 1986 con la entrada del país al Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT).

El marco legal de este acuerdo generó durante los últimos años certidumbre no solo al proceso de intercambio comercial, también incidió en los flujos de inversión extranjera directa que llegaron a México, fundamentalmente en los canalizados a la industria y que desde 1994 representan el 50% del total.

Gracias a lo anterior, el intercambio de mercancías operado mediante este acuerdo tiene su razón de ser en la interrelación industrial entre los tres países, algo particularmente cierto para la relación que existe entre México y Estados Unidos.

Nuestra cercanía geográfica ha permitido la creación de sólidos clústers en la frontera norte de México con vínculos intraindustriales con las empresas en Estados Unidos. En otras palabras, hemos creado poderosas economías de escala que permiten aprovechar no solo las ventajas comparativas de ambas naciones, también hemos formado ventajas competitivas que complementan la producción y el consumo en ambos lados de la frontera.

Solo así podemos entender el éxito de sectores como el automotriz, de la electrónica, computación, maquinaria y equipo, equipo eléctrico y electrónico así como el naciente sector aeronáutico, por citar algunos ejemplos.

El fruto de ello ha sido la creación de empleo y la promoción de inversiones que no solo es impulsada por empresas de América del Norte, también el emprendimiento de Europa, Asia y América Latina invierte en la región del TLCAN para aprovechar las ventajas de este mercado.

Después de 23 años de operación, el TLCAN ha regulado un intercambio comercial superior a los 1.2 billones de dólares, un valor superior al PIB de México. Dado que en algunas ocasiones los insumos y mercancías pueden cruzar la frontera en más de una ocasión antes de llegar al consumidor final, es difícil suponer que el déficit comercial entre Estados Unidos y México sea la mejor medida para cuantificar quién tiene los mayores beneficios por el intercambio.

En estos momentos, más que hablar de la conclusión del TLCAN o de una revisión que no sea positiva para las tres naciones, debemos promover una mayor profundización en las relaciones económicas: es la única forma de garantizar un ganar-ganar para todos, que además permita elevar el contenido regional del intercambio e incremente la productividad y competitividad de la región.

El desafío no es menor. El gobierno de Estados Unidos desea generar empleo en las zonas industriales que lo perdieron, pero donde México no fue el causante sino el avance de la tecnología y la ausencia de una política industrial regional en donde Asia fue el ganador.

De igual manera, México, Canadá y las empresas que operan en América del Norte buscan preservar lo alcanzado, pues vulnerar el TLCAN representaría un retroceso que facilitaría aún más la penetración de insumos intermedios y bienes de consumo producidos en otras regiones del mundo.

Debemos actuar propositivamente, para construir sobre lo existente. Los industriales de Concamin apostamos por el fortalecimiento de las cadenas productivas locales y la conformación de la región más competitiva y productiva del mundo, con grandes oportunidades para nuestras empresas. Con este objetivo acompañamos a nuestro gobierno en las rondas de negociación para la modernización del TLCAN: será un proceso muy complejo, pero del cual confiamos salir fortalecidos.

Los industriales creemos en México, por eso creamos en México.

Presidente de Concamin

El TLCAN redefinió la relación en América del Norte, y México aceleró su proceso de apertura comercial que había iniciado en 1986 con la entrada del país al Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT).

El marco legal de este acuerdo generó durante los últimos años certidumbre no solo al proceso de intercambio comercial, también incidió en los flujos de inversión extranjera directa que llegaron a México, fundamentalmente en los canalizados a la industria y que desde 1994 representan el 50% del total.

Gracias a lo anterior, el intercambio de mercancías operado mediante este acuerdo tiene su razón de ser en la interrelación industrial entre los tres países, algo particularmente cierto para la relación que existe entre México y Estados Unidos.

Nuestra cercanía geográfica ha permitido la creación de sólidos clústers en la frontera norte de México con vínculos intraindustriales con las empresas en Estados Unidos. En otras palabras, hemos creado poderosas economías de escala que permiten aprovechar no solo las ventajas comparativas de ambas naciones, también hemos formado ventajas competitivas que complementan la producción y el consumo en ambos lados de la frontera.

Solo así podemos entender el éxito de sectores como el automotriz, de la electrónica, computación, maquinaria y equipo, equipo eléctrico y electrónico así como el naciente sector aeronáutico, por citar algunos ejemplos.

El fruto de ello ha sido la creación de empleo y la promoción de inversiones que no solo es impulsada por empresas de América del Norte, también el emprendimiento de Europa, Asia y América Latina invierte en la región del TLCAN para aprovechar las ventajas de este mercado.

Después de 23 años de operación, el TLCAN ha regulado un intercambio comercial superior a los 1.2 billones de dólares, un valor superior al PIB de México. Dado que en algunas ocasiones los insumos y mercancías pueden cruzar la frontera en más de una ocasión antes de llegar al consumidor final, es difícil suponer que el déficit comercial entre Estados Unidos y México sea la mejor medida para cuantificar quién tiene los mayores beneficios por el intercambio.

En estos momentos, más que hablar de la conclusión del TLCAN o de una revisión que no sea positiva para las tres naciones, debemos promover una mayor profundización en las relaciones económicas: es la única forma de garantizar un ganar-ganar para todos, que además permita elevar el contenido regional del intercambio e incremente la productividad y competitividad de la región.

El desafío no es menor. El gobierno de Estados Unidos desea generar empleo en las zonas industriales que lo perdieron, pero donde México no fue el causante sino el avance de la tecnología y la ausencia de una política industrial regional en donde Asia fue el ganador.

De igual manera, México, Canadá y las empresas que operan en América del Norte buscan preservar lo alcanzado, pues vulnerar el TLCAN representaría un retroceso que facilitaría aún más la penetración de insumos intermedios y bienes de consumo producidos en otras regiones del mundo.

Debemos actuar propositivamente, para construir sobre lo existente. Los industriales de Concamin apostamos por el fortalecimiento de las cadenas productivas locales y la conformación de la región más competitiva y productiva del mundo, con grandes oportunidades para nuestras empresas. Con este objetivo acompañamos a nuestro gobierno en las rondas de negociación para la modernización del TLCAN: será un proceso muy complejo, pero del cual confiamos salir fortalecidos.

Los industriales creemos en México, por eso creamos en México.

Presidente de Concamin