/ lunes 30 de enero de 2017

Monterrey, la violencia escolar

  • Crispin Bello

Una vez más la violencia cobra víctimas en las escuelas, en esta ocasión los hechos sucedidos el 18 de enero del presente en el Colegio Americano del Noroeste en Monterrey, en donde el alumno de secundaria Federico “N” dispara contra sus compañeros y su maestra, a la fecha muy graves, disparándose posteriormente a sí mismo y falleciendo en el traslado al hospital.

Estos hechos nos muestran la fragilidad que existe en los centros escolares sobre seguridad; diversos análisis y supuestos tratan de explicar el hecho, algunos refieren causas sobre problemas psicológicos y mentales, falta de atención de sus padres o tutores, el acceso a las armas de fuego, la influencia de las redes de grupos violentos, la influencia de los medios de comunicación que transmiten violencia todo el tiempo, la escuela que no refuerza valores y medidas de seguridad.

Sin duda, uno o varios de estos elementos generaron el hecho. Las autoridades educativas por supuesto tratan de deslindar responsabilidades, enviando a medianoche indicaciones vía correo electrónico a directores y supervisores para que a la entrada del día siguiente improvisaran revisiones mediáticas, en la Ciudad de México retomando el programa ya olvidado “Mochila segura” que hace años se inició en la delegación Iztapalapa y cuyo inicio tenía como objetivo inhibir la comercialización de drogas y enervantes; hoy revisando no ingresarán armas de fuego o punzocortantes; ante la emergencia olvidaron los protocolos, el permiso expreso de los padres por escrito, en otros momentos esto ha generado responsabilidades para los docentes, ante el supuesto de atentar en la intimidad de su persona y bienes.

Estos hechos deben invitar a la reflexión sobre el quehacer educativo; la autoridad del docente, el papel formativo de la escuela, el empoderamiento de los padres, las campañas de odio hacia los maestros, la falta de “Escuela para padres”, etc. De los hechos de Monterrey surge una pregunta: ¿Qué habría pasado si el menor no dispara contra la maestra?, sin duda se le responsabilizaría por omisión de estos hechos, se cuestionaría por qué no impidió el ataque, por qué no revisó qué llevaba el menor, por qué no protegió a los alumnos, desgraciadamente al ser víctima y existir video en donde se observa realizando su trabajo pedagógico y no en otra actividad ajena, la convierte en víctima.

Como estos hechos, muchos de los suscitados en las escuelas no son responsabilidad por acción o por omisión de los docentes, sin embargo, basta el dicho del padre o tutor para responsabilizar al docente, que debió ser el padre quien podía revisar en casa la mochila y la persona de sus hijos, pues no es la escuela la que proporciona las armas que lesionan o matan, serviría para que los padres impidan el consumo de drogas, el robo de objetos que proporcionó la casa, indicios sobre embarazos en adolescentes no deseados, por lo que la iniciativa de ley en donde se busca responsabilizar a los padres de las conductas negativas de sus hijos, y la obligación de atender las observaciones de los maestros en la escuela, es cada vez más necesaria.

Sobre el caso salta el hecho de la influencia en la redes, la pérdida de valores universales, la nula atención de padres. ¿Qué se puede recomendar a directores y docentes ante las medidas implementadas por las autoridades educativas?  Seguir los protocolos en donde por escrito se tenga autorización de padres o tutores para revisar las mochilas y pertenencias de los alumnos por parte del personal de la escuela y por las comisiones de padres nombradas por los mismos, solicitar por escrito autorización para grabar o fotografiar evidencias de los menores, notificar a la Comisión de Derechos Humanos que estas acciones son mandatadas por la Secretaría de Educación Pública, por ningún motivo ejercer contacto físico en la persona de los menores, no revisar su cuerpo, seguir el programa en forma aleatoria, de preferencia sobre varones toda vez que la generalidad de ataques en las escuelas se han cometido por el género masculino.

Respetar en todo momento la integridad física y psicológica de los educandos, activar los seguros sobre accidentes y tener presente los hospitales más cercanos. Deseando no se repita un hecho que lamentar y esta tragedia sirva para prevenir futuros acontecimientos.

