/ domingo 4 de octubre de 2015

Las facultades de la Secretaría de Gobernación / Sin Gafete / Isabel Arvide

Seguramente Miguel Osorio Chong no conoce los usos y costumbres de sus antecesores porque aseveró que “no existían ni existen facultades para que el Estado mexicano intervenga con oportunidad en municipios como Iguala”. Y aunque ya salieron voceros oficiales y oficiosos a “aclarar” qué es lo que quiso decir el secretario, en su comparecencia en el Senado permanece el sentimiento de vulnerabilidad que comunicó.

Porque si todas las instancias e instituciones del Estado mexicano no pueden detener a un criminal que ostenta el poder de un cargo de elección mexicano, es obvio que millones de ciudadanos estamos indefensos.

No hablemos solamente de Iguala, donde el señor José Luis Abarca era sospechoso absoluto de todo tipo de vínculos con criminales, comenzando por su cuñado, sino de algunos gobernadores. ¿De cuántas maneras decidió la Secretaría de Gobernación, el mismo titular Osorio Chong, padecer ceguera ante los excesos del gobernador de Nuevo León que condujeron a la llegada de un candidato independiente?

¿Qué no habrá forma en que le llamen la atención, por lo menos, al gobernador Javier Duarte? ¿Por qué cientos de miles de gobernados deben padecer excesos fuera de la ley, negocios familiares, desfalcos del erario y demás tropelías?

Con Duarte, hablamos también del asesinato de varios periodistas y la persecución de otros tantos.

¿Quién es Javier Duarte para que desde el centro del país se le permitan tantas inmoralidades? ¿Qué no se puede comenzar una investigación sobre el destino de más de cinco mil millones de pesos del presupuesto que no aparecen?

Tal vez lo peor sea que Duarte no se da cuenta de su catastrófico manejo político, que lo sube al ridículo rutinariamente. La más reciente de sus hazañas fue la semana pasada cuando le entregó una caña de pescar al senador Héctor Yunes agraviando su relación familiar con el diputado Miguel Ángel Yunes, uno de sus críticos más fuertes.

Simplemente un gobernador no puede ofender a un senador desde el pódium de un acto oficial con esa impunidad. Por mucho menos hubiese sido llamado a Gobernación en otros sexenios priístas.

Cuando otro veracruzano, Fernando Gutiérrez Barrios, despachaba en Bucareli su control político era absoluto y, sobre todo, muy eficiente. Tenía, las usaba con maestría, “formas” para poner orden en la República.

¿Qué ha cambiado? Los estilos panistas de gobernar rayaron en la inercia, en la “ceguera institucional”. Por eso los gobernadores priístas podían insultar al presidente de la manera más grosera o ignorar sus instrucciones. No había respuesta por incapacidad o por decisión del titular de Gobernación en turno.

Lo cierto es que la falta de “intervención” de Osorio Chong en asuntos graves en municipios y entidades federativas, frente a conductas inmorales y/o presuntamente delictivas, ha devenido en tragedias como la desaparición de los estudiantes de la Normal de Ayotzinapa.

¿Se necesita cambiar la ley? Habría que analizarlo. Un puesto de elección popular no debe venir acompañado de fuero, de una “patente de Corso” para robar o envilecer la función pública.

Tal vez los ciudadanos no contemos con “facultades” para intervenir en los gobiernos municipales o estatales corruptos, pero el Estado mexicano debe tenerlas.

Si el tema no se reduce a las leyes, reglamentos y demás, sino a la ausencia de una voluntad política para impedir que gobernantes se coludan con criminales y utilicen el poder para su beneficio personal, entonces habría que recordarle a Miguel Osorio Chong que la omisión también está tipificada en la Biblia, en la Constitución y en el ánimo de un sociedad agraviada… En Tuiter: @isabelarvide

Blog: EstadoMayor.mx

Seguramente Miguel Osorio Chong no conoce los usos y costumbres de sus antecesores porque aseveró que “no existían ni existen facultades para que el Estado mexicano intervenga con oportunidad en municipios como Iguala”. Y aunque ya salieron voceros oficiales y oficiosos a “aclarar” qué es lo que quiso decir el secretario, en su comparecencia en el Senado permanece el sentimiento de vulnerabilidad que comunicó.

Porque si todas las instancias e instituciones del Estado mexicano no pueden detener a un criminal que ostenta el poder de un cargo de elección mexicano, es obvio que millones de ciudadanos estamos indefensos.

No hablemos solamente de Iguala, donde el señor José Luis Abarca era sospechoso absoluto de todo tipo de vínculos con criminales, comenzando por su cuñado, sino de algunos gobernadores. ¿De cuántas maneras decidió la Secretaría de Gobernación, el mismo titular Osorio Chong, padecer ceguera ante los excesos del gobernador de Nuevo León que condujeron a la llegada de un candidato independiente?

¿Qué no habrá forma en que le llamen la atención, por lo menos, al gobernador Javier Duarte? ¿Por qué cientos de miles de gobernados deben padecer excesos fuera de la ley, negocios familiares, desfalcos del erario y demás tropelías?

Con Duarte, hablamos también del asesinato de varios periodistas y la persecución de otros tantos.

¿Quién es Javier Duarte para que desde el centro del país se le permitan tantas inmoralidades? ¿Qué no se puede comenzar una investigación sobre el destino de más de cinco mil millones de pesos del presupuesto que no aparecen?

Tal vez lo peor sea que Duarte no se da cuenta de su catastrófico manejo político, que lo sube al ridículo rutinariamente. La más reciente de sus hazañas fue la semana pasada cuando le entregó una caña de pescar al senador Héctor Yunes agraviando su relación familiar con el diputado Miguel Ángel Yunes, uno de sus críticos más fuertes.

Simplemente un gobernador no puede ofender a un senador desde el pódium de un acto oficial con esa impunidad. Por mucho menos hubiese sido llamado a Gobernación en otros sexenios priístas.

Cuando otro veracruzano, Fernando Gutiérrez Barrios, despachaba en Bucareli su control político era absoluto y, sobre todo, muy eficiente. Tenía, las usaba con maestría, “formas” para poner orden en la República.

¿Qué ha cambiado? Los estilos panistas de gobernar rayaron en la inercia, en la “ceguera institucional”. Por eso los gobernadores priístas podían insultar al presidente de la manera más grosera o ignorar sus instrucciones. No había respuesta por incapacidad o por decisión del titular de Gobernación en turno.

Lo cierto es que la falta de “intervención” de Osorio Chong en asuntos graves en municipios y entidades federativas, frente a conductas inmorales y/o presuntamente delictivas, ha devenido en tragedias como la desaparición de los estudiantes de la Normal de Ayotzinapa.

¿Se necesita cambiar la ley? Habría que analizarlo. Un puesto de elección popular no debe venir acompañado de fuero, de una “patente de Corso” para robar o envilecer la función pública.

Tal vez los ciudadanos no contemos con “facultades” para intervenir en los gobiernos municipales o estatales corruptos, pero el Estado mexicano debe tenerlas.

Si el tema no se reduce a las leyes, reglamentos y demás, sino a la ausencia de una voluntad política para impedir que gobernantes se coludan con criminales y utilicen el poder para su beneficio personal, entonces habría que recordarle a Miguel Osorio Chong que la omisión también está tipificada en la Biblia, en la Constitución y en el ánimo de un sociedad agraviada… En Tuiter: @isabelarvide

Blog: EstadoMayor.mx