/ miércoles 23 de noviembre de 2016

Los mexicanos que quiere regresar Trump

  • Rosamaria Villarello Reza

El tema migratorio ha sido, históricamente,  es y será el aspecto más delicado de la relación entre Estados Unidos y México porque se trata de seres humanos. Sean mexicanos o de otros países. Ya no sólo se aglomeran en la frontera, sino que el territorio nacional se ha convertido en albergue temporal o definitivo para los que no quieren regresar a su lugar de origen.

Las medidas anunciadas por la Secretaría de Relaciones Exteriores, en relación con el apoyo a los mexicanos a través de los consulados en esa nación, son las mismas que tienen dentro de sus funciones esas oficinas y no representan nada nuevo, puesto que se han llevado a cabo desde hace muchos años. Tal vez lo novedoso sea que ahora se ha dado mayor difusión a la obligación que tiene el Gobierno federal de dar protección a los connacionales, sobre todo a aquellos que están como indocumentados.

México debe ser el principal interesado en formar un “bloque” de países que están pasando por el mismo problema y a los que también se les agudizará a partir de la  toma de  posesión del nuevo presidente estadunidense; porque el número de migrantes de otras nacionalidades también ha ido en incremento. Es quizá el momento de asumir un liderazgo porque los principales afectados seremos los mexicanos.

Estados Unidos, en definitiva, llevará otra de las peores partes puesto que la economía estadunidense, si nos ponemos en una situación catastrófica, no podría prescindir de la mano de obra latina y en especial de la mexicana.

México, además, no está preparado para recibir a los miles o millones que, de una sola oleada, sean expulsados, puesto que no tendría dónde colocarlos y darles trabajo. Se habla de los más de dos millones devueltos durante la administración de Obama, pero ha sido durante un plazo de ocho años, por no hablar de períodos anteriores con otros presidentes.

El impacto de las políticas en este sentido que quiere llevar a cabo Trump de manera inmediata, aunque no lo pueda hacer de esta forma, ha tenido un efecto muy negativo en el ánimo bilateral. No sería la primera vez que desde Washington se instrumente un programa de esa naturaleza como ha sucedido en diferentes momentos de la historia bilateral.

Con motivo de la crisis capitalista de 1929, una de las consecuencias fue la expulsión en los posteriores años treinta, de más de un millón de mexicanos, los cuales sólo una minoría pudo encontrar trabajo y lugar donde vivir, con todo y las buenas intenciones del Gobierno mexicano, que al final no pudo cumplirles a los compatriotas que fueron devueltos cuando le prometió tierras y apoyos para que se dedicaran al campo. De esas etapas de la historia y hay muchas más, también hubo otro fenómeno no menos importante: muchos de esos migrantes fueron rechazados por los propios mexicanos por el solo hecho de haberse ido a “probar fortuna” al otro lado de la frontera.

Quizá hoy si estemos en posibilidad de negociar acuerdos como los que existieron en la mitad del siglo XX o como los que tiene suscritos México con Canadá.

  • Rosamaria Villarello Reza

El tema migratorio ha sido, históricamente,  es y será el aspecto más delicado de la relación entre Estados Unidos y México porque se trata de seres humanos. Sean mexicanos o de otros países. Ya no sólo se aglomeran en la frontera, sino que el territorio nacional se ha convertido en albergue temporal o definitivo para los que no quieren regresar a su lugar de origen.

Las medidas anunciadas por la Secretaría de Relaciones Exteriores, en relación con el apoyo a los mexicanos a través de los consulados en esa nación, son las mismas que tienen dentro de sus funciones esas oficinas y no representan nada nuevo, puesto que se han llevado a cabo desde hace muchos años. Tal vez lo novedoso sea que ahora se ha dado mayor difusión a la obligación que tiene el Gobierno federal de dar protección a los connacionales, sobre todo a aquellos que están como indocumentados.

México debe ser el principal interesado en formar un “bloque” de países que están pasando por el mismo problema y a los que también se les agudizará a partir de la  toma de  posesión del nuevo presidente estadunidense; porque el número de migrantes de otras nacionalidades también ha ido en incremento. Es quizá el momento de asumir un liderazgo porque los principales afectados seremos los mexicanos.

Estados Unidos, en definitiva, llevará otra de las peores partes puesto que la economía estadunidense, si nos ponemos en una situación catastrófica, no podría prescindir de la mano de obra latina y en especial de la mexicana.

México, además, no está preparado para recibir a los miles o millones que, de una sola oleada, sean expulsados, puesto que no tendría dónde colocarlos y darles trabajo. Se habla de los más de dos millones devueltos durante la administración de Obama, pero ha sido durante un plazo de ocho años, por no hablar de períodos anteriores con otros presidentes.

El impacto de las políticas en este sentido que quiere llevar a cabo Trump de manera inmediata, aunque no lo pueda hacer de esta forma, ha tenido un efecto muy negativo en el ánimo bilateral. No sería la primera vez que desde Washington se instrumente un programa de esa naturaleza como ha sucedido en diferentes momentos de la historia bilateral.

Con motivo de la crisis capitalista de 1929, una de las consecuencias fue la expulsión en los posteriores años treinta, de más de un millón de mexicanos, los cuales sólo una minoría pudo encontrar trabajo y lugar donde vivir, con todo y las buenas intenciones del Gobierno mexicano, que al final no pudo cumplirles a los compatriotas que fueron devueltos cuando le prometió tierras y apoyos para que se dedicaran al campo. De esas etapas de la historia y hay muchas más, también hubo otro fenómeno no menos importante: muchos de esos migrantes fueron rechazados por los propios mexicanos por el solo hecho de haberse ido a “probar fortuna” al otro lado de la frontera.

Quizá hoy si estemos en posibilidad de negociar acuerdos como los que existieron en la mitad del siglo XX o como los que tiene suscritos México con Canadá.