/ lunes 5 de octubre de 2015

La verdadera rosa de El Principito / De cara al Sol / Andrea Cataño Bachelena

Primera parte

El Principito ha sido siempre uno de mis libros de cabecera; lo he leído muchas veces, recientemente, con mi nieta. En el capítulo XXI -mi preferido-, El Principito encuentra al zorro y éste le enseña lo que significa “domesticar” y lo invita a que visite nuevamente a las rosas, diciéndole que comprenderá que la suya es única en el mundo y le dice que cuando regrese a decirle adiós, el zorro le regalará un secreto. El Principito regresa a ver a las rosas y se da cuenta de que no son como la suya, porque nadie las ha domesticado. “Ustedes son como era mi zorro. No era más que un zorro parecido a cien mil otros. Pero me hice amigo de él, y ahora es único en el mundo”. Luego se refiere a su rosa: “Ustedes son bellas, pero están vacías… No se puede morir por ustedes. Seguramente, cualquiera que pase creería que mi rosa se les parece. Pero ella sola es más importante que todas ustedes, puesto que es ella a quien he regado. Puesto que es ella a quien abrigué bajo el globo. Puesto que es ella a quien protegí con la pantalla. Puesto que es ella la rosa cuyas orugas maté (salvo las dos o tres para las mariposas). Puesto que es ella a quien escuché quejarse, o alabarse, o incluso a veces callarse. Puesto que es mi rosa.

Luego volvió con el zorro para despedirse y éste le dijo: “Aquí está mi secreto: Es muy simple: solo se ve bien con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos. Es el tiempo que has perdido en tu rosa lo que hace a tu rosa tan importante. Los hombres han olvidado esta verdad, dijo el zorro. Pero tú no debes olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Eres responsable de tu rosa...”

La rosa no es un personaje cualquiera. Es bella, pero se cree inigualable, sin saber que hay miles como ella. El Principito acaba huyendo, iniciando entonces su gran periplo por el universo y terminando finalmente por darse cuenta de la verdad: “No supe comprender nada… ¡Nunca debí huir! …Yo era demasiado joven para saber amarla”.

Y cuando esto escribe, Antoine de Saint-Exupéry no se refiere a la rosa ficticia, sino a Consuelo Suncín, su esposa salvadoreña, musa de una las obras más leídas y entrañables de todos los tiempos, que ha cumplido 72 años de haberse publicado por primera vez. Mientras el autor se colocó en la cumbre de la literatura, su mujer fue olvidada poco a poco.

Antoine de Saint-Exupéry fue dado por muerto en 1944, cuando el avión que volaba desapareció sobre el mar Mediterráneo. Desde entonces el libro, que se había publicado un año antes, se ha convertido en el tercero más vendido en el planeta. Ha sido traducido a más de 250 idiomas y dialectos y ha vendido 140 millones de ejemplares y la obra es una alusión a la atormentada relación matrimonial que duró 13 años.

Consuelo Suncín nació en Armenia, El Salvador, en 1901. Cuando conoció a Saint-Exupéry, en 1930, ya era una mujer divorciada y viuda, y por lo tanto señalada por la sociedad francesa  a la que pertenecía su futuro esposo.

En 2010, la escritora Marie-Helene Carbonel publicó en Francia la biografía “Consuelo de Saint-Exupéry, une mariéevêtue de noir” (“Consuelo de Saint-Exupéry, una novia vestida de negro”). Su biógrafa tuvo acceso a las cartas y documentos personales de Consuelo Suncín en un archivo que maneja en Francia su heredero literario y empleado, José Martínez-Fructuoso.

En el próximo artículo conoceremos más acerca de esta enigmática mujer y a través de ella, algunos aspectos personales poco conocidos del brillante escritor francés. andreacatano@gmail.com

Primera parte

El Principito ha sido siempre uno de mis libros de cabecera; lo he leído muchas veces, recientemente, con mi nieta. En el capítulo XXI -mi preferido-, El Principito encuentra al zorro y éste le enseña lo que significa “domesticar” y lo invita a que visite nuevamente a las rosas, diciéndole que comprenderá que la suya es única en el mundo y le dice que cuando regrese a decirle adiós, el zorro le regalará un secreto. El Principito regresa a ver a las rosas y se da cuenta de que no son como la suya, porque nadie las ha domesticado. “Ustedes son como era mi zorro. No era más que un zorro parecido a cien mil otros. Pero me hice amigo de él, y ahora es único en el mundo”. Luego se refiere a su rosa: “Ustedes son bellas, pero están vacías… No se puede morir por ustedes. Seguramente, cualquiera que pase creería que mi rosa se les parece. Pero ella sola es más importante que todas ustedes, puesto que es ella a quien he regado. Puesto que es ella a quien abrigué bajo el globo. Puesto que es ella a quien protegí con la pantalla. Puesto que es ella la rosa cuyas orugas maté (salvo las dos o tres para las mariposas). Puesto que es ella a quien escuché quejarse, o alabarse, o incluso a veces callarse. Puesto que es mi rosa.

Luego volvió con el zorro para despedirse y éste le dijo: “Aquí está mi secreto: Es muy simple: solo se ve bien con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos. Es el tiempo que has perdido en tu rosa lo que hace a tu rosa tan importante. Los hombres han olvidado esta verdad, dijo el zorro. Pero tú no debes olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Eres responsable de tu rosa...”

La rosa no es un personaje cualquiera. Es bella, pero se cree inigualable, sin saber que hay miles como ella. El Principito acaba huyendo, iniciando entonces su gran periplo por el universo y terminando finalmente por darse cuenta de la verdad: “No supe comprender nada… ¡Nunca debí huir! …Yo era demasiado joven para saber amarla”.

Y cuando esto escribe, Antoine de Saint-Exupéry no se refiere a la rosa ficticia, sino a Consuelo Suncín, su esposa salvadoreña, musa de una las obras más leídas y entrañables de todos los tiempos, que ha cumplido 72 años de haberse publicado por primera vez. Mientras el autor se colocó en la cumbre de la literatura, su mujer fue olvidada poco a poco.

Antoine de Saint-Exupéry fue dado por muerto en 1944, cuando el avión que volaba desapareció sobre el mar Mediterráneo. Desde entonces el libro, que se había publicado un año antes, se ha convertido en el tercero más vendido en el planeta. Ha sido traducido a más de 250 idiomas y dialectos y ha vendido 140 millones de ejemplares y la obra es una alusión a la atormentada relación matrimonial que duró 13 años.

Consuelo Suncín nació en Armenia, El Salvador, en 1901. Cuando conoció a Saint-Exupéry, en 1930, ya era una mujer divorciada y viuda, y por lo tanto señalada por la sociedad francesa  a la que pertenecía su futuro esposo.

En 2010, la escritora Marie-Helene Carbonel publicó en Francia la biografía “Consuelo de Saint-Exupéry, une mariéevêtue de noir” (“Consuelo de Saint-Exupéry, una novia vestida de negro”). Su biógrafa tuvo acceso a las cartas y documentos personales de Consuelo Suncín en un archivo que maneja en Francia su heredero literario y empleado, José Martínez-Fructuoso.

En el próximo artículo conoceremos más acerca de esta enigmática mujer y a través de ella, algunos aspectos personales poco conocidos del brillante escritor francés. andreacatano@gmail.com

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