/ jueves 18 de agosto de 2016

Los Soberbios

  • Pedro Peñaloza

“La soberbia no es grandeza sino hinchazón; y lo que está hinchado parece grande pero no está sano”.

San Agustín

1. Encuestas y apariencias. Los suspirantes y creyentes de las encuestas se sienten navegando en las nubes, claro los que están “punteando”. Quizá por eso, López Obrador y Margarita Zavala lanzan diatribas y desplantes. Una vez que el periódico preferido de la pequeña burguesía urbana de derecha, “Reforma”, colocó por primera ocasión a Zavala por arriba del tabasqueño, éste deslegitimó la medición que lo ponía en segundo lugar. Cosa curiosa, antes, mientras estuvo situado en primer lugar por ese mismo rotativo, ni chistó, es más, en ocasiones esbozó alguna señal prematura de su triunfo para la elección presidencial. Ahora, despotrica contra “Reforma”. No nos debe extrañar el comportamiento zigzagueante del presidente de Morena, lo ha hecho siempre, al menos desde que Cuauhtémoc Cárdenas lo inventó para ser el presidente del PRD. Las bases de sustentación mental e ideológica de un fundamentalista –como lo es él– radican en que su palabra y obra no están sujetos a escrutinios y mucho menos a cuestionamientos.

En este contexto, la feligresía lopezobradorista avala todo lo dicho por su líder, no hay una sola crítica que cuestione los dichos de banqueta o mitineros que dice su guía. Puede, con enorme impunidad, proponer un “pacto de transición” a Peña y no hay ningún deslinde de sus órganos partidarios; puede anunciar una hipotética amnistía para el bloque gobernante y nadie de sus seguidores abre la boca. Sí, estamos en presencia de un partido dirigido por un caudillo con métodos estalinianos.

2. El panismo capitalizador. En el campo de Acción Nacional, su burocracia dirigente se frota las manos. A partir de los triunfos locales de junio calculan que pueden ganar la Presidencia de la República. El jovencito Ricardo Anaya se pavonea y hasta se cree candidato. En ese partido de derecha, como en otros, las cuestiones políticas se resuelven por pequeñas mafias. El pragmatismo es el sello característico de esta nueva generación de panistas, poco importa el “interés nacional”, esa es una abstracción de simple mercadotecnia. Margarita Zavala podrá ser la candidata siempre y cuando le pueda ser útil al grupo dirigente, lo cual no se ve previsible si nos atenemos a los intereses del calderonismo y a los choques que se dieron entre los distintos subgrupos; en fin, los dirigentes blanquia-zules también, como López Obrador, se sienten futuros inquilinos del ejido de Los Pinos.

3. El peñismo: en la abstracción. Parece ser que en la casa presidencial se respiran otros aires y se vive en otra galaxia. Para el titular del Ejecutivo, los resultados de una economía que precariza a las mayorías no es de preocuparse y los escándalos que se producen en el seno familiar con efecto público son temas menores.  El licenciado Peña sigue emitiendo discursos de optimismo y de esperanza, alguien cínico dirá que ese es su papel. Para el grupo dominante el malestar social que acompaña a la crisis económica no es una variable que erosione su legitimidad. Padecemos una crisis múltiple y Peña sigue hablando para él, en una especie de soliloquio. En efecto, estamos en una circunstancia extremadamente delicada, puesto que tenemos un Presidente que socializa discursos carentes de sustento con la realidad. Y si faltara algo: la CNTE fortalecida, los empresarios revelados, la Iglesia católica en pie de lucha y segmentos significativos (otra vez las encuestas) no tienen credibilidad en el inquilino de Los Pinos. El peor de los mundos, pero para el grupo hegemónico las cosas van bien. ¡Pura soberbia! pedropenaloza@yaho.com/Twitter: @pedro_penaloz

  • Pedro Peñaloza

“La soberbia no es grandeza sino hinchazón; y lo que está hinchado parece grande pero no está sano”.

San Agustín

1. Encuestas y apariencias. Los suspirantes y creyentes de las encuestas se sienten navegando en las nubes, claro los que están “punteando”. Quizá por eso, López Obrador y Margarita Zavala lanzan diatribas y desplantes. Una vez que el periódico preferido de la pequeña burguesía urbana de derecha, “Reforma”, colocó por primera ocasión a Zavala por arriba del tabasqueño, éste deslegitimó la medición que lo ponía en segundo lugar. Cosa curiosa, antes, mientras estuvo situado en primer lugar por ese mismo rotativo, ni chistó, es más, en ocasiones esbozó alguna señal prematura de su triunfo para la elección presidencial. Ahora, despotrica contra “Reforma”. No nos debe extrañar el comportamiento zigzagueante del presidente de Morena, lo ha hecho siempre, al menos desde que Cuauhtémoc Cárdenas lo inventó para ser el presidente del PRD. Las bases de sustentación mental e ideológica de un fundamentalista –como lo es él– radican en que su palabra y obra no están sujetos a escrutinios y mucho menos a cuestionamientos.

En este contexto, la feligresía lopezobradorista avala todo lo dicho por su líder, no hay una sola crítica que cuestione los dichos de banqueta o mitineros que dice su guía. Puede, con enorme impunidad, proponer un “pacto de transición” a Peña y no hay ningún deslinde de sus órganos partidarios; puede anunciar una hipotética amnistía para el bloque gobernante y nadie de sus seguidores abre la boca. Sí, estamos en presencia de un partido dirigido por un caudillo con métodos estalinianos.

2. El panismo capitalizador. En el campo de Acción Nacional, su burocracia dirigente se frota las manos. A partir de los triunfos locales de junio calculan que pueden ganar la Presidencia de la República. El jovencito Ricardo Anaya se pavonea y hasta se cree candidato. En ese partido de derecha, como en otros, las cuestiones políticas se resuelven por pequeñas mafias. El pragmatismo es el sello característico de esta nueva generación de panistas, poco importa el “interés nacional”, esa es una abstracción de simple mercadotecnia. Margarita Zavala podrá ser la candidata siempre y cuando le pueda ser útil al grupo dirigente, lo cual no se ve previsible si nos atenemos a los intereses del calderonismo y a los choques que se dieron entre los distintos subgrupos; en fin, los dirigentes blanquia-zules también, como López Obrador, se sienten futuros inquilinos del ejido de Los Pinos.

3. El peñismo: en la abstracción. Parece ser que en la casa presidencial se respiran otros aires y se vive en otra galaxia. Para el titular del Ejecutivo, los resultados de una economía que precariza a las mayorías no es de preocuparse y los escándalos que se producen en el seno familiar con efecto público son temas menores.  El licenciado Peña sigue emitiendo discursos de optimismo y de esperanza, alguien cínico dirá que ese es su papel. Para el grupo dominante el malestar social que acompaña a la crisis económica no es una variable que erosione su legitimidad. Padecemos una crisis múltiple y Peña sigue hablando para él, en una especie de soliloquio. En efecto, estamos en una circunstancia extremadamente delicada, puesto que tenemos un Presidente que socializa discursos carentes de sustento con la realidad. Y si faltara algo: la CNTE fortalecida, los empresarios revelados, la Iglesia católica en pie de lucha y segmentos significativos (otra vez las encuestas) no tienen credibilidad en el inquilino de Los Pinos. El peor de los mundos, pero para el grupo hegemónico las cosas van bien. ¡Pura soberbia! pedropenaloza@yaho.com/Twitter: @pedro_penaloz

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