/ sábado 10 de octubre de 2015

Nadie está seguro en México / Cuchillito de Palo / Catalina Noriega

Lo dijo el alto comisionado para los Derechos Humanos (ONU) y la que se armó. El oficialismo se lanzó a defensas de Perogrullo y los jilgueros del régimen se rasgaron las vestiduras. Pudieran lavarse los oídos, a ver si así escuchan una verdad como una casa.

Zeid Ra’aad al Hussein, sabía de lo que hablaba. Sin necesidad de ser especialista en Derechos Humanos, con echar una mirada a las cifras oficiales, te vas de espaldas. Salieron con la estulticia de que sólo había estado pocos días en el país. Ni que fuera indispensable vivir en este trópico, para saber a ciencia cierta, lo que aquí ocurre. Con una hojeada a la prensa internacional, te enteras de las tragedias cotidianas, como la de Ayotzinapa, Tlatlaya, o el hallazgo de casi 200 fosas clandestinas.

Si resides en esta República, lo sufres de primera mano. En el 33.2 por ciento de los hogares, hay al menos una persona víctima de algún delito.

Basta con un dato del INEGI, en cuanto a la percepción de la inseguridad: Un 76.3 de la población, la siente. ¿Y la impunidad? Un 98 por ciento, sin contar la cifra negra de afectados, que se niegan a denunciar.

Estamos a la deriva, desconfiamos de los cuerpos policíacos, de cualquier autoridad; de la impartición de justicia y de unas procuradurías que, como “finamente” recalcó el Comisionado Hussein, “hay que fortalecer”.

Se los dijo suave, para que no dramatizaran y buscaran justificarse. Los resultados de quienes tienen la obligación de perseguir a los sátrapas, son raquíticos, en el mejor de los casos. Una mayoría incorpora a la incompetencia, la corrupción y denunciar se vuelve un dolor de cabeza, para la víctima, a la que tratan como si fuera el delincuente.

Sobre las distintas policías se ha dicho y escrito todo. Les sale sobrando. Ayotzinapa patentiza los calibres de podredumbre, de quienes se presume deben proteger a la sociedad.

Sin otro control, que el de los bandidos que les “completan el sueldo”, los sirven con lealtad. Por algo varios desgobernadores, y presidentes municipales, rechazan el mando único: perderían a quienes usan para sus intereses creados y los de los narcos, a los que a su vez, sirven.

Qué podía declarar la máxima figura de los Derechos Humanos, frente a la contundencia de denuncias de tortura, de desapariciones que jamás se investigan, de abusos de autoridad, nula justicia y poca persecución de los que deberían estar en las cárceles.

Les asestó una frase lapidaria: “No son tolerantes con la crítica”. Mencionó que vinieron para ayudar, no para agredir. Vinieron porque consideran que hay una crisis generalizada de derechos humanos.

¿A quién no le ha tocado algún abuso? Lo mismo le pone la araña a la llanta del automóvil, cuando el pago del parquímetro ni siquiera ha vencido, que un Ministerio Público pide dinero, o te hace el mismo caso que si fueras invisible. Si después de traba y media, logras tu objetivo, el escrito irá a la pila de expedientes que, ni quien se moleste en revisar o investigar.

¿Por qué nadie está seguro? De los miles de desaparecidos, la mayoría era gente inocente –aunque tampoco se tendría que “esfumar” a los malosos, sino procesarlos-. Se hizo moda durante el Calderonato, el famoso “ajuste de cuentas” con el que explicaban todo homicidio, lo que les facilitaba el no hacer.

Son intolerantes frente a la crítica del exterior, igual que a la interna. O la corrupción los ciega, o la incompetencia –también corrupta-, los rebasa. De cualquier forma ni se enteran de lo que sucede en este su país.

catalinanq@hotmail.com     Twitter: @catalinanq

Lo dijo el alto comisionado para los Derechos Humanos (ONU) y la que se armó. El oficialismo se lanzó a defensas de Perogrullo y los jilgueros del régimen se rasgaron las vestiduras. Pudieran lavarse los oídos, a ver si así escuchan una verdad como una casa.

Zeid Ra’aad al Hussein, sabía de lo que hablaba. Sin necesidad de ser especialista en Derechos Humanos, con echar una mirada a las cifras oficiales, te vas de espaldas. Salieron con la estulticia de que sólo había estado pocos días en el país. Ni que fuera indispensable vivir en este trópico, para saber a ciencia cierta, lo que aquí ocurre. Con una hojeada a la prensa internacional, te enteras de las tragedias cotidianas, como la de Ayotzinapa, Tlatlaya, o el hallazgo de casi 200 fosas clandestinas.

Si resides en esta República, lo sufres de primera mano. En el 33.2 por ciento de los hogares, hay al menos una persona víctima de algún delito.

Basta con un dato del INEGI, en cuanto a la percepción de la inseguridad: Un 76.3 de la población, la siente. ¿Y la impunidad? Un 98 por ciento, sin contar la cifra negra de afectados, que se niegan a denunciar.

Estamos a la deriva, desconfiamos de los cuerpos policíacos, de cualquier autoridad; de la impartición de justicia y de unas procuradurías que, como “finamente” recalcó el Comisionado Hussein, “hay que fortalecer”.

Se los dijo suave, para que no dramatizaran y buscaran justificarse. Los resultados de quienes tienen la obligación de perseguir a los sátrapas, son raquíticos, en el mejor de los casos. Una mayoría incorpora a la incompetencia, la corrupción y denunciar se vuelve un dolor de cabeza, para la víctima, a la que tratan como si fuera el delincuente.

Sobre las distintas policías se ha dicho y escrito todo. Les sale sobrando. Ayotzinapa patentiza los calibres de podredumbre, de quienes se presume deben proteger a la sociedad.

Sin otro control, que el de los bandidos que les “completan el sueldo”, los sirven con lealtad. Por algo varios desgobernadores, y presidentes municipales, rechazan el mando único: perderían a quienes usan para sus intereses creados y los de los narcos, a los que a su vez, sirven.

Qué podía declarar la máxima figura de los Derechos Humanos, frente a la contundencia de denuncias de tortura, de desapariciones que jamás se investigan, de abusos de autoridad, nula justicia y poca persecución de los que deberían estar en las cárceles.

Les asestó una frase lapidaria: “No son tolerantes con la crítica”. Mencionó que vinieron para ayudar, no para agredir. Vinieron porque consideran que hay una crisis generalizada de derechos humanos.

¿A quién no le ha tocado algún abuso? Lo mismo le pone la araña a la llanta del automóvil, cuando el pago del parquímetro ni siquiera ha vencido, que un Ministerio Público pide dinero, o te hace el mismo caso que si fueras invisible. Si después de traba y media, logras tu objetivo, el escrito irá a la pila de expedientes que, ni quien se moleste en revisar o investigar.

¿Por qué nadie está seguro? De los miles de desaparecidos, la mayoría era gente inocente –aunque tampoco se tendría que “esfumar” a los malosos, sino procesarlos-. Se hizo moda durante el Calderonato, el famoso “ajuste de cuentas” con el que explicaban todo homicidio, lo que les facilitaba el no hacer.

Son intolerantes frente a la crítica del exterior, igual que a la interna. O la corrupción los ciega, o la incompetencia –también corrupta-, los rebasa. De cualquier forma ni se enteran de lo que sucede en este su país.

catalinanq@hotmail.com     Twitter: @catalinanq