/ lunes 22 de agosto de 2016

La suburban

  • Ramón Ojeda Mestre

Una de las múltiples cosas que generan irritación entre la gente es la ostentación y cantidad de vehículos que utilizan los funcionarios públicos o empleados gubernamentales de todos los niveles. Es escandaloso ver la cantidad de Suburban llenas de arrogantes y prepotentes funcionarios, guaruras y choferes, y digo Suburban, pero se ven también otro tipo de carrazos como las Cadillacs o las Expedition. Es un dispendio y un boato verdaderamente afrentantes en un pueblo que está sufriendo más pobreza que nunca.

Para que tenga una idea, voluptuosa veraniega o usted otoñal adiposo, el Senado de Estados Unidos tiene cien miembros, pero solo uno tiene coche oficial y chofer: el presidente del Senado, los demás tienen sus propios vehículos y si quieren un chofer se lo tienen que pagar ellos o utilizar alguna de sus becarias como conductora, los senadores tampoco tienen escoltas, salvo el presidente.

Es grotesco ver cómo llega el presidente municipal en una camionetota, seguido de otra camionetota, que a su vez es seguida por otro vehículo y todo con cargo al erario, es tan grotesco este fenómeno de los cientos de miles de coches que utilizan arteramente los integrantes del “Gobierno” mexicano en los “tres niveles”, (la mayoría de la más baja ralea) incluidos jueces, magistrados, ministros, diputados, senadores y empleadillos rémora de baja estofa, y que en el caso de los gobernadores, secretarios del Gabinete y demás jefazos, el asunto es vomitivo. “Mal de muchos, consuelo de lerdos”, diría usted, pues en España el Presidente del Gobierno ha tenido que llegar al extremo de ordenar una investigación y una auditoría para tratar de descubrir cuántos vehículos tienen los burócratas con cargo al erario.

Para colmo de males, ahora muchas de las camionetonas que utilizan los prepotentes oficiales mexicanos vienen blindadas y cada una cuesta más de un millón de pesos, por si fuera poco, aparte de darle el vehiculito al burócrata, también tenemos que pagar gasolina, refacciones, servicio, seguros, llantas, celulares y hasta comidas.

De los cinco millones de vehículos de la Zona Metropolitana de la CDMX, cerca de quinientos mil son vehículos gubernamentales. Los servidores públicos no padecen las realidades del transporte público de pasajeros. Es impresionante, pero el fenómeno es más grave aún si se toma en cuenta que detrás de cada vehículo gubernamental hay una componenda punible. Es por ello que cada año los Ayuntamientos, las Delegaciones, los Gobiernos de los Estados y de la Capital, así como los del Poder Ejecutivo Federal y de los Poderes Judiciales y Legislativos de todo el país, compran y compran de las diferentes marcas, tipos y modelos porque “no tienen llenadera” en los porcentajes, comisiones, regalitos, moches, mordidas o gratificaciones que reciben de los vendedores o distribuidores de automóviles.

Es decir, aparte de comprar coches que no eran necesarios, para baquetones que no los merecen, compramos los modelos que no necesitamos y a precios inflados y da lo mismo si son para patrullas que para llevar a los niños del subdirector a la escuela. Hay algo más, en las dependencias federales dejan que se pudran en sus corralones vehículos que con mil o dos mil pesos se hubieran puesto a recircular en su momento. Ya ni disimulan, ahí los dejan años oxidándose hasta que los dan de baja y se inicia la nueva tranza. Es angustiante, asfixiante, riesgoso, el grado de corrupción y de estulticia que prevalece en la adquisición de vehículos gubernamentales en México. rojedamestre@yahoo.com

  • Ramón Ojeda Mestre

Una de las múltiples cosas que generan irritación entre la gente es la ostentación y cantidad de vehículos que utilizan los funcionarios públicos o empleados gubernamentales de todos los niveles. Es escandaloso ver la cantidad de Suburban llenas de arrogantes y prepotentes funcionarios, guaruras y choferes, y digo Suburban, pero se ven también otro tipo de carrazos como las Cadillacs o las Expedition. Es un dispendio y un boato verdaderamente afrentantes en un pueblo que está sufriendo más pobreza que nunca.

Para que tenga una idea, voluptuosa veraniega o usted otoñal adiposo, el Senado de Estados Unidos tiene cien miembros, pero solo uno tiene coche oficial y chofer: el presidente del Senado, los demás tienen sus propios vehículos y si quieren un chofer se lo tienen que pagar ellos o utilizar alguna de sus becarias como conductora, los senadores tampoco tienen escoltas, salvo el presidente.

Es grotesco ver cómo llega el presidente municipal en una camionetota, seguido de otra camionetota, que a su vez es seguida por otro vehículo y todo con cargo al erario, es tan grotesco este fenómeno de los cientos de miles de coches que utilizan arteramente los integrantes del “Gobierno” mexicano en los “tres niveles”, (la mayoría de la más baja ralea) incluidos jueces, magistrados, ministros, diputados, senadores y empleadillos rémora de baja estofa, y que en el caso de los gobernadores, secretarios del Gabinete y demás jefazos, el asunto es vomitivo. “Mal de muchos, consuelo de lerdos”, diría usted, pues en España el Presidente del Gobierno ha tenido que llegar al extremo de ordenar una investigación y una auditoría para tratar de descubrir cuántos vehículos tienen los burócratas con cargo al erario.

Para colmo de males, ahora muchas de las camionetonas que utilizan los prepotentes oficiales mexicanos vienen blindadas y cada una cuesta más de un millón de pesos, por si fuera poco, aparte de darle el vehiculito al burócrata, también tenemos que pagar gasolina, refacciones, servicio, seguros, llantas, celulares y hasta comidas.

De los cinco millones de vehículos de la Zona Metropolitana de la CDMX, cerca de quinientos mil son vehículos gubernamentales. Los servidores públicos no padecen las realidades del transporte público de pasajeros. Es impresionante, pero el fenómeno es más grave aún si se toma en cuenta que detrás de cada vehículo gubernamental hay una componenda punible. Es por ello que cada año los Ayuntamientos, las Delegaciones, los Gobiernos de los Estados y de la Capital, así como los del Poder Ejecutivo Federal y de los Poderes Judiciales y Legislativos de todo el país, compran y compran de las diferentes marcas, tipos y modelos porque “no tienen llenadera” en los porcentajes, comisiones, regalitos, moches, mordidas o gratificaciones que reciben de los vendedores o distribuidores de automóviles.

Es decir, aparte de comprar coches que no eran necesarios, para baquetones que no los merecen, compramos los modelos que no necesitamos y a precios inflados y da lo mismo si son para patrullas que para llevar a los niños del subdirector a la escuela. Hay algo más, en las dependencias federales dejan que se pudran en sus corralones vehículos que con mil o dos mil pesos se hubieran puesto a recircular en su momento. Ya ni disimulan, ahí los dejan años oxidándose hasta que los dan de baja y se inicia la nueva tranza. Es angustiante, asfixiante, riesgoso, el grado de corrupción y de estulticia que prevalece en la adquisición de vehículos gubernamentales en México. rojedamestre@yahoo.com

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