/ martes 22 de agosto de 2017

Los principios se olvidan

“Si no les gustan mis principios, tengo otros”. A 40 años de su muerte, la sentencia de Groucho Marx, el filósofo cinematográfico de los años 20, cobra vigencia. Tránsfugas de las ideologías, partidos políticos y programas transitan en los escenarios de la vida pública, a una velocidad que en México transcurre vertiginosa.

Los de entonces ya no son los mismos, parodiando a Pablo Neruda. La izquierda dejó de luchar en contra de la explotación capitalista del hombre por el hombre, y ahora, aspira, cuando mucho a un quimérico humanismo del capitalismo en su fase neoliberal. La lucha de clases, la dictadura del proletariado no son ya las metas, obsoletas para la izquierda del mundo. Cuando mucho se busca un socialismo humanista dentro del capitalismo por tantos años combatido por las corrientes de izquierda. Los marxistas de entonces ya no son los de Carlos Marx, sino los de Groucho Marx. A esa trasmutación ayuda Francis Fukuyama, para quien, en su Fin de la Historia, las ideologías han dejado de tener sentido. Pero la derecha y la izquierda existen y existirán a condición de que, con honestidad, los principios prevalezcan. El cinismo que Groucho pintó con su célebre frase es hoy una realidad en buena parte de la política mundial.

Los principios no importan, o en todo caso se tienen los de recambio. En México, la derecha panista renuncia a las ideas fundamentales de su origen contra la Revolución Mexicana en 1939 y busca en un frente amplio la alianza con los despojos de una parte de la izquierda con la idea fija, obsesiva, de alcanzar el poder.

Derecha desunida e izquierda fragmentada, así como una parte del sector oficial, proponen un gobierno de coalición que de hacerse legal y obligatorio terminaría en un pandemónium en el que, como en el dicho popular, la cena de negros conduciría a tirarse con los platos sin concierto ni gobierno.

En este panorama político previo a las decisiones de las diferentes fuerzas políticas en relación con candidaturas, alianzas y coaliciones, la confusión de las llamadas oposiciones de izquierda y de derecha se centran en dos objetivos: sacar de Los Pinos al PRI, a donde el Partido de la Revolución retornó en 2012, luego de 12 años de estéril alternancia con Acción Nacional; el otro objetivo es impedir la llegada al poder de Andrés Manuel López Obrador y su partido Morena, que en la obstinación de poder no representan sino la radicalización destructiva del sistema. Surgido de las filas del PRI, despechado cuando fracasó en su intento de ser postulado al gobierno de Tabasco, lanza ahora denuestos a la mafia del poder que no le dio la oportunidad de ser una parte de ella; se debate en la mafia del no poder.

En el discurso político priva como idea fundamental la corrupción que a falta de otros principios se convierte en bandera de grupos y corrientes que ellos mismos practican y han practicado para su beneficio en cualquier oportunidad que han tenido de ejercer un gobierno. De los pecados, unos veniales y otros mortales, de corrupción e impunidad, en la realidad de nuestro país, nadie está libre.

¿Es, en verdad, el fin de las ideologías, el ocaso de los principios que, como lo dijo el sabio Groucho, pueden ser cambiados en cualquier momento? No lo será, a condición de que por encima de la sola ambición del poder por el poder mismo, la ciudadanía esté en posibilidad de discernir entre el trigo y la paja de la política y en las próximas elecciones decida que esa distinción es posible. Un análisis sereno, una reflexión colectiva pero profunda del votante en las jornadas electorales del año próximo será la respuesta que podrá fortalecer a la democracia de nuestro país.

 

Srio28@prodigy.net.mx

“Si no les gustan mis principios, tengo otros”. A 40 años de su muerte, la sentencia de Groucho Marx, el filósofo cinematográfico de los años 20, cobra vigencia. Tránsfugas de las ideologías, partidos políticos y programas transitan en los escenarios de la vida pública, a una velocidad que en México transcurre vertiginosa.

Los de entonces ya no son los mismos, parodiando a Pablo Neruda. La izquierda dejó de luchar en contra de la explotación capitalista del hombre por el hombre, y ahora, aspira, cuando mucho a un quimérico humanismo del capitalismo en su fase neoliberal. La lucha de clases, la dictadura del proletariado no son ya las metas, obsoletas para la izquierda del mundo. Cuando mucho se busca un socialismo humanista dentro del capitalismo por tantos años combatido por las corrientes de izquierda. Los marxistas de entonces ya no son los de Carlos Marx, sino los de Groucho Marx. A esa trasmutación ayuda Francis Fukuyama, para quien, en su Fin de la Historia, las ideologías han dejado de tener sentido. Pero la derecha y la izquierda existen y existirán a condición de que, con honestidad, los principios prevalezcan. El cinismo que Groucho pintó con su célebre frase es hoy una realidad en buena parte de la política mundial.

Los principios no importan, o en todo caso se tienen los de recambio. En México, la derecha panista renuncia a las ideas fundamentales de su origen contra la Revolución Mexicana en 1939 y busca en un frente amplio la alianza con los despojos de una parte de la izquierda con la idea fija, obsesiva, de alcanzar el poder.

Derecha desunida e izquierda fragmentada, así como una parte del sector oficial, proponen un gobierno de coalición que de hacerse legal y obligatorio terminaría en un pandemónium en el que, como en el dicho popular, la cena de negros conduciría a tirarse con los platos sin concierto ni gobierno.

En este panorama político previo a las decisiones de las diferentes fuerzas políticas en relación con candidaturas, alianzas y coaliciones, la confusión de las llamadas oposiciones de izquierda y de derecha se centran en dos objetivos: sacar de Los Pinos al PRI, a donde el Partido de la Revolución retornó en 2012, luego de 12 años de estéril alternancia con Acción Nacional; el otro objetivo es impedir la llegada al poder de Andrés Manuel López Obrador y su partido Morena, que en la obstinación de poder no representan sino la radicalización destructiva del sistema. Surgido de las filas del PRI, despechado cuando fracasó en su intento de ser postulado al gobierno de Tabasco, lanza ahora denuestos a la mafia del poder que no le dio la oportunidad de ser una parte de ella; se debate en la mafia del no poder.

En el discurso político priva como idea fundamental la corrupción que a falta de otros principios se convierte en bandera de grupos y corrientes que ellos mismos practican y han practicado para su beneficio en cualquier oportunidad que han tenido de ejercer un gobierno. De los pecados, unos veniales y otros mortales, de corrupción e impunidad, en la realidad de nuestro país, nadie está libre.

¿Es, en verdad, el fin de las ideologías, el ocaso de los principios que, como lo dijo el sabio Groucho, pueden ser cambiados en cualquier momento? No lo será, a condición de que por encima de la sola ambición del poder por el poder mismo, la ciudadanía esté en posibilidad de discernir entre el trigo y la paja de la política y en las próximas elecciones decida que esa distinción es posible. Un análisis sereno, una reflexión colectiva pero profunda del votante en las jornadas electorales del año próximo será la respuesta que podrá fortalecer a la democracia de nuestro país.

 

Srio28@prodigy.net.mx