/ miércoles 14 de junio de 2017

Marchons,marchons…

Mueve a reflexión en el mundo entero la barrida electoral del presidente Emmanuel Macron en las elecciones legislativas de Francia, que se consolidará en la segunda vuelta del domingo próximo ¿Un triunfo de la “ciudadanización”, del manejo de la cosa pública en ese país? No. Transformado en un verdadero partido político, En marche, La República en Marcha! se convierte en una fuerza tan política como aquéllas a las que desplaza; tendrá un color, una bandera y un lema que lo significarán aun en lo ideológico y los principios.

Durante varias décadas, “La Marsellesa” fue el canto revolucionario por excelencia, entonado por todos quienes rechazaban el antiguo régimen y proponían los ideales de libertad, igualdad y fraternidad para una nueva convivencia en la sociedad. Marchemos, marchemos, llamó el canto de la Revolución francesa durante décadas a otras revoluciones en el mundo. La sangre impura que abreva en nuestros surcos, de la que Rouget de Lisle prevenía, era la de la corrupción, el abuso del poder, la impunidad y el fracaso de un sistema de gobierno caduco, el de la monarquía, incapaz de dar al hombre, al ciudadano de todas las esferas la prosperidad, la justicia y el bienestar que reclamaban.

La Revolución Francesa, como todo movimiento de reivindicación de los derechos del hombre y del ciudadano no fue otra cosa que la sustitución de los viejos métodos de gobernar por un nuevo concepto en el que se desterraran la inequidad, la pobreza y la injusticia para la mayoría de la población.

El arribo del movimiento La República en Marcha de Emmanuel Macron en Francia es eso: el rechazo al control de la política tradicional y los políticos de la administración de la marcha de la sociedad. El triunfo de la corriente de Emmanuel Macron no es una negación de la política como forma civilizada para el desarrollo de la sociedad. Es una llamada a nuevas fórmulas de gobernar y una advertencia del fracaso que el orden establecido por la economía de mercado y el neoliberalismo han impuesto en buena parte del mundo. Marchons, marchons, marchemos por una sociedad más justa, libre de corrupción, de impunidad y de abuso del poder. No es, como alguien podría afirmar, el triunfo de una corriente apolítica en la que las ideologías y los principios que establecen diferencias dentro de la sociedad desaparecen, como lo pretende la teoría del fin de la historia. Es, por el contrario, el despertar de un movimiento en el que las prácticas inveteradas de la política y la solución a los grandes problemas de la sociedad encuentran nuevos conductos y caminos que permitirán alcanzar una vida mejor para toda la comunidad.

Si una elección deja en el mundo el triunfo electoral del movimiento La República en Marcha no es el climaterio de los políticos profesionales, sino la aparición de nuevas generaciones, de administradores, de encargados del desarrollo de la sociedad en beneficio de las generaciones presentes y futuras.

Para los partidos políticos, incluidos los que en los meses venideros estarán en México inmersos en contiendas por el poder, la lección es clara: la presentación de programas sociales y económicos, la propuesta para la solución de los grandes problemas nacionales deben estar basadas, no solo en los principios irrenunciables de ideologías definidas y declaradas, sino también en el propósito de dar a la administración pública una mayor limpieza, transparencia y claridad, libre de corrupción y de la influencia de los grandes intereses que se le oponen. Candidatos, grupos que den a la política, lejos de las prácticas tradicionales de su administración, una nueva savia de novedad, honestidad y buenos propósitos.

Srio28@prodigy.net.mx

Mueve a reflexión en el mundo entero la barrida electoral del presidente Emmanuel Macron en las elecciones legislativas de Francia, que se consolidará en la segunda vuelta del domingo próximo ¿Un triunfo de la “ciudadanización”, del manejo de la cosa pública en ese país? No. Transformado en un verdadero partido político, En marche, La República en Marcha! se convierte en una fuerza tan política como aquéllas a las que desplaza; tendrá un color, una bandera y un lema que lo significarán aun en lo ideológico y los principios.

Durante varias décadas, “La Marsellesa” fue el canto revolucionario por excelencia, entonado por todos quienes rechazaban el antiguo régimen y proponían los ideales de libertad, igualdad y fraternidad para una nueva convivencia en la sociedad. Marchemos, marchemos, llamó el canto de la Revolución francesa durante décadas a otras revoluciones en el mundo. La sangre impura que abreva en nuestros surcos, de la que Rouget de Lisle prevenía, era la de la corrupción, el abuso del poder, la impunidad y el fracaso de un sistema de gobierno caduco, el de la monarquía, incapaz de dar al hombre, al ciudadano de todas las esferas la prosperidad, la justicia y el bienestar que reclamaban.

La Revolución Francesa, como todo movimiento de reivindicación de los derechos del hombre y del ciudadano no fue otra cosa que la sustitución de los viejos métodos de gobernar por un nuevo concepto en el que se desterraran la inequidad, la pobreza y la injusticia para la mayoría de la población.

El arribo del movimiento La República en Marcha de Emmanuel Macron en Francia es eso: el rechazo al control de la política tradicional y los políticos de la administración de la marcha de la sociedad. El triunfo de la corriente de Emmanuel Macron no es una negación de la política como forma civilizada para el desarrollo de la sociedad. Es una llamada a nuevas fórmulas de gobernar y una advertencia del fracaso que el orden establecido por la economía de mercado y el neoliberalismo han impuesto en buena parte del mundo. Marchons, marchons, marchemos por una sociedad más justa, libre de corrupción, de impunidad y de abuso del poder. No es, como alguien podría afirmar, el triunfo de una corriente apolítica en la que las ideologías y los principios que establecen diferencias dentro de la sociedad desaparecen, como lo pretende la teoría del fin de la historia. Es, por el contrario, el despertar de un movimiento en el que las prácticas inveteradas de la política y la solución a los grandes problemas de la sociedad encuentran nuevos conductos y caminos que permitirán alcanzar una vida mejor para toda la comunidad.

Si una elección deja en el mundo el triunfo electoral del movimiento La República en Marcha no es el climaterio de los políticos profesionales, sino la aparición de nuevas generaciones, de administradores, de encargados del desarrollo de la sociedad en beneficio de las generaciones presentes y futuras.

Para los partidos políticos, incluidos los que en los meses venideros estarán en México inmersos en contiendas por el poder, la lección es clara: la presentación de programas sociales y económicos, la propuesta para la solución de los grandes problemas nacionales deben estar basadas, no solo en los principios irrenunciables de ideologías definidas y declaradas, sino también en el propósito de dar a la administración pública una mayor limpieza, transparencia y claridad, libre de corrupción y de la influencia de los grandes intereses que se le oponen. Candidatos, grupos que den a la política, lejos de las prácticas tradicionales de su administración, una nueva savia de novedad, honestidad y buenos propósitos.

Srio28@prodigy.net.mx