/ lunes 11 de septiembre de 2017

Las agresiones de Trump contra México

El programa Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA, por sus siglas en inglés), una política de la administración de Barack Obama que ampara de una deportación a adolescentes ingresados ilegalmente a EU antes del 1 de enero de 2010 siempre que hayan entrado con menos de 16 años de edad, está a punto de desaparecer por orden de Donald Trump.

Más de 700 mil jóvenes identificados como dreamers están amenazados con ser expulsados de EU, lo que ha generado airadas críticas incluso desde el Partido Republicano. Trump pretendió matizar su decisión y les otorgó un período de gracia para que no se “preocupen” en los próximos seis meses.

México debe diseñar de manera inmediata políticas que atiendan los derechos de las y los dreamers que llegasen a ser deportados, es una obligación del Estado mexicano porque si sus padres y madres migraron fue por la falta de un empleo con salario digno y suficiente, y hoy, como terrible futuro, regresarían al mismo país del que quisieron salvarlos.

México y Estados Unidos compartimos una historia marcada por una relación sumamente compleja, también construida por las conveniencias: les necesitamos, nos necesitan.Pero esa convivencia está siendo trastocada con la torpe rudeza de un provocador Donald Trump.

La criminalización de la inmigración irregular no es nueva en nuestro vecino país del norte, sin embargo, lo que observamos todos los días desde que Trump asumió la presidencia de EU son amenazas, denostaciones y humillaciones a toda aquella persona que forme parte de grupos étnicos o culturales distintos al de él: hombre adulto blanco sajón y propietario. Los demás son terroristas, mafiosos, violadores, ladrones, etcétera.

Levantar un muro que sea tan alto y fuerte para que sea imposible escalarlo o penetrarlo en sus tres mil 144 kilómetros, no solamente es un despropósito entre dos países que comparten, insisto, una historia, sino también afectará a todo tipo de vida natural, endémica y migratoria.

El muro de Trump recuerda al muro de Berlín, nefasto y ofensivo. Resulta incomprensible que no se aprenda de los errores que han marcado la historia de la humanidad respecto de la movilidad humana que siempre se transforma a partir de la evolución y coyunturas sociales.

La animadversión contra las y los diferentes por parte de Trump ha llevado a muchos análisis por su estridencia, pero también por el peligro que conlleva su casi odio contra las y los mexicanos. Como se lee me gana mi ímpetu diplomático y reafirmo el “casi”.

Según Trump somos responsables de todo lo malo que les pasa a los norteamericanos, les quitamos el trabajo, somos responsables de su abuso de drogas y de sus males sociales; por eso “enmendó una injusticia” contra el implacable sheriff Joe Arpaio del Condado de Maricopa, Arizona.

Recordemos que el Departamento de Justicia determinó que su actuación como sheriff sistemáticamente era discriminatoria y violaba los derechos civiles en sus redadas. Recordemos cómo denigró a inmigrantes mexicanos vistiéndolos con ropa color rosa o cómo les mantenía en condiciones inhumanas soportando altísimas temperaturas; no ocultaba su comportamiento y actitud, se mofaba publicitándolo. Trump le indulta de un castigo judicial porque dice: es una buena autoridad.

Ahí está la antipatía de Trump: muro, remesas, Arpaio, neonazis, TLC, DACA... Y ante todo esto y más ¿dónde está el  gobierno de México?

Senadora por el PRD

@angelicadelap

El programa Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA, por sus siglas en inglés), una política de la administración de Barack Obama que ampara de una deportación a adolescentes ingresados ilegalmente a EU antes del 1 de enero de 2010 siempre que hayan entrado con menos de 16 años de edad, está a punto de desaparecer por orden de Donald Trump.

Más de 700 mil jóvenes identificados como dreamers están amenazados con ser expulsados de EU, lo que ha generado airadas críticas incluso desde el Partido Republicano. Trump pretendió matizar su decisión y les otorgó un período de gracia para que no se “preocupen” en los próximos seis meses.

México debe diseñar de manera inmediata políticas que atiendan los derechos de las y los dreamers que llegasen a ser deportados, es una obligación del Estado mexicano porque si sus padres y madres migraron fue por la falta de un empleo con salario digno y suficiente, y hoy, como terrible futuro, regresarían al mismo país del que quisieron salvarlos.

México y Estados Unidos compartimos una historia marcada por una relación sumamente compleja, también construida por las conveniencias: les necesitamos, nos necesitan.Pero esa convivencia está siendo trastocada con la torpe rudeza de un provocador Donald Trump.

La criminalización de la inmigración irregular no es nueva en nuestro vecino país del norte, sin embargo, lo que observamos todos los días desde que Trump asumió la presidencia de EU son amenazas, denostaciones y humillaciones a toda aquella persona que forme parte de grupos étnicos o culturales distintos al de él: hombre adulto blanco sajón y propietario. Los demás son terroristas, mafiosos, violadores, ladrones, etcétera.

Levantar un muro que sea tan alto y fuerte para que sea imposible escalarlo o penetrarlo en sus tres mil 144 kilómetros, no solamente es un despropósito entre dos países que comparten, insisto, una historia, sino también afectará a todo tipo de vida natural, endémica y migratoria.

El muro de Trump recuerda al muro de Berlín, nefasto y ofensivo. Resulta incomprensible que no se aprenda de los errores que han marcado la historia de la humanidad respecto de la movilidad humana que siempre se transforma a partir de la evolución y coyunturas sociales.

La animadversión contra las y los diferentes por parte de Trump ha llevado a muchos análisis por su estridencia, pero también por el peligro que conlleva su casi odio contra las y los mexicanos. Como se lee me gana mi ímpetu diplomático y reafirmo el “casi”.

Según Trump somos responsables de todo lo malo que les pasa a los norteamericanos, les quitamos el trabajo, somos responsables de su abuso de drogas y de sus males sociales; por eso “enmendó una injusticia” contra el implacable sheriff Joe Arpaio del Condado de Maricopa, Arizona.

Recordemos que el Departamento de Justicia determinó que su actuación como sheriff sistemáticamente era discriminatoria y violaba los derechos civiles en sus redadas. Recordemos cómo denigró a inmigrantes mexicanos vistiéndolos con ropa color rosa o cómo les mantenía en condiciones inhumanas soportando altísimas temperaturas; no ocultaba su comportamiento y actitud, se mofaba publicitándolo. Trump le indulta de un castigo judicial porque dice: es una buena autoridad.

Ahí está la antipatía de Trump: muro, remesas, Arpaio, neonazis, TLC, DACA... Y ante todo esto y más ¿dónde está el  gobierno de México?

Senadora por el PRD

@angelicadelap