  • Crispin Bello

Una vez más la violencia cobra víctimas en las escuelas, en esta ocasión los hechos sucedidos el 18 de enero del presente en el Colegio Americano del Noroeste en Monterrey, en donde el alumno de secundaria Federico “N” dispara contra sus compañeros y su maestra, a la fecha muy graves, disparándose posteriormente a sí mismo y falleciendo en el traslado al hospital.

Estos hechos nos muestran la fragilidad que existe en los centros escolares sobre seguridad; diversos análisis y supuestos tratan de explicar el hecho, algunos refieren causas sobre problemas psicológicos y mentales, falta de atención de sus padres o tutores, el acceso a las armas de fuego, la influencia de las redes de grupos violentos, la influencia de los medios de comunicación que transmiten violencia todo el tiempo, la escuela que no refuerza valores y medidas de seguridad.

Sin duda, uno o varios de estos elementos generaron el hecho. Las autoridades educativas por supuesto tratan de deslindar responsabilidades, enviando a medianoche indicaciones vía correo electrónico a directores y supervisores para que a la entrada del día siguiente improvisaran revisiones mediáticas, en la Ciudad de México retomando el programa ya olvidado “Mochila segura” que hace años se inició en la delegación Iztapalapa y cuyo inicio tenía como objetivo inhibir la comercialización de drogas y enervantes; hoy revisando no ingresarán armas de fuego o punzocortantes; ante la emergencia olvidaron los protocolos, el permiso expreso de los padres por escrito, en otros momentos esto ha generado responsabilidades para los docentes, ante el supuesto de atentar en la intimidad de su persona y bienes.

Estos hechos deben invitar a la reflexión sobre el quehacer educativo; la autoridad del docente, el papel formativo de la escuela, el empoderamiento de los padres, las campañas de odio hacia los maestros, la falta de “Escuela para padres”, etc. De los hechos de Monterrey surge una pregunta: ¿Qué habría pasado si el menor no dispara contra la maestra?, sin duda se le responsabilizaría por omisión de estos hechos, se cuestionaría por qué no impidió el ataque, por qué no revisó qué llevaba el menor, por qué no protegió a los alumnos, desgraciadamente al ser víctima y existir video en donde se observa realizando su trabajo pedagógico y no en otra actividad ajena, la convierte en víctima.

Como estos hechos, muchos de los suscitados en las escuelas no son responsabilidad por acción o por omisión de los docentes, sin embargo, basta el dicho del padre o tutor para responsabilizar al docente, que debió ser el padre quien podía revisar en casa la mochila y la persona de sus hijos, pues no es la escuela la que proporciona las armas que lesionan o matan, serviría para que los padres impidan el consumo de drogas, el robo de objetos que proporcionó la casa, indicios sobre embarazos en adolescentes no deseados, por lo que la iniciativa de ley en donde se busca responsabilizar a los padres de las conductas negativas de sus hijos, y la obligación de atender las observaciones de los maestros en la escuela, es cada vez más necesaria.

Sobre el caso salta el hecho de la influencia en la redes, la pérdida de valores universales, la nula atención de padres. ¿Qué se puede recomendar a directores y docentes ante las medidas implementadas por las autoridades educativas?  Seguir los protocolos en donde por escrito se tenga autorización de padres o tutores para revisar las mochilas y pertenencias de los alumnos por parte del personal de la escuela y por las comisiones de padres nombradas por los mismos, solicitar por escrito autorización para grabar o fotografiar evidencias de los menores, notificar a la Comisión de Derechos Humanos que estas acciones son mandatadas por la Secretaría de Educación Pública, por ningún motivo ejercer contacto físico en la persona de los menores, no revisar su cuerpo, seguir el programa en forma aleatoria, de preferencia sobre varones toda vez que la generalidad de ataques en las escuelas se han cometido por el género masculino.

Respetar en todo momento la integridad física y psicológica de los educandos, activar los seguros sobre accidentes y tener presente los hospitales más cercanos. Deseando no se repita un hecho que lamentar y esta tragedia sirva para prevenir futuros acontecimientos.